viernes, 5 de noviembre de 2010

CHANTAJE Y ADAPTACIÓN

La raíz del capitalismo no es el robo: es el chantaje. Gerard Allan Cohen en Rescatando la Justicia y la Igualdad.

Cohen, el gran pensador canadiense que muriera este año, llega a esa conclusión después de haber examinado las raíces y consecuencias de la crisis económica de la que supuestamente, según el discurso oficial, ya nos estamos recuperando. A todos se nos ha hecho creer que privilegiar a los ricos debe tener consecuencias benéficas para todos, incluidos los más pobres. Las reformas neoliberales que incluyen el desmantelamiento del Estado de bienestar y su entrega a las grandes corporaciones empresariales, se basan en un argumento simple y al mismo tiempo falso, tan es así que tuvo que ser construido y promovido durante años hasta su aplicación con Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos: “El argumento para la reforma se basaba, precisamente, en la mecánica de los incentivos: el enriquecimiento de unos conduciría a la mejora de todos, incluso de los más pobres”. Es algo así como la teoría de la “mancha de aceite” que quedó en una metáfora desafortunada, se decía que la sociedad de un país era algo así como una servilleta, que la riqueza que se concentraba en un punto sería como una mancha de aceite que entre más se concentraba más se extendía hasta que, a final de cuentas y de forma “natural”, toda la servilleta quedaría empapada. Las manchas de aceite serían esa riqueza social, producida por todos, concentrada en pocas manos que las fuerzas del mercado (la porosidad de la servilleta), harían que se fueran extendiendo hacia todos los demás. Con lo que esta teoría no contó, por lo menos en su versión para el gran público, es que el sistema neoliberal sí provoca la acumulación de riqueza, pero no su reparto, porque esos ricos se alimentan del resto de la sociedad a la que supuestamente deben servir.

Para Cohen: “la lógica del incentivo es perversa. Si quieres el beneficio de los pobres, permite y alienta el enriquecimiento de los más ricos. Bajo la carátula del interés común, el beneficio de unos pocos.”

El colmo es estar viendo cómo ese neoliberalismo tramposo sigue engañándonos con todo y sus terribles resultados, por ejemplo, el francés Robert Castel propone que lo único que hay que hacer es adaptarse sin discutir, con claridad alcanza a ver que lo que está ocurriendo con la liberalización de las condiciones laborales y el ataque a los sindicatos es que: “En lugar de una transición hacia el empleo duradero con frecuencia se observa el pasaje de una pasantía a otra o de un contrato asistido hacia otro contrato asistido o un empleo de duración limitada, con el intervalo de períodos más o menos largos de inactividad, soportados gracias a un poco de ayuda social, un poco de ayuda familiar cuando existe, y a veces también algunas actividades delictivas". Sin embargo, al sociólogo francés parece que se le olvida algo que para otros, como a Ismael Bermúdez en la Revista Ñ, es evidente: “los Estados llamados a cumplir este rol no sólo no fueron ajenos a la enorme degradación social que describe sino sus promotores, luego de haberse devorado los fondos que debían servir para financiar el Estado de Bienestar. Ahora esos Estados están en bancarrota fiscal por los niveles de endeudamiento que debieron asumir para rescatar a los grandes grupos económicos y al sistema financiero, al mismo tiempo que pretenden descargar esos déficits achicando salarios y jubilaciones, elevando la edad jubilatoria, mientras el desempleo vuelve a trepar a tasas de dos dígitos”.

Con todo, en los medios de comunicación sigue ganando terreno la idea de que es mejor seguir con un proceso de reforma que provoca lo contrario de lo que ofrece, así, la culpa del cierre de empresas como Mexicana no es de una administración ineficiente y tramposa, sino de los trabajadores porque “ganan mucho”; por eso también, la decisión de no rescatar a los mineros de Pasta de Conchos no tuvo que ver con cuestiones de humanitarismo y solidaridad elementales, sino por los costos para la empresa que se presumían cuantiosos aunque nada comparables a sus ganancias. Lo mismo está sucediendo con la reforma laboral impulsada por el presidente francés Sarkozy, que así como lo hizo ya el derechista régimen mexicano, pretende incrementar la edad de jubilación de obreros y trabajadores para mantener intocados los privilegios de sus grupos empresariales.

En fin, dos puntos de vista diametralmente opuestos, Cohen en el rescate de esa solidaridad, la justicia y por una sociedad menos desigual, Castel por la simple adaptación a un sistema económico irracional. La polémica está viva en nuestros medios de comunicación y en la opinión pública que inducen.