viernes, 8 de junio de 2012

LA CIUDAD EDUCA

“Las ciudades no pueden construirse ni gobernarse al margen de la gente que la compone, que vive en ellas, es necesario tratar de propiciar el ejercicio de la democracia, de favorecer la participación de la población en la gestión de la vida pública, de permitir la reflexión en relación a lo que la gente vive, aprende, experimenta. La ciudad que educa es aquella que logrará convertir sus calles, sus plazas, sus espacios públicos y privados, sus instituciones, sus establecimientos en un constante y permanente aprendizaje, pero un aprendizaje consciente, creciente y de cambio permanente, en el cual el individuo es uno de los elementos principales en función de esta tarea.” Bárbara Gaete Cáceres en http://www.buenastareas.com/ensayos/La-Ciudad-Que-Educa/2154603.html La disputa electoral en los municipios más poblados del estado tiene mucho que ver con temas metropolitanos, con los que tienen que ver con las ciudades, más el de Querétaro cuya mancha urbana ya lo rebasó y se extiende por otros que ven afectado su desarrollo, para bien o para mal. Por eso resalta la importancia del proceso electoral en este último, porque no se trata de ver a quién se le ocurren cosas disparatadas o que se oigan bonito, si no a la posibilidad de construir espacios habitables y disfrutables para todos. Hagamos un corte temporal anterior. Todo espacio territorial tiene, originalmente, una élite gobernante nativa que construye un discurso que la legitima en esa posición por los siglos de los siglos, en nuestro caso, la “queretanidad” se refiere a esa vieja aristocracia, que por un lado apela a un origen extranjero para marcar un deslinde con los habitantes originarios, principalmente indígenas, y por otro, a su origen por nacimiento en estas tierras. Pero ese discurso comienza a perder efecto cuando la llegada de los fuereños implica la pérdida de control sobre porciones importantes del desarrollo de la región que se refiera. Para decirlo de otro modo, los apellidos ilustres son desplazados por plebeyos desconocidos o por venidos de otras tierras. En el caso de nuestra gubernatura el primer punto de quiebre reciente fue la candidatura y después gobierno de Rafael Camacho Guzmán, más por motivos políticos del partido hegemónico, el PRI, que por voluntad de esa rancia aristocracia que le negó el apoyo durante todo su sexenio, pero las aguas volverían a su curso con otra salvedad, Enrique Burgos, que negoció con esa élite y ubicó a algunos personajes con ese perfil tradicional en puestos importantes de su gabinete. Pero los apellidos ilustres han regresado al gobierno. En un nivel más cercano para el ciudadano, el municipio, ese proceso de sustitución es más notable. Aprovechando la existencia de un partido de oposición más testimonial que efectiva, el PAN, los fuereños han logrado desplazar, poco a poco pero con paso constante, a esas familias que decidían a favor de quién y cómo se gobierna. Seguramente veremos de forma cada vez más frecuente la aparición de nuevos actores políticos en los municipios; por lo pronto, los expresidentes municipales de lugares como la sierra y el semidesierto queretano pueden seguir imponiendo sus apellidos y sus intereses, pero eso se está acabando. Ese rompimiento es el que vemos nuevamente en el caso del proceso electoral por la alcaldía queretana, los nuevos conservadores queriendo mantener el poder político a través de alguien que aprueban y responde a sus intereses, y los no queretanos por nacimiento que buscan satisfacer los propios, en medio, una ciudadanía que reclama la desatención de necesidades básicas y que sólo es convocada para emitir su voto entre alternativas que le son ajenas. Pero las cosas no serán tan fáciles como han sido hasta ahora, el mismo concepto de ciudad ha tenido cambios importantes que las élites, aristocráticas o no, tendrán que ir tomando en cuenta. La profesora Bárbara Gaete da cuenta de ello, se trata de: “convertir cada uno de sus espacios no solo en el lugar que se circula para ir a alguna parte, sino convertirla en lugar para estar, para pararse, para sentir, para compartir, para expresarse relacionándose con la gente que circula en ella, que forma parte importante de un bagaje de información, experiencias que son parte del desarrollo de un individuo […] Junto con esto, es necesario afirmar que la ciudad es un espacio de cultura, reconociendo que la ciudad es la que educa a la escuela y la escuela la que educa a la ciudad. Ella dispone de innumerables posibilidades educadoras, donde la información aparece de manera explícita e implícita. Así, vivir en la ciudad se constituye en un espacio cultural de aprendizaje permanente por sí solo donde todo lo existente puede ser un vehículo de educación.” En fin, hay que actualizar los conceptos y teorías para construir un gobierno que cumpla con lo que se espera en términos de satisfacción de necesidades públicas básicas, de desarrollo urbano incluyente, que sepa construir una ciudad que eduque en la democracia, que favorezca la convivencia, el esparcimiento, la tolerancia y reconozca la diversidad; que busque la expresión de nuevas formas de ciudadanía; que fomente las expresiones artísticas y culturales. Se trata de proyectos integrales, no de ocurrencias de momento o de ejes estratégicos que no se comunican entre sí. Hay que ser más exigentes como ciudadanos en su doble sentido, como individuos con capacidad de organizarse y defender intereses colectivos y como habitantes de espacios urbanos cada vez más extendidos con la posibilidad de ser disfrutables.