sábado, 18 de septiembre de 2010

LA REVOLUCIÓN DE LOS RICOS

“Una revolución está en curso. Mientras la mayoría de la población del país ha perdido la esperanza en el progreso, un reducido grupo de poder empresarial avanza en imponer sus ideas sobre el diseño de una política económica que beneficia a un puñado de personas. Es, como la caracteriza el profesor universitario Carlos Tello Macías, una revolución de los ricos.” Roberto González Amador La Jornada 10 de Septiembre 2010.

El texto parece que pasó desapercibido, la hipótesis que sustenta todavía más, no mereció ningún eco en los medios masivos de comunicación, y eso que el libro con los datos que la sustentan ya tiene tres años que se presentó públicamente.
El autor no es un improvisado, tampoco un subversivo que responda a intereses ocultos, exóticos o sospechosos, fue titular del Banco de México y Secretario de Programación y Presupuesto, también representó a nuestro país como embajador en Cuba, Portugal y la desaparecida Unión Soviética, después, profesor universitario en la UNAM en su Facultad de Economía. El libro se titula Estado y desarrollo económico 1920-2006 y tiene un objetivo muy puntual que al parecer cumple: demostrar que la política económica implementada por los últimos gobiernos mexicanos responde a intereses específicos, a una planeación e intención que data al menos desde 1975.
Don Carlos Tello Macías nos cuenta que el origen del Consejo Coordinador Empresarial, ese supersindicato de los más ricos del país, se da como reacción al movimiento estudiantil y popular de 1968, ese que desnudara el autoritarismo, el alto precio pagado por los trabajadores, campesinos y jóvenes, que fueran los grandes protagonistas de ese desarrollo económico que venía de 1932 y llegara hasta 1981, con tasas de crecimiento anual constantes.
Pero ese crecimiento, que de seguir hubiera coincidido con la etapa de apertura democrática, se vio brusca y criminalmente interrumpido a principios de la década de los 80 del siglo pasado. ¿Cómo operaron los ricos, los grandes empresarios, para imponer sus intereses y concentrar la riqueza social en cada vez menos manos? ¿Cómo le hicieron para justificar y legitimar el brusco viraje económico y mantener a los ciudadanos creyendo que su modelo es el mejor aunque a casi todos nos vaya mal? El mismo catedrático lo dice: “¿Cómo? Actúan sobre el sistema educativo, y en la educación superior. Es simple demografía. De aquí a 25 años, dicen los impulsores de este proceso, los estudiantes que están en las aulas van a ser los que dirijan el país, desde distintas esferas. Lo que hicieron fue meterse a las universidades. En México así ocurrió también. Se puede ver en la forma en que se expandió la educación superior privada y en que se condujo la educación pública. Conquistaron el futuro de las universidades a partir de dar prestigio a sus ideas sobre la economía. Entre 1974 y 2000, en esos 25 años, 19 premios Nobel de Economía fueron otorgados a economistas que pensaban como ellos, que defendían esas ideas. Los programas de estudio de economía fueron restructurados para dar preponderancia creciente a las ideas contrarias al Estado, y se fueron abandonando las ideas que los economistas llamamos keynesianas, o sea, donde el Estado debe participar”. Pero Tello no era ni es el único que advirtiera de ello, por las mismas fechas, el Ingeniero y político de oposición Heberto Castillo Martínez decía que la primera generación de gringos nacidos en México estaba saliendo de las universidades y se estaban apropiando de los cargos públicos y pretendiendo dirigir las políticas económicas. Que nuestro vecino del norte no necesitaba invadir o conquistar nuestro país, que bastaba con educar en sus intereses a los jóvenes privilegiados que podían pagar o acceder a cursar sus estudios en las universidades de élite de ese país, y de este diría Tello.
La correspondencia entre un hecho y otro existe. Mientras la intervención del Estado en la economía comienza a achicarse, mientras el Estado se “adelgaza”, el “rescate” de empresas públicas se incrementa, también la venta, a precio de regalo y en condiciones absolutamente ventajosas, de empresas públicas con mercados cautivos y ganancias más que considerables. El ejemplo es contundente y no hay porqué dejarlo escapar: “A mediados de los años 80, en el gobierno del ex presidente Miguel de la Madrid, comienzan a aplicarse políticas de corte neoliberal, o neoclásico, como las llamábamos antes. Primero se redimensionó el Estado. Se redujo su papel en la economía, disminuyó el gasto público y comenzaron a ser vendidas empresas públicas bajo la idea de que el Estado no sabe hacer las cosas. Apunta: Una de las primeras en ser vendidas fue Mexicana; luego los particulares la echaron a perder, el Estado la recuperó y se las volvió a vender y la acaban de echar a perder otra vez”.
Y lo mismo con los bancos, con las carreteras, con las minas, la telefonía, con el petróleo, la electricidad, la salud, la educación, la radio y televisión, bueno, lo que sea, todo se vale con tal de concentrar la riqueza social producida por todos, el capital no tiene moral ni buenas costumbres, allí está el crimen organizado que dejaron crecer hasta los extremos que vivimos actualmente, y todo porque se le vio como fuente de financiamiento fácil y sin pagar impuestos.
“En este proceso de redimensionamiento del Estado el salario mínimo redujo dos terceras partes de su poder real de compra entre 1980 y 2000, y el salario contractual perdió casi la mitad de su capacidad adquisitiva en el mismo periodo”. Los índices de pobreza para arriba mientras que entre los más ricos del mundo aparecen empresarios mexicanos que obtienen sus ganancias no por innovadores, trabajadores, visionarios o eficientes, sino por el trato preferencial de los gobiernos, la exención de impuestos, las tasas preferenciales para todo, los “rescates”, los teletones, los redondeos, el FOBAPROA y el IPAB, hasta el Chapo Guzmán aparece en esos índices, lo dicho, no tienen moral ni ética.
Si para lograr lo que han hecho hay que pasar por el desmantelamiento de las instituciones sociales heredadas de la Revolución de 1910 y del Cardenismo, pues hay que hacerlo, hay que fastidiar al IMSS, al ISSSTE, a los sindicatos y los contratos colectivos, a las políticas redistributivas de la riqueza, a los impuestos progresivos y que dependen de los ingresos; hay que pegarle a la transparencia, al voto libre (haiga sido como haiga sido), al poder adquisitivo del salario, a la educación pública, a las posibilidades de empleo, a lo que sea.
Ahora nos quieren convencer que es nuestra culpa la pobreza, la mala educación, la falta de medicinas y de atención humana en las instituciones de salud, que no hay empleo porque somos flojos y no nos capacitamos, que la Independencia, la Revolución, las nacionalizaciones del petróleo y la electricidad, los sindicatos y las organizaciones campesinas, las huelgas ferrocarrileras, médicas, el movimiento del 68, la ciudadanización de los órganos electorales y todo lo demás no tuvieron sentido, que apenas aguantan para un desfile visto por televisión. Lo peor, ahora hasta le encuentran ventajas morales al crimen organizado, porque impone valores por la fuerza, nada más eso faltaba.