sábado, 26 de junio de 2010

FÚTBOL Y CRISIS

La realidad se impone y no sirven las falsas imágenes de algunos medios de comunicación que tratan de sustituirla. La derrota ante la oncena Uruguaya, un equipo luchón y digno pero que no llega a ser brillante, dejó nuestras miserias al descubierto, sin contar con los caprichos de un técnico que se ignora (¿en serio?) a qué intereses responde.
La realidad también nos apabulla con la desaparición física de memorables personajes cargados a la izquierda social, como si hiciera falta que nos recordaran los grandes déficits de inteligencia de nuestra izquierda partidista. En lo internacional fue José Saramago y su desbordante imaginación anclada a un pesimismo esperanzador, el saber que no hay mayor enemigo que el hombre mismo aunque se vista con ropajes de una religiosidad hipócrita, pero también saber que no hay otra esperanza que esta especie que crea al arte y dentro de él a la literatura. Aquí, la pérdida de Carlos Montemayor, el gran investigador y entendedor de las desesperaciones que llevan a optar por la violencia, a veces suicida y emancipadora; de Bolívar Echeverría y su filosofía a pie de tierra: “Desde un cierto ángulo, las “Fiestas del bicentenario”, más que de conmemoración, parecen fiestas de auto-protección contra el arrepentimiento”; y ahora de Carlos Monsiváis. El primero y el último con actividades que los volvieron visibles al público común y corriente, el de en medio más dedicado al ámbito académico, al de la teoría, al trabajo directo con sus alumnos.
De Monsiváis se ha escrito mucho pero no tanto como él escribió de los demás. Su inteligencia precoz y sus características familiares y personales lo hicieron vivir esa discriminación subterránea que, por encubierta, resulta más dañina y permanente si no se sabe desenmascarar a través de la ironía. Fue fiel observador e intérprete de esos movimientos sociales, tan odiados por los gobierno neoliberales pero que le dan algo de resistencia a un tejido social desgarrado por las desigualdades y sus cínicos voceros. Seguramente por eso era más conocido por el ciudadano común y corriente que encontraba, en su permanente e ingeniosa resistencia, esa falta de resignación a un estado de cosas claramente desfavorable para las minorías, que de tantas que son, ya se convirtieron en mayoría. Hablaba, escribía y hasta cantaba de lo que a “la gente” le interesaba, no por nada caracterizó a la “sociedad civil” como esa mezcla de comportamientos y ansiedades que se refugiaban en la lucha colectiva fuera de los gobiernos y de los partidos que todo acaban contaminando y pudriendo, al menos en nuestra historia reciente. De dos temas nunca escribió, de fútbol y de los toros, tampoco vio la necesidad de explicar sus razones, creía que cualquiera era capaz de entenderlas.
Pero, regresando al tema que intenta articular estos textos, las miserias futbolísticas apenas alcanzan para velar un poquito de nuestras miserias políticas y económicas. Al igual que nuestra selección, que resulta más efectiva para vender productos de sus principales patrocinadores que anotando goles u ofreciendo algo que remede a un buen espectáculo, los procesos electorales han desnudado, aún más y por si hiciera falta, el comportamiento trácala de nuestros políticos y empresarios. La mal llamada Iniciativa México busca concentrar, además de la riqueza que todos producimos pero que se nos arrebata, el poder político de un presidente que nunca supo qué era y para qué podía servir. Detrás de esa faramalla armada por el duopolio televisivo están las poquitas familias que de veras gobiernan y se aprovechan de todo, ahora van a apoderarse del trabajo de esas organizaciones de la “sociedad civil” con la carnada de recursos, que a final de cuentas, serán el veneno para matarlas o al menos atarantarlas para domesticarlas. Ni los pobres que han contribuido a crear se salvan de la ofensiva, ahora resulta que a través de sus “fundaciones” disque altruistas, van a atender a esa masa explosiva de los 10 millones de los más miserables, eso sí, sin tocar nada de los 100 mil millones de dólares de reservas del Banco de México que les sirven como seguro (para rescatarlos) si sus negocios no les resultan tan redituables.
A un mal técnico nacional le corresponde, como imagen en el espejo, un mal presidente, por eso hay que enmendarles la plana y quitarlos si no sirven, sólo que ya se adelantaron los que los van a sustituir por algo peor, total las elecciones del 2012 o el campeonato mundial del 2014 todavía deja espacio para lucrar y gozar de corrupciones e impunidades.
Nos queda el recurso de exhibirlos con sus propias palabras y contrastando sus hechos, que la ironía sirva para neutralizar su influencia y contrarrestar sus perversiones, para crear espacios de convivencia disfrutables y quizás, en un futuro no muy lejano, recuperar la esencia de la política, del deporte y la cultura a favor de todos, sin desigualdades provocadas, sin pobreza. ¿Será mucho pedir?