viernes, 4 de marzo de 2011

CULTURA Y FELICIDAD

“Un especialista es una persona encerrada dentro de un saber que lo incomunica con los demás. Un mundo de especialistas es un mundo de autómatas que sólo saben de su campo, pero nada de lo demás. Eso produce que la sociedad se fragmente en islotes de seres incomunicados” Mario Vargas Llosa. Conferencia Magistral Poder y Educación Superior, Universidad Autónoma Metropolitana, 02 de Marzo del 2011.

La cultura occidental registra, al menos, tres intentos para interpretar la realidad como un todo, no como múltiples pedacitos que, sumados, constituirían ese entorno que nos rodea y determina. Los primeros fueron los filósofos griegos, tanto idealistas como materialistas concebían a la filosofía como ese intento por abarcar lo posible a través del pensamiento y la experimentación, después los renacentistas, los grandes artistas cuyo ejemplo fue Leonardo Da Vinci que también fueron inventores y dominaban, más que sus contemporáneos, los diferentes campos del conocimiento; una tercera es el marxismo, que se vuelve a poner “de moda” con las recientes y recurrentes crisis del modelo neoliberal.

Pero han habido otros intentos, más locales y seguramente menos exitosos hasta el momento, pero que apuntan en la misma dirección que señala, sin ser el primero ni el más original, el premio Nobel de literatura nacido en Perú.

Uno de ellos aprovechó la coyuntura de la necesidad de desconcentrarse de la UNAM a principios de los años 70 del siglo pasado. Con la fundación de las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales (ENEP’s) fuera de la Ciudad Universitaria, hubo espacio para que algunas de las carreras intentaran volver a esa visión integral del conocimiento, fue el caso de la carrera de Psicología en la ENEP-Iztacala, donde su diseño curricular preveía que las diferentes “especialidades” fueran llevadas, en teoría y práctica, dentro de la misma licenciatura, rompiendo con el modelo de “especialización” tan en boga desde hace mucho tiempo.

Para Vargas Llosa el problema reside en que: “La cultura de nuestro tiempo ha identificado a la felicidad con el éxito económico, lo cual es una gran mentira”. Según la nota de Ángel Vargas en La Jornada, el antídoto se podría resumir así: “El verdadero éxito en una sociedad consiste en reducir al máximo la infelicidad humana y preparar lo mejor posible a los individuos para enfrentar las adversidades y los infortunios que se le presentan en la vida cotidiana… Un mundo en el que la mayor cantidad de gente haga lo que quiera será un mundo en el que privará menos la infelicidad”.

“Debemos hacer de la cultura un atractivo estilo de vida”, ahora la cita es de Héctor Zagal en el diario Reforma del 27 de Febrero de este año. Para ampliar nuestros horizontes mentales, para trascender nuestras miserias, para encontrar alternativas a un mundo de violencia. “La política cultural debe formar parte de la estrategia en el combate contra el narcotráfico. La promoción de alternativas de vida como la cultura es necesaria para prevenir la violencia. Si no lo hacemos, se malgastará el dinero de nuestros impuestos y, sobre todo, seguirá la descomposición del Estado”. Pero el contexto no es nada favorable, Zagal recupera los datos, catastróficos, de la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales levantada apenas el año pasado, donde se encuentra que: “el 79 por ciento de los mexicanos no compró libros por motivos ajenos a la profesión o los estudios. No hallamos gusto alguno por la lectura. El gasto lo refleja contundentemente: el 72 por ciento de los mexicanos no gastó un centavo en la compra de libros durante los últimos 12 meses. Preferimos gastar en refrescos, celulares, cigarros y alcohol, no en libros”. Y es que el mejor vehículo cultural siguen siendo los libros y su lectura, pero no los técnicos, los de texto o los de autoayuda, sí los de literatura, los que crean y recrean el lenguaje que nos sirve para apropiarnos del mundo y de nuestra realidad, los que expresan lo que nos hace falta expresar, los que nos sirven para transformarnos y cambiar nuestra vida y nuestro tiempo.

El resto de los datos de la encuesta deja pocos resquicios para el optimismo, sin embargo hay que hacerlo, las ferias del libro, los intentos permanentes de libreros y de algunos maestros por remar contra la corriente y lograr estudiantes lectores, las reflexiones escritas o en voz alta algo influyen. “Necesitamos algo más que policías y metralletas. Hace falta aprender a disfrutar la cultura”. Quizás con eso, y regresamos con Vargas Llosa, podamos ser menos infelices.