viernes, 29 de abril de 2011

TRABAJO DECENTE

No, no es un asunto de moral personal, no se trata de que haya que elegir entre trabajos con diferente grado de aceptación social. Es que no hay elección, al menos desde el punto de vista del trabajador.

Vamos aclarando, por lo menos desde el 2001 y producto de este capitalismo salvaje disque neoliberal, se reconoce que el rollo ese de la competitividad, de elevar los márgenes de ganancia a costa de lo que sea, ha tenido como víctima principal a los trabajadores. Incluso en sectores productivos donde la mano de obra no es importante en los costos de producción, lo primero que se les ocurre a los empresarios sacrificar, es el sueldo y las condiciones de trabajo. En ese año, recogiendo la preocupación y franca alarma por lo que está sucediendo en todas partes del mundo, aunque en unos más que en otros, la Organización Internacional del Trabajo, que forma parte de la Organización de las Naciones Unidas, propone una definición de lo que debe ser el “trabajo decente”. El concepto se ha ido actualizando con el tiempo, con la suma de organizaciones de trabajadores de diferentes partes del mundo y con el desarrollo teórico en el tema y aunque se antoja insuficiente y con cierto grado de ingenuidad, lo que suele pasar con acuerdos multilaterales, vale la pena considerarlo como punto de partida.

La mejor expresión de la meta del trabajo decente es la visión que tiene de él la gente. Se trata de su puesto de trabajo y sus perspectivas futuras, de sus condiciones de trabajo, del equilibrio entre el trabajo y la vida familiar, de la posibilidad de enviar a sus hijos a la escuela o de retirarlos del trabajo infantil […] Se trata de la igualdad de género, de la igualdad de reconocimiento y de la capacitación de las mujeres para que puedan tomar decisiones y asumir el control de su vida. Se trata de las capacidades personales para competir en el mercado, de mantenerse al día con las nuevas calificaciones tecnológicas y de preservar la salud. Se trata de desarrollar las calificaciones empresariales y de recibir una parte equitativa de la riqueza que se ha ayudado a crear y de no ser objeto de discriminación; se trata de tener una voz en el lugar de trabajo y en la comunidad. En las situaciones más extremas, se trata de pasar de la subsistencia a la existencia. Para muchos, es la vía fundamental para salir de la pobreza. Para muchos otros, se trata de realizar las aspiraciones personales en la existencia diaria y de manifestar solidaridad para con los demás. Y en todas partes, y para todos, el trabajo decente es un medio para garantizar la dignidad humana." EN: Reducir el déficit de trabajo decente: Un desafío global. Memoria del Director general. Ginebra: OIT, 2001. (pp. 8-9).

Con todo y que la aspiración anterior tiene al menos 10 años de haberse trabajado y difundido, en nuestro México es poco conocida entre la opinión pública, porque aquí lo que campea es el desconocimiento, tenemos un movimiento obrero organizado que se quedó en las cavernas propias de su casi eterna gerontocracia, con sus insatisfechas demandas históricas que sacan a pasear cada primero de mayo para tener el mismo espacio de siempre en los medios, como si eso fuera suficiente para sacudirse la naftalina y para olvidar las corrupciones de sus dirigentes y los daños a una clase obrera que está en peligro de pasar del trabajo a la servidumbre.

Se incrementa el desempleo, el salario no es suficiente para vivir con dignidad, hay mayor necesidad de trabajo femenil, se pierden derechos históricamente reconocidos, la infancia queda desamparada y es obligada a un trabajo forzado, la riqueza producida socialmente se concentra en muy pocas manos y la desigualdad amenaza la sobrevivencia de millones de desesperados, los obreros no se identifican con una empresa que los necesita pero los trata como estorbos, no hay capacitación tecnológica porque se prefiere comprarla ya hecha que innovar aquí; la experiencia estorba porque significa reconocer derechos, pagar jubilaciones, aceptar la reciprocidad de una relación laboral.

Para legalizar lo anterior y otras cosas más, el PRI y el PAN avanzan en el acuerdo para una reforma laboral que solo se detiene por la coyuntura electoral, saben que a pesar de todo habrá un costo político que no quieren pagar, pero que consideran indispensable para garantizar el flujo de recursos para sus partidos y candidatos en el corto plazo, total, los trabajadores son votos individuales fácilmente manipulables con lo que queda del corporativismo.

A pesar de todo hay una mínima capacidad de reacción que se puede potencializar, en lo global, tan de moda. Por lo menos la Confederación Sindical Internacional (CSI) ha expresado su rechazo en los medios internacionales y en el primer párrafo de su carta dirigida a Felipe Calderón declara lo siguiente: “El 10 de marzo de 2011, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) presentó un proyecto a la Cámara de Diputados que propone una reforma significativa de las leyes laborales de México. Este proyecto de ley, que también cuenta con el apoyo del Partido Acción Nacional (PAN), fue hecho sin un proceso de consulta previa con todos los interlocutores sociales pertinentes y está lejos de subsanar deficiencias de larga data en la legislación laboral vigente que han impedido la libertad sindical y han promovido el aumento de la inestabilidad en las relaciones de trabajo. La Confederación Sindical Internacional (CSI) representa a 175 millones de trabajadoras y trabajadores en 151 países y territorios y cuenta con 305 organizaciones afiliadas nacionales se une al movimiento sindical mundial para manifestar su firme apoyo y solidaridad a nuestros compañeros y compañeras que se oponen enérgicamente a este proyecto de ley. Le instamos a que haga lo necesario a fin de que se presente una nueva propuesta, de acuerdo con las obligaciones de México conforme al derecho internacional, incluidos los derechos fundamentales de la OIT”. Lo mismo debería aparecer en las mantas y discursos de los trabajadores mexicanos este primero de mayo. Estemos atentos.