lunes, 4 de octubre de 2010

LA RAZÓN PERDIDA

Varios hechos políticos que suceden casi simultáneos en el tiempo, en un lugar tan aparentemente desabrido como Querétaro donde se presume que nunca pasa nada y cuando pasa son sucesos aislados cometidos por diabólicos “fuereños” y en donde las víctimas son inocentes “buenas conciencias” queretanas, inducen a sospecha. Analistas prestigiosos dicen que es por lo menos obligado buscar alguna racionalidad en eso que parece simple producto de un azar caprichoso. Centremos la atención en algunos.
Primero, el gobierno estatal descolorido comienza a dar color. La propuesta de reforma electoral local levantó más polvareda de la que estaba pensada, flaco favor le hicieron los actuales consejeros electorales del IEQ y el representante del PRI que se opusieron sin argumentos suficientes a que el consejo general de ese instituto opinara sobre la iniciativa ventilada en los medios de comunicación, además de que no lograron bloquear el acuerdo tomado por mayoría. La sinrazón se convirtió en la nota del día y de los subsecuentes por el encono mostrado, si hasta el presidente municipal de la capital puede decir lo que se le dé la gana sobre el tema en entrevistas banqueteras, a quien se le ocurre decir que lo que diga el órgano colegiado de la instancia especializada y autónoma es invadir competencias o que está fuera de lugar.
Segundo, días antes el identificado como dirigente del grupo de los duros dentro del partido albiazul y exsecretario de gobierno del sexenio garridista Alfredo Botello pidió, más bien exigió, que el actual gobierno estatal hiciera las cosas bien porque ellos –los panistas—no querían regresar a gobernar sobre ruinas, augurando un futuro triunfo electoral en los procesos locales del 2012 y 2015.
Tercero, por las mismas fechas el congreso priista del estado de México comete su propio madruguete electoral que impide la figura del “candidato común”, revelando los miedos de quien quería aparecer como super confiado por invencible y seguro precandidato a la presidencia por el club de los ricos. Todos sabemos, porque así se han encargado de hacerlo saber, de la sintonía que existe entre el copetudo gobernador de esa entidad y el de esta. Así que intuir que ambas reformas electorales, aunque por el momento no se refieran a los mismos aspectos, están encaminadas a proteger los mismos intereses, no tiene chiste.
La propuesta de reforma local ya fue tratada en el número anterior de este semanario, no tiene caso repetir lo que bien se resumió, allí también están los argumentos de las diferentes partes. Lo que falta es intentar una evaluación de la actuación de los consejeros que salen por terminar su periodo de siete años y que con esa experiencia esperábamos que terminaran con más gloria que pena. Por ejemplo, teniendo el IEQ competencia para proponer iniciativas legales electorales ¿porqué no lo hicieron en el más de un año que pasó de julio del pasado a septiembre de este? O siquiera hubieran convocado a consulta ciudadana, si a su juicio los cambios necesarios son pocos o ni siquiera existen ¿porqué no iniciar la consulta para concluir precisamente eso y evitar que el gobernador los “madrugara”?
El consejo electoral del IEQ poco ha abonado a la democracia, si acaso se han limitado a organizar los procesos electorales y sacar los resultados sin dudas significativas, que no es un asunto menor pero no suficiente. Por ejemplo, mientras el consejo general del IFE dirigido por José Woldenberg se caracterizó por las discusiones de alta calidad que sobre los diferentes temas de la democracia había que considerar, aplicar y solventar, dejando en claro que la pluralidad de opiniones bien sustentadas permitían la toma de acuerdos, provocando cambios en la cultura democrática apenas naciente después de una larga etapa oscurantista. Nuestro IEQ llegaba con los acuerdos previamente “planchados” a sus reuniones de consejo, nada más para darle legalidad a lo que habían acordado en la oficina del presidente en turno. Primero les ganó el fetichismo normativo, después el consensualismo, también el pánico de que los ciudadanos supiéramos que pensaban diferente, si es que tal cosa era cierta. Todos declaraban lo mismo y ponían cara de intelectuales superiores al resto de los mortales, como si la clonación, la soberbia y el falso consenso fueran la misma cosa. Hubo puntos positivos, pero no con la suficiente intensidad como para sentirlos cercanos a una ciudadanía que esperaba y se merecía más. Nos quedan a deber.
Se termina el espacio. ¿Cuál es la racionalidad que empata los dos primeros temas de este texto? Que el “duro” Botello ya se dio cuenta que los mismos funcionarios que precipitaron, con sus malas decisiones, la alternancia política a favor del PAN, están nuevamente en el poder y cercanos al gobernador actual, y están haciendo lo que saben hacer: perder en las próximas elecciones y en todas las que hagan falta, ¿la razón? que algunas de las decisiones políticas importantes se deciden en estructuras que están por encima de los partidos políticos, por eso a algunos les resulta fácil “brincar” de uno al otro y de regreso si es necesario, la lealtad o tener un perfil ideológico preciso es más una desventaja que una cualidad. El Yunque es una de ellas, pero hay otras, que esa “influencia” es profundamente antidemocrática y que el IEQ nunca pudo y quizás ni quiso, establecer una estrategia de largo alcance para trasladar esos poderes de facto al ámbito democrático, al de los votos de los ciudadanos. Allí está su principal deuda. El colmo es que los consejeros que se quedan no parecen tener el atrevimiento que les faltó a los anteriores, son contadores de votos, nada más. Las alternativas, como ha sucedido en los años recientes, están del lado de las organizaciones sociales que pelean por demandas específicas sabiendo que estas rebasan, con mucho, sus aparentes limitaciones.