sábado, 18 de junio de 2011

PROFES, MAESTROS Y MIGRANTES

Como ocurre cada que se acerca el fin de un sexenio, las prisas por exculparse hacen fluir algunos datos y también son ricos en ocurrencias de última hora. Desgraciadamente no me refiero a la necesaria Reforma Política, esa que tiene que quitarle a los partidos políticos el monopolio sobre la representación política y electoral, esa que debe permitir el registro de candidatos por fuera de las cúpulas partidarias, esa que debe hacer posible contabilizar los votos en blanco porque significan que hay ciudadanos que no se sienten representados por ningún candidato. De otra forma llegaremos a las elecciones del 2012 con la única alternativa de votar por una mafia o por otra, como señala el poeta y figura visible del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, Javier Sicilia.

Una de las ocurrencias recientes, de esas que dejan ver que no existe la menor idea de lo que se está haciendo y lo que se debe hacer, tuvo su origen en la subsecretaría de educación básica de la SEP, según tan sesudos funcionarios, para mejorar ese nivel educativo hay que contratar profesores que tengan un nivel de maestría, ignorando lo que sus propios datos demuestran: que el problema del trabajo en aula no es la capacidad de los profesores en cuanto al manejo de los contenidos, sino al desfase que existe entre lo que ellos saben, y lo que los alumnos deben aprender, de acuerdo a un plan de estudios que apenas se está transformando. La inmensa mayoría de nuestros profesores se saben las materias que les toca dar, pero fallan en los métodos adecuados para provocar que sus alumnos aprendan. No hay una pedagogía actualizada que considere las transformaciones en las formas de apropiarse de la realidad, por parte de las nuevas generaciones, y las técnicas aplicadas en el salón de clase. En el colmo de las soluciones mágicas, se llega a creer que el uso de las tecnologías será suficiente para obtener puntajes altos en las pruebas internacionales, como PISA.

Pero las ganas, las ocurrencias y las cuentas no cuadran con el paisito real, según un estudio dado a conocer el 17 de Junio por la subsecretaría de educación superior a cargo de Rodolfo Tuirán, titulado La educación Superior en México y la movilidad hacia Estados Unidos, en el vecino país del norte y buscando un empleo con un ingreso digno tenemos, al menos, 5 millones de compatriotas con estudios superiores al promedio nacional, que es de 8.6 años. Si la cifra de 5 millones ya es de por sí escandalosa en los detalles se aquilata el desastre; por ejemplo, según la información reseñada por El Universal, casi 142 mil mexicanos con estudios de licenciatura trabajan en la actualidad en la elaboración de alimentos o en oficios relacionados con la construcción, es decir, son cocineros, meseros, lavaplatos, albañiles, carpinteros, plomeros, jardineros o lo que se pueda.

El subsecretario, ya no se sabe si simplemente informa o de plano denuncia, encuentra en su estudio que: “La presencia de profesionistas mexicanos en el extranjero creció en la última década, al pasar de 411 mil a un millón 39 mil, es decir, un incremento de aproximadamente 153 por ciento”. Por niveles, ubicó que “en la licenciatura pasó de 349 mil a 880 mil; mientras que en el posgrado fue de 62 mil a 150 mil, lo cual significa una sangría muy significativa para México”, más si consideramos nuestro nivel de escolaridad promedio. Otra decena trágica más que se suma a las anteriores de nuestra historia patria.
Todavía peor, ni siquiera se fueron a los Estados Unidos con la expectativa de desarrollarse profesionalmente, dado que se fueron en condiciones migratorias irregulares, es decir, sin papeles, como indocumentados, por eso también la poca calidad profesional de sus empleos, aunque, matiza Rodolfo Tuirán, como empleados en las industrias de alimentos o en la construcción ganan mejor que como graduados universitarios en México.

Echándole más limón a la herida, el estudio encuentra también que: “tenemos 360 mil profesionistas desocupados de un universo de 8 millones que viven en México. El problema es la subocupación y los ingresos de los profesionistas. Uno de los motores de la emigración es ese, más que la desocupación, los bajos ingresos asociados al desempeño profesional”. Tal situación es conocida en las comunidades queretanas, salir del país es, en muchas ocasiones, la única alternativa ante la falta de empleos bien remunerados, de esos que permiten vivir con dignidad, pero ahora que es demasiado peligroso emprender la aventura hay que exigir la creación de empleos aquí, aprovechando lo que somos y lo que tenemos. No hay de otra.

FALACIAS

“… si las palabras son el reflejo de las cosas, la comunicación es el reflejo de su entendimiento”. Eulalio Ferrer, Información y Comunicación. Fondo de Cultura Económica.

Comunicar es hacer común algo, es compartirlo, es provocar y dar lo elementos suficientes y necesarios para interpretarlo y entenderlo. No se vale utilizar la comunicación para confundir, para engañar, para ocultar, y sin embargo se hace.

Por ejemplo, hemos estado patinando durante semanas sobre el tema de la violencia escolar o bullying, con cifras que no sabemos si son alarmantes o alarmistas, nadie se ha metido a examinar la fuente originaria de los datos, si a cualquiera le preguntan si en algún momento de su vida ha sido víctima de violencia escolar todos diremos que sí, porque es algo prácticamente inevitable en la vida en comunidad, más en una escuela y más en edades en que apenas estamos aprendiendo a comportarnos con los demás, pero si nos voltean la pregunta a si nosotros hemos hecho víctima de violencia escolar a alguien más, también todos tendremos que decir que sí. Entonces ¿quién define al bullying y cómo se investiga?

No todas las conductas antisociales que se presentan en un ambiente escolar son bullying, los especialistas hacen distinciones importantes, por ejemplo, no son lo mismo: “Disrupción en las aulas, es decir, el desorden dentro de la clase por parte de un grupo de alumnos, problemas de disciplina relacionados con conflictos entre profesores y alumnos, vandalismo y daños materiales, violencia física caracterizada por agresiones y extorsiones, maltrato entre compañeros denominado como bullying, que incluye insultos verbales, rechazo social, intimidación psicológica, entre otras manifestaciones de intimidación y acoso sexual”. La investigadora educativa Leticia Araujo (Educación 2001, Abril 2010) enfatiza la importancia de ubicar con precisión las conductas antisociales porque: “Cada conducta antisocial involucra cierto nivel de conflictividad” y estos son diferentes. Para solucionarlas o controlarlas hay que tomar medidas que correspondan a un diagnóstico preciso, de otra manera, se puede tener un efecto contrario al esperado y deseado. Para saber más la investigadora nos remite al estudio titulado “Disciplina, violencia y consumo de sustancias nocivas a la salud” del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. Entonces, cuando los medios de comunicación, haciéndose eco de fuentes imprecisas, hablan de bullying y hacen que otros hablen de lo mismo ¿a qué se refieren? Peor aún cuando se crea el ambiente social para justificar medidas penales para controlar algo que se puede y debe solucionar de otra manera, para no tener que llegar a casos extremos que sí necesitarían ser castigados con otros mecanismos, si llegaran a presentarse.

Otra falacia producto de la ocurrencia, de las ganas de aparecer en los medios. Desde la subsecretaría de educación básica de la SEP surge la declaración de que para mejorar ese nivel educativo hay que contratar profesores que tengan un nivel de maestría, ignorando lo que la evidencia demuestra: que el problema del trabajo en aula no es la capacidad de los profesores en cuanto al manejo de los contenidos, sino al desfase que existe entre lo que se sabe ―por parte del docente―y lo que los alumnos deben aprender. Vamos, no hay una pedagogía actualizada que considere las transformaciones en las formas de apropiarse de la realidad, por parte de las nuevas generaciones, y las técnicas aplicadas en el salón de clase. Incluso, algunos ingenuos creen que el uso de las tecnologías nos catapultará directo al primer mundo del saber.

Para documentar el escepticismo, Nicholas Carr, (Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?) periodista especializado en tecnología, nos dice que: “Cuando almacenamos nuevos recuerdos a largo plazo, no limitamos nuestros poderes mentales. Los fortalecemos. Con cada expansión de nuestra memoria viene una ampliación de nuestra inteligencia. La Web proporciona un suplemento conveniente y convincente para la memoria personal, pero cuando empezamos a usar Internet como sustituto de la memoria personal, sin pasar por el proceso interno de consolidación, nos arriesgamos a vaciar nuestra mente de sus riquezas”. Y luego nos preguntamos por qué tenemos problemas de desorden en las aulas, o por qué los programas destinados a incrementar el hábito de la lectura no funcionan. Internet, las redes sociales, están determinando la forma en que trabaja nuestro cerebro, lo está cambiando: “Si usted no pertenece a la generación de los nativos digitales pero ha estado usando Internet por diez años o más es posible que sufra de los siguientes síntomas: inhabilidad para concentrarse por largos períodos de tiempo (por ejemplo para leer un libro); lapsos preocupantes de desmemoria; impaciencia general”. Andrés Hax, Revista Ñ. Entonces, las respuestas para mejorar nuestro sistema educativo están en otra parte y no precisamente en la proletarización del trabajo intelectual.