viernes, 9 de diciembre de 2011

LEER O NO LEER


Cicerón escribió: “Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas”, aunque Borges dijo: “El Paraíso es una biblioteca, no un jardín”. Ray Bradbury, el autor de Fahrenheit 451, afirmó: “No hace falta quemar libros para destruir una cultura. Basta con hacer que dejen de leerlos”. Es indudable que todos los escritores somos lectores compulsivos. Dicen que Cervantes leía “hasta los pedacitos de papeles rotos en las calles”. Dos de los escritores más grandes del siglo XX creían que leer era la forma ideal de descubrirnos a nosotros mismos. Marcel Proust sostuvo: “Todo lector se encuentra a sí mismo. El trabajo del escritor se reduce simplemente a una suerte de instrumento óptico que permite al lector discernir aquello que, sin ese libro, quizá nunca habría visto en sí mismo”. Franz Kafka escribió que: “Un libro debe ser el hacha que rompe el mar helado dentro de nosotros”. Homero Aridjis. Que te muerda algún libro. Focus 2011, foro internacional sobre consumos culturales organizado por Unesco, acerca del libro del futuro y el futuro de la palabra escrita.

Las pifias de dos de los precandidatos a la presidencia de la república han puesto de moda, otra vez, a los libros, a la lectura. Temas que han sido recurrentes en esta página de este semanario.

Parecería que no hay nada nuevo qué agregar. No es así. Como lo muestra la cita del mexicano Homero Aridjis, comprender lo que se lee implica el saber descifrar un muy amplio y riquísimo mundo construido por símbolos. Según una teoría del aprendizaje, los humanos no solo heredamos de nuestros antepasados ciertas características físicas: la estatura, el color de los ojos, el tono de la piel, ciertas alergias, la propensión a algunas enfermedades y un innumerable etcétera; también heredamos ciertas estructuras mentales que nos facilitan el aprendizaje del lenguaje, el manejo de símbolos que nos remiten a cosas concretas y que al mismo tiempo las rebasan. Creamos la imaginación, la capacidad de vivir otras vidas y de entender lo que nos rodea con el manejo simbólico que, después, se confrontará con esa realidad que resultará transformada, reinventada, porque nuestros sentidos son apenas pequeñas puertas, muy limitadas, para entrar en contacto con nuestro mundo exterior.

La memoria nos ahorra tiempo, reduce el número de pasos para no tener que empezar siempre de cero. No hay que volver a vivir lo ya vivido, lo recordamos y partimos de allí para construir cosas nuevas de las viejas. Aunque no siempre lo nuevo, por serlo, es mejor.

Si bien todos tenemos la capacidad para aprender a leer y comprender lo que leemos, no es algo automático, se necesita de la voluntad para hacerlo, porque es difícil, porque cuesta trabajo, porque requiere esfuerzo. El asombro, el poder maravillarnos por lo que podemos hacer, el saber compartir sentimientos y emociones, el construir todo un sistema para ponernos en contacto unos con otros y gozarlo, y padecerlo, facilita la tarea. En eso debiera estar empeñada nuestra educación, las miles de escuelas de todos los niveles, los maestros.

Convertir ese esfuerzo para aprender a leer, en placer, no es algo que se pueda desdeñar, está en juego nuestra sobrevivencia como especie. Cuando renunciemos al anhelo de ser cada vez más humanos nuestra permanencia perderá mucho de su sentido. Por eso es importante saber que nuestros políticos, los que aspiran a dirigir este país tan necesitado de ideas, carecen de ellas, que su imaginación está limitada y que apenas alcanzan a balbucear lo mismo de siempre redactado por un ejército de asesores que se rompen la cabeza para mantener a flote una imagen plana, sin más dimensiones que le den profundidad.

Nuestra tragedia compartida es que nuestras familias, las escuelas, los medios de comunicación, las redes sociales, parecen estar diseñados para que renunciemos a la capacidad de leer. La cultura del mínimo esfuerzo nos está llevando a vivir vidas mínimas, emociones superficiales sin frenos éticos ni morales, sociedades donde todo se vale sin la menor consideración por los demás. Leer o no leer no es cualquier cosa.