viernes, 8 de marzo de 2013

REALIDADES OPUESTAS

Nuestros sentidos son los enlaces del cerebro con lo que nos rodea, pero no son fieles porque, de entrada, no sabemos si todos vemos, oímos, olemos, saboreamos, o sentimos lo mismo; además, nuestro cerebro interpreta toda la información que le llega y esa interpretación es diferente de un individuo a otro. Por eso algunos pensadores dicen que la realidad está dentro de nosotros, no afuera. Que lo que nos rodea es una cantidad infinita de signos, de símbolos, que de acuerdo a lo que aprendemos podemos leer o no. Y esa “lectura” constituye nuestra realidad. El lenguaje es una extensión de nuestros sentidos, con la capacidad de ponernos en contacto con lo más lejano, inaccesible, increíble y asombroso, así sea nuestra cotidianidad. Por eso podemos opinar sobre cosas que no conocemos “concretamente”. Podemos tener una idea sobre París sin haber ido hasta ese lugar, porque lo conocemos a través de otros, que quizás tampoco estuvieron allí físicamente. ¿Quién, que haya leído Cien años de soledad, no tiene una imagen de la mágica Macondo? ¿Quién no se identifica con alguno de los Aureliano Buendía o con alguno de los entrañables personajes femeninos de esa novela que ya forma parte de nuestra realidad? Y todo esto provocado por el 86 aniversario de un colombiano universal, el de Gabriel García Márquez. No conozco Venezuela pero tengo una idea de ese país, de su gente ─a través de dos venezolanas radicalmente diferentes─, también una opinión sobre Hugo Chávez alimentada por otras, a las que puedo acreditar cierto valor, o de plano desechar. Lo que sí es que el tema no puede sernos indiferente. En un mundo dominado por un brutal neoliberalismo que amenaza con destruirlo todo, y no es una exageración, que alguien defendiera una alternativa necesariamente diferente resultaba atractivo y esperanzador. Pero vamos a los datos y vivencias ajenas que pude conseguir a bote pronto: “En una época en la que casi ningún jefe de estado lee nada -¿qué leían sus detractores Bush, Aznar, Berlusconi, Menem, Fox, Fujimori?- Chávez era el lector que todo autor querría para sus libros. Leía a todas horas, a pesar de las pesadas obligaciones que le imponían sus responsabilidades de gobierno. Y leía con pasión, pertrechado con sus lápices, bolígrafos y resaltadores de diversos colores con los que marcaba y anotaba los pasajes más interesantes, las citas más llamativas, los argumentos más profundos del libro que estaba leyendo”. Atilio A. Boron en Rebelion.org Según Pascual Serrano: “el Hugo Chávez estigmatizado en nuestros medios reducía la pobreza de Venezuela un 44%, según datos de la CEPAL, lo que suponía que cinco millones de venezolanos dejaron de ser pobres […] subió el gasto social al 60% de todos los ingresos nacionales percibidos […] Venezuela, entre 1998 y 2008, vio una disminución del 17.9% de esta desigualdad social, según la CEPAL […] Durante 2011 el gobierno venezolano ha repartido 146.022 viviendas entre los más empobrecidos”. www.eldiario.es Del trovador Guillermo Velázquez que celebra sus 35 años de componer, cantar y zapatear con los Leones de la sierra de Xichú, que publicó este 6 de marzo en su perfil de Facebook: Finalmente, les comparto esta décima con motivo del fallecimiento de Hugo Chávez presidente de la patria hermana que es Venezuela: Hugo Chávez: te distingo y por digno te aquilato fuiste piedra en el zapato del imperialismo gringo, te extrañaremos un chingo compañero, amigo, hermano, con amor bolivariano y en tu nombre, Comandante, grito con voz exultante: ¡SOY LATINOAMERICANO! También estaba el Hugo Chávez calificado de dictador a pesar de ganar sucesivos procesos electorales; el que dibujaban como orangután algunos caricaturistas que no apreciaban las expropiaciones de empresas privadas, algunas mexicanas y pertenecientes a los hombres más ricos del mundo según la revista Forbes; el que disfrutaba de la música mexicana aunque no fuera entonado como Vicente Fernández. O el niño pobre que llegó a dirigir una de las potencias petroleras y que a pesar de eso vivió en un país que no reflejaba tal bonanza. O como cuenta Juan Hernández Navarro en La Jornada del 6 de marzo: “Sus narraciones seguían el modelo clásico de las sonatas musicales, en el que dos temas contrastantes se desarrollan en tonalidades vecinas. En sus discursos echaba mano por igual de la poesía y el canto. “Yo canto muy mal –se justificaba–, pero, como dijo aquel llanero, Chávez canta mal, pero canta bonito”, para, a continuación, interpretar una canción ranchera o una balada […] Antimperialista, antineoliberal, comenzó a hacer el milagro de construir los cimientos de la utopía en un país que imaginariamente estaba más cerca de Miami que de La Habana. Llanero de pura cepa, fabulador incansable, Chávez soñó revivir el ideal socialista cuando muy pocos querían hablar de él. Y lo hizo, para no traicionar nunca su infancia de niño pobre de Sabaneta.”