viernes, 23 de abril de 2010

LA ÚLTIMA TRINCHERA

Caminito de la escuela fue la canción adecuada para la semana que recién termina, el genial compositor mexicano Francisco Gabilondo Soler anticipó la alegría que sería el regreso a clases en un país con una sociedad que apreciara el trabajo en las aulas. Esa alegría, esa seguridad de que lo aprendido tiene que servir para tener una vida mejor se ha estado perdiendo con los años, es más, desde fines del siglo 20 y principios de este 21 la utilidad de la dedicación escolar se está poniendo en duda y es que tenemos uno de los sistemas educativos más malos del mundo. Qué esperanzas que el trabajo docente tenga la influencia de transformar la realidad nacional como lo hacía allá por los años 50 y 60, ese acceso a la alfabetización, esa capacidad para descifrar lo que decían los libros y de transformar la vida, la propia y la de los demás, se ha perdido gracias a unos gobernantes y un sindicato que sólo ven por su conveniencia temporal y perdieron los objetivos y proyectos nacionales.
Mientras, la cifras son impresionantes, tan solo en nuestro estado regresaron a clases 440 mil estudiantes en el nivel básico y 17 mil trabajadores entre docentes y administrativos, en la UAQ 27 mil estudiantes y 3 mil trabajadores académicos y administrativos, en el curso de la semana se fueron incorporando los 27 mil estudiantes de educación media superior del sistema COBAQ. Y falta contar los de escuelas privadas de todos los niveles.
Antes de salir a este periodo vacacional los alumnos de las preparatorias de todo el país hicieron su evaluación llamada ENLACE, que significa Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares, fueron 12 mil 231 las escuelas participantes con una cobertura del 99.5 por ciento de los centros escolares, aunque no se indica el número de aplicantes porque ese es un truco que algunas escuelas practican, sus estudiantes de mejor desempeño son citados para resolver la evaluación y a los que tienen un bajo desempeño les dan el día libre, todo para salir bien evaluados aunque estén haciendo trampa.
A partir de esta semana los escolapios de primaria y secundaria estarán entrenando para saber cómo resolver esa evaluación, que como todo hemos distorsionado a extremos inadmisibles, ahora no importan sus resultados como un insumo importante para cambiar lo que haga falta y conservar lo que está funcionando, todo porque esos gobernantes y ese sindicato decidieron repartir más de 900 millones de pesos entre los maestros de los grupos que salgan mejor puntuados y entre las escuelas donde estén esos grupos y alumnos. Ya no vamos a saber qué tanto saben, sino que tan bien fueron preparados únicamente para resolver una prueba que puede tener o no algo de sincronía con los conocimientos, habilidades y actitudes que se requieren en la vida real, fuera de la escuela, que es de lo que se trata.
No nos podemos quejar de que no se producen datos suficientes para diagnosticar y planear cada curso escolar, porque además de ENLACE existen, desde hace años, otros instrumentos de evaluación que no se toman con la seriedad y atención suficiente como PISA, de la que se encarga la OCDE y la propia EXCALE ligada a la SEP.
El tener funcionarios educativos que no conocen el sector y les importa un pepino la trascendencia en el desarrollo de cada mexicano, de sus familias, de sus comunidades y del país entero, ha hecho que las planeaciones estén basadas en puras ocurrencias de personas que no tienen la menor capacidad para encargarse de el diseño, la programación y aplicación de esos planes y programas educativos. Nuestro sistema escolar está lleno de profesionistas que saben algo sobre las materias con que se titularon en las universidades pero que ignoran lo más elemental del proceso de enseñanza aprendizaje, o aprendizaje enseñanza, en el orden que lo quieran poner; y esos mismos son los que desde su ignorancia no reconocida quieren planear y establecer lo que debe ocurrir dentro del aula, el resultado es obvio, los docentes no saben enseñar y los estudiantes no saben aprender, pero allí los tenemos, haciendo lo que no saben porque llegaron a sus puestos por favores, por facturas políticas, porque lograron colarse a buenos puestos con mucho mejores salarios aunque no sepan hacer lo que se supone que deben hacer.
Y entonces la alegría del regreso a clases se opaca y se convierte en un calvario para miles de niños y jóvenes que sólo encuentran en la escuela un lugar dónde convivir, aunque no aprendan gran cosa sobre las materias académicas.
Lo peor del caso es que se está viendo a la escuela como la única institución que puede volver a tejer el desgarrado tejido social, a los docentes se les exige que no solo garanticen la adquisición de conocimientos y competencias, sino que también tomen el papel que no cumplen las familias desintegradas, los padres ausentes o mal preparados para ejercer su paternidad, las distorsiones provocadas por la publicidad y la superficialidad de los medios de comunicación. Si el ingreso familiar no alcanza hay que implementar clases de economía básica en las escuelas; si la alimentación es poco nutritiva y muy “engordadora” que la escuela se encargue de promover lo nutritivo, de vetar la “chatarra”, de poner a hacer ejercicio a los gorditos actuales y potenciales; si los niños y jóvenes consumen cigarrillos, bebidas alcohólicas, portan objetos para agredirse, hay que esculcarles las mochilas; si discriminan, si son objeto de violencia intrafamiliar, si carecen de modelos sanos de comportamiento, si están deprimidos, desmotivados o tienen alguna adicción, si no saben diferenciar y expresar sus sentimientos de manera sana y responsable pues que la escuela lo arregle, en lugar de que las otras instituciones y personas que influyen en su comportamiento le entren al quite, todo hay que dejárselo a la escuela y a los profesores.
Pero como vimos antes, toda la carga se deja a una institución que está también en una grave crisis de la que nadie se quiere hacer responsable, así ni como esperar buenos resultados. Sería conveniente que se dejara en manos de conocedores y estudiosos, de esos que saben procesar los datos, hacer diagnósticos, que conocen del trabajo dentro del aula, que son sensibles a las necesidades sociales y de los alumnos, la dirección de los sistemas educativos, de cada escuela. De otra manera seguiremos cerrando el círculo vicioso que nos asfixia. Por lo visto, en un país con una terrible desigualdad social como el nuestro, con altos niveles de violencia, corrupción e impunidad, la escuela es la última trinchera y la estamos destruyendo.