viernes, 20 de julio de 2012

ÉXITO ESCOLAR

Los resultados son terribles, reflejan un país al que no le importan sus jóvenes, que les niega la oportunidad de seguir estudiando, que piensa que el acceso a la cima de su sistema educativo debe ser para una minoría. Los rechazados por las instituciones de educación superior suman cientos de miles y no se vale decir que no se prepararon, que no estudiaron, que no le echaron ganas, que son unos irresponsables. Tan sólo dos instituciones emblemáticas como la UNAM y el IPN apenas alcanzan a ofrecer lugares para el 10 por ciento de solicitantes, seguramente las universidades estatales no tienen mejor cobertura. Esos “rechazos” ocurren a días de saber que apenas el 30 por ciento de los profesores de educación básica aceptaron que se les aplicara una evaluación de dudosa eficacia. Como vivimos y compartimos un entramado institucional que casi nunca sirve para lo que se supone que fue creado, las resistencias por las suspicacias son muchas y hasta justificadas. Pero sumerjámonos en el tema del éxito escolar, qué es lo que hacen los estudiantes que aprueban las materias en los diferentes niveles educativos. Aquí se vale que cada quien reviva sus memorias, que recordemos lo que en realidad aprendimos de los contenidos de las materias y las comparemos con las estrategias que usamos para pasar exámenes y obtener calificaciones aprobatorias. Veremos que casi nunca son lo mismo. En la Revista educ@rnos correspondiente a los meses de Julio a Septiembre de este año 2012, el candidato a Doctor en Psicología Leonardo García Lozano publica un artículo con un título provocador “Éxito escolar: porqué los alumnos aprobamos aunque no aprendamos”, que se sustenta en una investigación suya no publicada. Los datos debieran sorprender, quizás el asombro falla porque solo reflejan lo que se vive en las miles de escuelas públicas y privadas mexicanas. Vamos por partes. Se supone que las tareas son para reforzar o profundizar lo visto en clase, que deben hacerse fuera del horario escolar para no distraerse del resto de las materias, con material de apoyo, en un ambiente que favorezca que lo escrito se reflexione y asimile, pero no, según la investigación del casi Doctor García Lozano: “La población que dijo hacer las tareas durante las clases alcanzó el 75%”; obviamente esto no favorece lo que señalamos antes, peor todavía: “Copiar la tarea fue un común para el 74% de la población”, ni siquiera se tomaron el esfuerzo de investigar, de elegir la mejor fuente de información, de comprender, simplemente tomaron lo que otro ya hizo y lo pasaron a sus apuntes o trabajos, a veces sin alterar intencionalmente el contenido, porque hasta copian mal. Para responder un examen: “El 57.2% de la población dijo que hizo acordeones. El 68% de quienes hicieron un acordeón lo usaron en los exámenes, pero además 2.5% de los estudiantes lo usó sin haberlo hecho” nada más se lo pasaron. En esas condiciones habría que cuestionarse sobre la confiabilidad de esas pruebas porque también: “Quienes aceptaron haber copiado en los exámenes fueron 37.5%.” Por si lo anterior no fuera suficiente, quienes no alcanzaron a obtener el puntaje o juntar los requisitos necesarios para aprobar una materia, que fueron el 36 por ciento de la población investigada, utilizaron estrategias como: “trabajos extraclase (35%), soborno (32%), labor de convencimiento al profesorado (20%), regalar material a la escuela (10%), u otras acciones –por ejemplo, ir a un viaje cuyo valor era de 1000 pesos, hacer trabajos para otros compañeros– (3%)”. Con todo esto resulta que la evaluación escolar es una vacilada, que el éxito académico depende de factores que muchas veces no están asociados con el aprendizaje de los contenidos de cada materia, sino de asuntos extras: “Según los alumnos entrevistados cuando han tenido que sobornar, son los maestros quienes tiran el anzuelo, desde pedir donaciones para la biblioteca, hasta accesorios para el auto o zapatos de futbol. Otros señalan que conocían, previa información de sus compañeros de grados superiores, que bastaba con “sacarle plática” al profe para que éste, al final del periodo de evaluación, los ayudara aunque no hubieran hecho nada en todo el periodo; inclusive hay quienes señalaron que no hicieron nada en especial, que fue el mismo docente quien les dijo que les ayudaría”. Y conste que estamos asumiendo, falsamente, que lo evaluado por el profesor, las tareas, los exámenes, en realidad tiene algo que ver con lo tratado en clase y que es importante y por tanto significativo para el estudiante. Aún así eso no sería suficiente aunque sí indispensable, hay otros factores igualmente importantes: “Para transformar la enseñanza habrá que apuntar hacia las condiciones en que labora el profesor en el aula (número de alumnos, número de horas frente a grupo) y a la manera en cómo se organiza el currículo real en la escuela, esto es a las condiciones de colegialidad entre el profesorado que son las que determinan, en mayor grado, el éxito de las innovaciones pedagógicas; la colegialidad no es ajena a la administración escolar”. En resumen y para acabar pronto “no reprobemos a quien no estamos enseñando”.