martes, 28 de junio de 2011

RECUPERAR LO PERDIDO

“En las desapariciones forzadas están coludidas las autoridades con los grupos criminales, por eso las procuradurías de justicia se niegan a investigar y cuando un policía honesto se atreve a denunciar a sus jefes, los policías desaparecen repentinamente o son misteriosamente asesinados”. Entrevista a María Herrera, madre de familia que denuncia la desaparición forzada de sus 4 hijos en diferentes fechas y eventos, una de las cinco víctimas que tomó la palabra en el diálogo del poeta Javier Sicilia y la administración de Felipe Calderón. Mario Casasús, Clarín de Chile/Rebelión.

Por lo que significa, por los efectos que puede tener. No hay otro tema. Resulta lamentable, por decir lo menos, que hayan hecho falta más de 40 mil muertes, miles de desaparecidos, una escalada en el salvajismo nunca antes vista en la historia reciente de nuestro país, para que las máximas autoridades accedieran a sentarse a escuchar a ciudadanos comunes y corrientes.

Tanta sangre, tantos muertos, tanto sufrimiento, tantas familias destrozadas para poder reventar el monopolio que sobre la representación política ejercen malamente los partidos políticos y los funcionarios emanados de ellos. Este remedo de democracia ha resultado my costoso. Como dicen por allí, lo poco que hemos logrado es tener varias mafias por quiénes votar, en lugar de tener una sola, pero a final de cuentas, como todas defienden los mismos intereses, pues da lo mismo.

Este 23 de Junio en el Castillo de Chapultepec se encontraron dos interpretaciones diferentes de la misma realidad, una, con un Felipe Calderón ninguneado, al igual que los demás representantes de los países reunidos en primera Conferencia Internacional de Apoyo a la Estrategia de Seguridad de Centroamérica, que se efectuó en Guatemala, por la poderosa e indiferente secretaria de estado de nuestro vecino del norte, una Hillary Clinton que mostró la importancia que le dan a lo que digan los demás al llegar dos horas tarde a esa reunión multilateral. Por el otro lado, un poeta que ha logrado aglutinar las voces desesperadas de millones de mexicanos, hartos de una guerra que les cayó de repente y que los ha convertido en víctimas reales o potenciales.

El primer logro es ese, el encuentro de dos visiones diferentes, de reclamos justos inatendidos, de denuncias de complicidades, impunidades y corrupciones que, para poder ser, sólo benefician a unos poquitos a costa de todos los demás.

Los ciudadanos, aunque no hayamos estado allí, aunque no seamos, todavía, víctimas directas de la barbarie desatada sin un diagnóstico preciso, nos sentimos más representados por esos familiares de víctimas, que por toda esa legión de sinvergüenzas que forman parte de las cúpulas del poder, a quienes no les importamos lo más mínimo.

Hace algunos años, no muchos, cuando al Instituto Electoral de Querétaro se le ocurrió realizar una consulta para hacer una de las varias reformas electorales, algunos ciudadanos propusimos romper con el monopolio de la representación política de los partidos, que los candidatos a algún puesto de elección popular se registraran haciendo uso de su derecho ciudadano a votar y ser votados, y que después, aceptaran o rechazaran por escrito el apoyo de alguno de los partidos políticos. Es decir, el registro quedaba fuera del control de las cúpulas partidistas y en el caso de que hubiera un candidato popular, conocido por su buena fama, con el compromiso de defender los intereses mayoritarios, los partidos se verían en la necesidad de “adoptarlo” para asegurarse una buena cantidad de votos, así salíamos ganando todos. Pero a los consejeros electorales de esa época, esos que no defendieron a sus antecesores y que se quedaron 7 años ganando un sueldo insultante, les dio miedo. A la fecha es un tema pendiente porque a los diputados federales no se les pega la gana convocar a un periodo extraordinario para aprobar las candidaturas independientes, y porque los locales no tienen las agallas suficientes para actuar como un poder independiente, ha de ser porque no lo son.

Esa sería una forma de recuperar la representación que hemos perdido, de no dejar solos a políticos, funcionarios, empresarios y líderes religiosos; de evitar que hagan lo que se les dé la gana para su exclusivo beneficio, de evitar la impunidad y la corrupción, que no declaren guerras y nos traten a todos como criminales en potencia, que no abusen de su poder y que nos protejan contra la delincuencia.