viernes, 15 de junio de 2012

SENTIR EL CORAZÓN

En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día: ¡ya no siento el corazón! Antonio Machado Inventamos reglas con la desesperada idea de que las pasiones no nos dominen; aprendemos hábitos en un intento fútil de no pensar y justificar todo lo que hacemos, para reducir nuestro margen de acción y portarnos bien sin necesidad de caer en dudas. Antes de seguir en un aparente divagar, es necesario dejar en claro el motivo de este texto. Surgió de examinar, después de observar, la conducta de algunos de los muchos candidatos que son protagonistas en este proceso electoral. Intenté ponerme en el lugar de alguno pero no pude, la pasión por el poder no es lo mío, imaginar la vorágine de actividades que se tienen que cumplir en una campaña electoral, el recorrer todos los municipios del país como ya lo ha hecho uno de ellos, el tener la agenda llena por semanas y meses, el recibir presiones, sufrir espionaje, estar en la boca de todos y en algunas de ellas sólo para ser maltratado. Es creencia pública que quien se dedica a la política es impulsado por ese lado corrupto que como humanos todos tenemos, que sólo quieren dar rienda suelta a sus bajos instintos aprovechándose del dinero ajeno, de nuestro dinero. Pero quizás estemos pasando algo importante por alto, el filósofo español José Antonio Marina, que ya mencionamos en otro momento, se atreve a asomarse a ese mundo interno que tanto tememos, donde se encuentran esos poderosos motivos para hacer cosas que nos sobrepasan y que no aparecen por arte de magia, o que traemos con nosotros por el simple hecho de creer que somos una especie aparte: “Olvidamos que gran parte de las cosas que pensamos, sentimos y creemos son resultado de un largo proceso de invención, de descubrimiento o de ambas cosas, y que si desconocemos esto, desconocemos también por qué pensamos, sentimos o creemos lo que pensamos, sentimos o creemos.” Es cierto que detrás de lo político, como un gran escenario, están los intereses de personas, grupos, facciones, que se disfrazan de colectivos para imponerse en las mentes de los demás. También damos por cierto que nuestros candidatos están al tanto de ello y son parte, pero habría que plantearse otras posibilidades, entre ellas que esos intereses, algunos inconfesables públicamente, se valgan de la pasión de los verdaderos políticos para lograr sus fines. Pero puede que el apasionado se entere demasiado tarde de estar siendo utilizado o de utilizar a los demás. Regresemos tantito: “Pasión puede definirse como una conmoción afectiva, vehemente, intensa, con gran capacidad movilizadora, que se adueña tiránicamente de la conciencia y que hace perder el control de la conducta”. Así dice en el Pequeño tratado de los grandes vicios y nos recuerda algo que no podemos olvidar, esas pasiones hacen perder el control de la conducta, se saltan la conciencia como filtro para diferenciar el bien del mal. Ya nos metimos en más problemas, parece haber una relación entre la pasión y el mal, por lo menos así lo creen algunos de los pensadores que han moldeado nuestro sistema de valores: “Tomás de Aquino encuentra tres causas internas del mal: la ignorancia, la pasión, la malicia (que es la inversión en la escala de valores).” ¿Qué hacer cuando las pasiones se desbordan, cuando se rompen las reglas o se cae en excesos públicos? ¿Tenemos que resignarnos a que todo se vale? No. No podemos justificar el daño que los otros o nosotros hacemos cayendo en la inacción o en la omisión. Por ejemplo, quedarnos sin reaccionar ante la forma en que se lleva el proceso electoral por la alcaldía de Querétaro no se vale, se están sobrepasando los límites que aceptamos todos. Lo mismo en el caso de la contienda presidencial, hasta inventamos términos como “guerra sucia” para rechazarla al tiempo que la justificamos, como si existieran las guerras limpias. Un proceso electoral tiene contendientes no enemigos, es una competencia por convencer y lograr la voluntad de los electores convertida en voto, pero no puede ser una guerra donde no existen límites, porque nos lastimamos todos. Otra vez Marina: Malo es lo que hay que evitar porque produce dolor, malestar, insatisfacción o muerte. Y esa idea es completamente humana: “Pero el mal surge por oposición a un Bien pensado, de la misma manera que la injusticia sólo tiene sentido si previamente hemos pensado la Justicia.” ¿Cuál es nuestra idea del Bien, de lo permitido, de lo aceptado? Parece que nuestros jóvenes universitarios tienen una mejor idea de ello, no se vale manipular, no se vale imponer, no se vale mentir, no todo lo que se puede hacer se debe hacer. Hay que intentar encausar las pasiones, dominarlas absolutamente puede ser castrante, frustrante e inútil, lo dice bien el poema de Antonio Machado, se deja de sentir el corazón.