viernes, 2 de noviembre de 2012

CRÍMENES SIN SENTIDO

No se vale. Hasta hace muy poco tiempo, dele vuelo a la memoria y verá, sabíamos de asesinatos sin sentido por las series extranjeras, principalmente norteamericanas, y nos asombrábamos de los grados de locura a los que podía llegar una sociedad desequilibrada, dividida entre un puritanismo extremo por falso y una liberalidad muy localizada geográficamente ─California, Nueva York quizás─ o bien instalada, comercialmente, en los medios de comunicación. Los asesinos seriales eran casos que brincaban de las investigaciones policiales a los tribunales y a la conciencia colectiva que los veía como símbolos de fuerzas externas ─malignas─ descontroladas. Pero la mitología primero y las ciencias sociales después, encontraron que lo maligno vive dentro de nosotros, de todos, no afuera como una amenaza que simplemente hay que reconocer y evitar. Esos comportamientos aparentemente absurdos que cuestionan nuestra humanidad, porque hacen que predomine nuestra animalidad, se están presentando entre nosotros, pero su mañoso manejo mediático evita que encontramos o siquiera ensayemos explicaciones. El caso más reciente son los restos humanos femeninos encontrados, casualmente, en un pequeño cuerpo de agua en la delegación de Santa Rosa Jáuregui. Las notas periodísticas producto de la “información” oficial son intencionalmente imprecisas, detrás del lenguaje aparentemente técnico y cauto se ocultan datos que la ciudadanía, por su lado, está obligada a completar. La crítica al manejo noticioso tendrá que esperar aunque no hay que olvidarlo. Por ahora recuperemos el hilo de este texto. Como lo demuestran diferentes investigaciones recientes ─por ejemplo “Narcotráfico” de Ioan Grillo, por muchos años corresponsal de medios de comunicación ingleses y europeos en nuestro país─, los descuartizamientos son utilizados por fuerzas militares y paramilitares para producir terror en sus enemigos, el ejemplo más cercano es el de los kaibiles guatemaltecos cuyas atrocidades han sido adoptadas por los “zetas” mexicanos. En ese contexto, el de la delincuencia muy organizada que aprovecha los altísimos niveles de corrupción de nuestra clase política, empresarial y religiosa; la saña respondería a un escalamiento en esta guerra entre grupos opuestos de narcos buscando el control territorial de un mercado en expansión continua. Eso no le quita lo aberrante, pero, aparentemente, estaría contenida a dos bandos que se identifican mutuamente con cierta precisión. Aunque su desbordamiento finalmente es inevitable. Pero nos estamos refiriendo a eventos que no tienen relación con un lucro inmediato, hablamos de crímenes a los que no les encontramos algún sentido, por así decirlo, en términos de una disputa por un mercado ilegal. Parece que la sombra de los feminicidios ─término que ni siquiera reconoce la Real Academia de la Lengua Española─, de la violencia extrema dirigida hacia las mujeres por el simple hecho de serlo, se escapó de Ciudad Juárez para expandirse por todo el país, sin ser Querétaro la excepción. La primera vez que se denunció un evento de tales características fue en el 2009 en San Juan del Río, a grado tal que agrupaciones sociales de distinto signo hicieron el reclamo público como lo reseña “Libertad de Palabra” del 2 de Noviembre de ese año: “El feminicidio no debe quedarse sólo en cifras. Debemos denunciarlo como parte de una política de control contra las mujeres. La violencia contra las mujeres es una forma de control social. Además, la crisis económica y la inestabilidad política desatan la violencia y las principales víctimas son las mujeres. Queremos que la memoria de Alí Cuevas y María Fernanda Loranca Aguilar, no sean sólo una cifra, como no lo deben ser los asesinatos de mujeres. Ni cifra, ni nota amarillista.” Las redes sociales, los medios de comunicación alternativos generados por la propia ciudadanía, son abundantes en alertas que denuncian desapariciones de mujeres, muy jóvenes en su gran mayoría, que contrastan con el silencio o el desprecio por el tema de las diferentes instancias oficiales. En el 2009 siquiera sabíamos los nombres de las víctimas, ahora hasta eso se quiere ocultar. Al menos hasta la redacción de este texto no se sabía.