sábado, 13 de noviembre de 2010

oponiéndose a la historia

La historia no es algo estático, no es algo ya dicho o ya escrito. Con el tiempo se han creado mitos y paradigmas que se van cayendo, que dejan ver que las versiones que prevalecen sobre ciertos hechos son las que le han resultado convenientes a las cúpulas gobernantes.

A pesar de que el conservadurismo queretano es asfixiante, que se nota y se agrede con él a través de los medios de comunicación y de una “historia oficial” a todas luces falsa, algunos siguen manteniendo la fachada de que Querétaro es parte importante de los movimientos sociales de carácter progresista. Afortunadamente la investigación, la academia, la necesidad de explicar las aparentes paradojas cotidianas, están poniendo las cosas en otro lugar.

El premio Alejandrina otorgado a la historiadora e investigadora Cecilia del Socorro Landa Fonseca y titulado “Querétaro siempre fiel, baluarte realista durante la guerra de Independencia” comprueba lo que se sigue viendo y viviendo, esa continuidad histórica que no es posible sacudirse nada más porque a algunos les conviene. En palabras de la propia autora y con todo y que se quiere vender la imagen de que este estado es “la cuna de la independencia” la realidad es que: “Las acciones sociales que realizaron tuvieron por objeto la ratificación de sus lazos de fidelidad y vasallaje a la Corona española, encaminadas a respaldar el status-quo”.

Como la historia en primera instancia la escriben los vencedores, a los vencidos les quedan dos opciones, una, adaptar sus mitos para treparse en esa versión triunfante, o dos, insistir en la defensa de su pensamiento y acción esperando que el paso del tiempo les dé la razón. Sólo que en el caso queretano, con la doble moral que caracteriza a su clase gobernante, quiere hacer las dos cosas. Hay que adornar y conservar el cerro de las campanas para fusilar traidores aunque se esté de acuerdo con ellos, hay que celebrar públicamente la existencia de un puñado de conspiradores aunque se les haya perseguido y delatado, hay que publicitar la realización del constituyente de 1917 aunque no se haya estado de acuerdo con su ideología, hay que recordar el nacimiento del partido “heredero” de la revolución mexicana aunque se repudien sus orígenes y demandas; pero la intolerancia, la cerrazón contra quienes se atreven a pensar diferente sigue como si nada hubiera pasado.

Allí es donde se monta el discurso de las “buenas conciencias” queretanas, si hay delincuencia es porque traen placas de otros estados; si hay impunidad y corrupción es para defendernos de los otros, de los que no aprecian el orden; si hay que satanizar a alguien pues hay que hacerlo, y si no pregúntenle al recién electo líder del sindicato de académicos de la UAQ, que para algunos es “un peligro para Querétaro”.

Pero regresemos al texto de la historiadora premiada: “En este trabajo se explora cómo se convirtió la ciudad de Querétaro en un baluarte realista durante el movimiento de Independencia entre 1810-1815, debido a las diversas acciones que realizaron los actores políticos queretanos, miembros de la oligarquía, con el objetivo preciso de oponerse a la insurgencia, en respaldo de las instituciones virreinales […] Acciones determinantes en el fortalecimiento del “baluarte realista” en el que se convirtió la plaza, impulsadas por la necesidad de defender los valores políticos y religiosos tradicionales.”

Hay mitos que ya estorban, que no dejan avanzar y a los que hay que dar una dosis de realidad para reformularlos, para que vean al futuro y dejen atrás los hechos y personajes de piedra. Eso sucedió con el “socialismo real”, está pasando con el psicoanálisis freudiano y, entre nosotros, con la Independencia y la Revolución. Terminemos con una última cita de esa investigación de Cecilia del Socorro Landa Fonseca: “En ello residía su permanencia en el poder frente a la coyuntura que los amenazaba, de ahí la necesidad de hacer patente el apoyo que brindaron a las instituciones virreinales y la obtención escrita de dicho reconocimiento. Estaban convencidos de la vigencia y bondad del pacto contractual sellado por los lazos de lealtad y vasallaje al Rey, y fidelidad a los principios establecidos por la monarquía, evidentes en sus formas de pensar y actuar, reflejo de sus códigos culturales.”