viernes, 10 de junio de 2011

IMAGINE

“Imagine que vive en un lugar donde usted pueda matar a quien quiera. Y no pasa nada. Sólo que el muerto cae muerto y ya está. Nada ni nadie le va a molestar. Nadie le va a denunciar. Su vida seguirá el curso normal de la existencia, por dura, atormentada o completamente feliz que ésta sea. De hecho, nada se comentará en los periódicos. Tampoco ningún juez intentará atraparle ni exigirle responsabilidades. Usted cargará con sus asesinatos pero nadie se los echará en cara. Imagine también que usted, sabiendo que no le va a pasar nada, puede violar y decapitar, una vez consumada su hombría, a una mujer. A cualquier mujer. A las que quiera. Y también a sus hijos. Puede secuestrarlas durante días si quiere, y después de violarlas con sadismo, matarlas y abandonar sus trozos en cualquier cercanía. Usted puede estar tranquilo. Porque no pasa ni pasará nada. No se detenga. Siga suponiendo salvajismos con la venia de la imaginación hasta el infinito, hasta ese lugar en que las cosas que ocurren, por alarmantes y sangrientas que sean, acaban reducidas al silencio más brutal e indoloro. Esto, aunque usted lo dude, ocurre. Eso sí, sin ecos ni resonancias. Cada día. En el México de los narcocorridos, donde las lágrimas afiladas perforan las sepulturas de los miles de muertos”. Paco Roda/Rebelión

De eso se trata, de romper con ese silencio brutal e indoloro, de gritar, denunciar, hacer que duela, porque duele. Hay que darle nombres y apellidos a esos más de 40 mil muertos, hay que sacarlos del olvido y de la indiferencia, hay que restregárselos a los culpables de uno y otro lado, hay que verlos como víctimas.

Impunidad significa sin castigo, que se rompe con ese viejo anhelo de cualquier sociedad civilizada, que a quien se porta bien le vaya bien, a quien se porta mal le vaya mal, al menos lo suficiente para tener tiempo de convencerlo de que portarse bien nos conviene a todos, tampoco podemos renunciar a la readaptación social, a la creencia de que cada vez podemos ser mejores seres humanos, todos.

La filósofa francesa Annie Le Brun anda por estos rumbos, asiste a un coloquio organizado por la UNAM, su punto de vista es atractivo por radical, el mal, como una entidad ajena a los seres humanos y que busca poseerlos, no existe: “A los genocidios, a la tortura, a las guerras, no le llamo mal, sino una inhumanidad inherente al ser humano, no niego los hechos, niego la noción del mal”. Curioso, ese punto de vista puede ser compatible con el de los tres dirigentes más conocidos de la Caravana Nacional con Justicia y Dignidad, Javier Sicilia tiene profundas raíces católicas al igual que Emilio Álvarez-Icaza, o simplemente cristianas como el señor Le Barón, desde ambas posiciones se puede pelear por cambiar el significado de la violencia, de la guerra provocada por la corrupción de nuestra clase política y por la hipocresía interesada de nuestro vecino del norte. Hay que creer en la humanidad como un proceso social.

Saber cuándo y dónde comenzó esta locura es difícil de determinar con precisión, lo que sí sabemos es que las señales de alerta nos brincaron en Ciudad Juárez, en sus atroces feminicidios, en la estúpida inacción de nuestros gobernantes, en el encubrimiento cómplice de las cúpulas partidistas, empresariales y religiosas. Paco Roda lo expresa con toda crudeza: “Juárez nos quema las manos, nos ciega los ojos ante esta oscura bestialidad. Y aunque estemos lejos y aunque seamos prisioneros de nuestro inmovilismo conformista, nos reclama para ladrar rabiosamente contra este Apocalipsis hecho realidad. Uno, a veces desearía morir. Pero en algunos lugares ya no hay sitio a causa de tanta muerte”.

¿Qué hacer mientras nuestra clase política le cierra las puertas a la necesaria reforma política, mientras siguen gastando millones en campañas electorales para mantener sus feudos, mientras siguen con su estúpido discurso de siempre? La respuesta parece más simple de lo que en realidad es, pero es un punto de partida válido: “No podemos construir desde la espiral del odio y la violencia, partimos desde la crítica, desde la No Violencia, pero no con la idea romántica de tirar flores por el camino o en los fusiles, proponemos actos contundentes, durante la Caravana iremos a los lugares con más violencia en el país, lo que podría interpretarse como una provocación, sin embrago queremos recuperar el significado de la No Violencia, reclamarle al Estado el cumplimiento de su responsabilidad” Emilio Álvarez-Icaza, entrevistado por Mario Casasús del Clarín de Chile.