viernes, 16 de noviembre de 2012

NO DESAPARECEN, ALLÍ ESTÁN

«Al menos catorce mujeres han desaparecido en un período de 37 días (del 1 de octubre al 6 de noviembre de 2012), en el estado de Querétaro, es decir, dos por semana […] Se trata de Andrea Zermeño Hernández de 17 años de edad; María Magdalena Hernández Ayala de 16 años; Ximena Andrea Ramírez Reséndiz de 16 años; Diana Jiménez Ordaz de 15 años; Brenda Luna Hernández de 17 años; Teresa de Jesús García Sánchez de 15 años; Andrea Alejandra Camacho Amaro de 15 años; Verónica Tovar Sánchez de 16 años; Samantha Costello N. de 14 años (a la que se le agrega en su ficha de datos que es originaria de la ciudad de Guadalajara y que “anda en Querétaro con un joven”); María Fernanda Trejo Sánchez de 16 años; Vanessa Pozos Hernández de 15 años; y Vanessa Tapia Moreno de 17 años de edad (consultar http://www.pgjqueretaro.gob.mx/Extraviados/Ext_MujMen.html).» Iván Alcama Garnica, Libertad de Palabra 13 de Noviembre del 2012. Lo que pasa en Querétaro ya lo vimos y seguimos viendo en otras partes de nuestro país, en los estados donde predomina la incorporación femenina al mercado laboral. Es uno de los muchos productos perversos de un modelo neoliberal que beneficia a los grandes capitales que se mueven con el modelo maquilador. Todavía no lo digerimos, estamos metidos en un solo ángulo del problema que no puede ser desdeñado pero que no es suficiente. Las alertas queretanas se prendieron con la creciente violencia dentro de las familias y en las relaciones de noviazgo, algo estamos haciendo mal como sociedad que producimos, toleramos, callamos ante el maltrato y la desigualdad contra la mujer. Parece que nuestro machismo no alcanza a soportar y solucionar, de manera inteligente, el que las mujeres puedan tener oportunidades laborales, ingresos propios no sujetos al capricho del hombre ─sea el padre, el esposo, el novio o cualquier otra forma que adquiera una relación sentimental o de pareja─, que puedan decidir sobre su maternidad, el ejercicio de su sexualidad, en fin, que se produzca un desequilibrio en esa relación de poder que tradicionalmente beneficia y fortalece al lado masculino. Eso hay que conocerlo, asumirlo, solucionarlo. Pero las llamadas “desapariciones” o el encontrar con mayor frecuencia los cuerpos maltratados de jovencitas en lugares apartados o abandonados, puede que obedezcan a otros factores. Es un problema grave que ya vimos aparecer y crecer en Tijuana, Ciudad Juárez, en muchas ciudades y municipios del norte y centro del país cuyo común denominador parece ser el asentamiento de numerosas empresas maquiladoras de capital extranjero, de esos enclaves manufactureros que se benefician de privilegios fiscales que casi nadie conoce, de la mano de obra numerosa, barata, dócil y con un elevado grado de eficiencia, de la impunidad que se les garantiza por debajo de la mesa, de la existencia de sindicatos fantasma que hacen todo menos proteger a las trabajadoras, porque su mano de obra es mayoritariamente femenina y muy joven. Al menos algunos de nuestros lectores opinan que por esa línea investigativa puede encontrarse algo. Reproduzco un mensaje electrónico que me llegó como reflexión al texto titulado “Crímenes sin sentido” publicado en este semanario en el número correspondiente a la semana del 4 al 10 de noviembre de este año, me reservo la dirección electrónica y el nombre del remitente: “acabo de estar por Tijuana este fin de semana y a propósito de tu artículo crímenes sin sentido, quiero mandar una alerta. Allá comenta la gente que los casos de las muertas de Juárez son producto de empresas orientales que le dan gran precio a la virginidad y que hay grupos de trata de personas que les consiguen a las mujeres y una vez vendidas las matan pues ya cumplieron su función, desde luego se comenta que esto es avalado por políticos corruptos desde la época de Fox porque como uno de sus negocios, está el favorecer el capital chino en varias de sus modalidades aquí en México… Cierto o no, más de uno lo comentó en la plática del aeropuerto, hotel, etc. Y cuando el río suena… Yo solo mando la alerta, no sé si sirva de algo, solo soy un ciudadano sin más interés que la seguridad en Querétaro.” Este comentario hay que considerarlo como eso, no se trata de contribuir a la creación de una ola xenofóbica por su coincidencia temporal con los maltratos sufridos por un trabajador en una empresa coreana y que fue ampliamente difundido, en contraste con otros muchos de los que no se quiere saber nada; anteriormente señalamos que difícilmente se puede creer que la narco delincuencia “caliente las plazas” nada más por el capricho de algún descontrolado, lo que sí, es que estos crímenes incrementan su frecuencia y salvajismo a partir de la negligencia de las autoridades que deben investigarlos, esa es la experiencia manifestada por luchadoras sociales como Marisela Ortiz de Nuestras Hijas de regreso a casa A.C.: “En Ciudad Juárez desaparecen mujeres y no se vuelve a saber más de ellas, a menos que sus raptores decidan hacer aparecer sus cuerpos sin vida y con evidencias claras de haber sido brutalmente torturadas y asesinadas, violadas de manera tumultuaria y arrancadas partes de su cuerpo o quemadas. Es un dolor terrible para esta sociedad. ¿No hay nada que mueva a quienes pueden hacer algo al respecto? La desesperación y miedo de las familias de vivir en tal inseguridad al ver a las hijas salir del hogar sin saber si van a regresar, no son motivo que afecte la voluntad de nadie de poner un freno a estos hechos. A la fecha estos crímenes están impunes, y a las mujeres desaparecidas nadie las busca... y los asesinatos y desapariciones continúan sin que a la fecha haya responsable alguno.” Ya no son “incidentes aislados”, es algo mucho más grave que hay que encarar abiertamente, no ocultándolos alegando un falso ambiente de paz y tranquilidad que se resquebraja aún más por el desconocimiento. Una nota triste. Los que conocimos a don Salvador Canchola Pérez no podemos hacer otra cosa que lamentar su muerte, este gran viejo se caracterizó por la congruencia con sus ideales, con sus luchas, con su visión optimista de que el mundo puede cambiar para mejorar, ser más justo e igualitario. Aunque muchos pretendieron abusar de su buena fe, los exhibidos fueron esos otros porque don Salvador nunca transó ni se traicionó, tampoco se envenenó guardando rencores. Su firme compromiso con los más pobres y necesitados marcó su vida desde muy joven, desde su ministerio religioso y después con su testimonio cotidiano, 87 años bien vividos y bien merecidos.