sábado, 13 de abril de 2013

DEBATE NECESARIO

Quién sabe cuántas veces haya que repetirlo, la presunta reforma educativa propuesta por el actual gobierno federal no es tal, es apenas una reforma laboral aplicable a los profesores del sistema educativo público. No se tocan contenidos, ni enfoques pedagógicos, ni las condiciones materiales de todas y cada una de las escuelas del país, eso lo impondrán después. Sí es una respuesta a las presiones de organizaciones empresariales disfrazadas como meramente civiles, a sus intereses, a sus posibles negocios. Uno de los especialistas más respetados, a través de su blog eduardoandere.net pone las cosas en claro: “Cuando la palabra educación se hace genérica y se le utiliza como panacea de todos nuestros problemas, es muy fácil desde cualquier trinchera: política, empresarial, internacional, acusar a la mala educación y a las malas escuelas, como las culpables de nuestra ignorancia y estancamiento […] Es mucho más probable que nuestros males y carencias provengan de una desafortunada sucesión de malos gobiernos y pésimos líderes que de malas escuelas y malos maestros […] La educación, ya sea en forma de crianza o instrucción, sólo nos entrega la oportunidad de ser mejores; pero no nos saca de todos nuestros escollos.” Cuando los políticos y empresarios, con toda su ignorancia sobre el tema, se ponen a pontificar, legislar o a decidir sin más límites que sus prejuicios, provocan más problemas que los que creen resolver. Es cierto que una organización sindical no debe tener injerencia en asuntos ajenos a la defensa de los derechos de los trabajadores, no debe repartir plazas a su antojo, mucho menos venderlas. Tampoco debe, como sindicato, repartirse puestos directivos, ni defender corruptos o inútiles. La sociedad, sea lo que signifique eso, no puede permitir que se descalifique o denigre a sus maestros, ni permitir que cualquiera, por muy buenas intenciones que tenga, o por mucha que sea su necesidad laboral, ocupe una posición frente a un grupo de niños o jóvenes, o sea director o supervisor. Los planes de estudio ─contenidos, tiempos, actividades, formas de evaluar─, los enfoques pedagógicos, el sistema de premios y castigos deben ser parte de un proyecto de país, de estado, de comunidad, de ser ciudadano; y tampoco puede estar a capricho de cualquier grupo de presión, independientemente del disfraz que se ponga. Por ello, los cambios, las reformas, deben contar con la participación de los profesores, porque deben ser los primeros convencidos de modificar su actuar frente al grupo de estudiantes, cosa, esta última, que no ha sucedido. Es cierto, la evaluación es importante, pero cualquier medición no es evaluación, otra vez Eduardo Andere ─No a la evaluación universal, en Educación a debate, 2 de junio de 2012─ «Para empezar, cualquier evaluación con el apellido universal es antitética, y quizá, antiética. Los maestros sí deben evaluarse pero a través de otros instrumentos. La evaluación magisterial debe ser local, conducida por los directores de las escuelas y realizadas por consejos, grupos o redes de pares. Nunca universal y nunca con base en pruebas estandarizadas que sólo lastiman al maestro y lo ponen en el banquillo de los acusados innecesariamente […] La evaluación es un instrumento poderoso de aprendizaje; no sólo la de los estudiantes sino también la de los maestros. Es algo que los pedagogos y aprendólogos deben decidir; es su tema, su recinto epistemológico. Ni los políticos ni los empresarios pueden y deben meterse en el lenguaje del aula y la docencia. Su tarea debe ceñirse a facilitar que la buena pedagogía y los buenos maestros florezcan. Y no a pasarlos por la báscula de los intereses políticos o ideológicos. Los maestros tienen razón al rechazar este tipo de evaluación populista y propagandística que descansa sobre una premisa totalmente falsa: “que los maestros son el principal factor asociado al aprendizaje de los niños y jóvenes y, por tanto, si el aprendizaje es deficiente, es por culpa de los maestros” […] La evidencia de más de 50 años de evaluación educativa de los aprendizajes medidos por pruebas estandarizadas en el mundo muestra que lo que sucede fuera de la escuela es tan o más importante que lo que sucede en la escuela para explicar la varianza de los resultados educativos.» Quizás algunas de las demandas de los maestros que se han estado movilizando, principalmente en el sur de nuestro país, no estén tan fuera de la realidad como algunos medios de comunicación han estado machacando, el no reconocer que tienen algo de razón, el cerrar las vías del diálogo y la negociación hasta que se llega a situaciones límite, enconará los enfrentamientos, o peor aún, hará que conflictos sociales que han sido parte de un contexto de desigualdad y pobreza, confluyan y requieran respuestas integrales que el sistema político no esté dispuesto a dar porque se afectan sus intereses. Es cierto que impedir el tránsito por carreteras y autopistas no será bien visto, menos por los directamente afectados; formas y fondo se confunden. Considerar formas diferentes de ver la educación puede ser útil y esperanzador, concluyamos con Andere: “Pensemos en una nueva educación y forma de educar, donde, las personas sean más importantes que las instituciones; donde no importa cuáles sean los arreglos de políticos y cúpulas, mi aprendizaje, mi quehacer diario, mi libertad para tomar un libro en lugar de prender la televisión, esforzarme en lugar de pasmarme, o ejercitarme en lugar de sentarme, es lo que hace la diferencia y el cambio. De esta manera, la solución al fracaso educativo de México no vendrá por un plan de reforma sino por el esfuerzo del hogar, el aula, la escuela, la comunidad; los padres de familia, los maestros, los educandos. Aprender es una fascinación. Sólo cada uno de nosotros puede construir los edificios del conocimiento, inteligencia, creatividad y sabiduría. ¿Cómo? Mediante el desarrollo de ambientes desafiantes y poderosos de aprendizaje.”