viernes, 26 de abril de 2013

CONSENSOS AL MARGEN

“El incentivo de un buen maestro lo constituye el avance de sus estudiantes, esa es su mayor satisfacción y lo que da sentido a sus afanes. Un buen maestro es aquel que tiene la pasión, el compromiso de lograr que sus estudiantes progresen porque los valora como personas, porque los respeta y los aprecia. Si un maestro tiene esta actitud vital, y el Estado garantiza las condiciones laborales y materiales adecuadas, lo demás vendrá por añadidura. Los reconocimientos, las promociones, los estímulos económicos –conceptos que dirigen a la mal llamada reforma educativa–, son sobornos que se practican en los medios empresariales (y en otros ámbitos) para lograr que los trabajadores realicen tareas que en sí mismas no les interesan, les desagradan, los enajenan. Para los patrones, los trabajadores son sus subordinados, sus empleados (según la etimología de esta palabra, sus doblegados); sin los sobornos no es previsible que hagan las cosas como quiere el patrón o el jefe. Esta no es la relación que ha de establecerse entre el Estado y el magisterio.” Manuel Pérez Rocha en ¿Es privatizadora la reforma? Diario la Jornada 18 de Abril 2013. En el trato noticioso se privilegian los bloqueos carreteros, las tomas de casetas de peaje, la destrucción material de ventanales y mobiliario, la movilización y difusión forzosa de mensajes radiofónicos, la pérdida de horas de clase. Todo eso es cierto, no se puede negar, hay evidencias; pero también refleja la descomposición por décadas de un sistema educativo que no es el único que enseña. Por debajo se percibe una dispersión teórica, pedagógica, de proyecto, que poco a poco ha ido confluyendo en consensos que pocos se han encargado de señalar. Como si el magisterio estuviera deshaciéndose de prejuicios, rompiendo los paradigmas que lo han encorsetado por lo menos los últimos 30 años. Uno de ellos es el señalado al principio, de autoría del académico e investigador Manuel Pérez Rocha. Los profesores no somos mercenarios, no se nos debe desviar de nuestro objetivo con tácticas provenientes de otros ámbitos laborales, no fabricamos tornillos. Somos ejemplos, buenos y malos, de lo que puede ser un ciudadano. El problema es que esos consensos se están procesando por fuera de los canales institucionales, quizás porque estos no existen. Nuestras autoridades se han empeñado en atizar la animadversión contra el sector magisterial para aprovechar e imponer su visión empresarial de la educación. Y muchos no estamos de acuerdo. Dejemos las generalidades, vamos a lo concreto: “Los valores definidos por el artículo tercero de la Constitución, tal como lo redactó el Constituyente surgido de la Revolución, están en el polo opuesto del individualismo y la competencia que reina en el mundo empresarial […] La reforma impuesta con precipitación irresponsable por los intereses políticos del nuevo gobierno institucionaliza antivalores que contradicen esta filosofía. Consagra al maestro como “homo economicus” y a la escuela como una estructura jerárquica en la cual el director es considerado como un líder (sic) que ha alcanzado este puesto de privilegio, esta promoción, por medio de la rivalidad con sus colegas (concursos). Los maestros quedan como empleados cuyos ingresos y permanencia están sujetos a los resultados de evaluaciones. Ha quedado desechada como una utopía, o una ingenuidad, una organización escolar horizontal, democrática, que permita la construcción de comunidades de aprendizaje.” No se niegan los vicios, las corruptelas, por lo menos desde el lado de los profesores, en que cayó la educación pública a partir de esa relación enfermiza entre SNTE y gobiernos de los distintos niveles. No es tolerable la venta o herencia de plazas, tampoco la confusión perversa entre funcionarios y burocracia sindical, o los miles de “comisionados” que hacen fontanería electoral o dedican sus afanes al control político y económico de los que sí trabajan, o los privilegios tolerados que se disfrazan de derechos adquiridos. Pero hay otros temas que no son tratados porque cuestionan lo hecho y lo que se quiere hacer. Una investigación de Laura Poy Solano, periodista experta en educación, encuentra que los cambios implementados desde la década de los 70’s del siglo pasado, acelerados en el sexenio salinista: “han propiciado que se pierda el sentido social de la formación (de los maestros). Al proceso educativo se le despojó de una ética”. En entrevistas a diferentes especialistas para un artículo publicado, entre otros, en La Jornada del 22 de abril de este año, relata que «Lucía Rivera Ferreiro, profesora de la UPN y experta en el sistema educativo nacional, señaló que pasamos de la construcción, en los años 30 y 40, del docente como un agente comunitario con el compromiso de impulsar un proyecto de nación, a vivir la docencia “como una profesión de riesgo, donde lo importante es no meterse en problemas y mantener un empleo en condiciones cada vez más precarias”. Agregó que el deterioro de la calidad educativa en el aula se profundizó con la firma en 1992 del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, con la que el ex presidente Carlos Salinas de Gortari “dio un golpe maestro” […]Se impulsa una transformación, agregó Lucía Rivera, de gran calado donde la educación deja de ser concebida como un derecho humano y un bien social cuya responsabilidad en el acceso, pertinencia y permanencia recae en el Estado, a “ver la educación como un servicio, una mercancía, un objeto de asistencia social, e incluso, de caridad”». Tanto para la burocracia de la SEP como para la sindical, recordar que Elba Esther Gordillo pidió la desaparición de las escuelas normales, donde se forman los maestros, la formación docente tenía que cambiar a la par del contexto neoliberal y sucede lo que señala Ruth Mercado, experta en formación docente del Cinvestav «hay una escasa atención a muchos de los programas para los cuales los docentes no son capacitados, los cuales “llegan siempre a las escuelas sin considerar las verdaderas condiciones de trabajo del profesor, por lo que están condenados al fracaso, incluso antes, de que lleguen a los salones”». Y pese a todo se nos quiere evaluar con los mismos instrumentos. En fin, las redes sociales, los bloqueos, las calles, están sirviendo para discutir y proponer lo que en los ámbitos institucionales encuentra oídos sordos. Los profesores nos estamos dando los espacios que se nos niegan desde la oficialidad, más interesada en imponer su visión empresarial e individualista. Mejor que el encontronazo se dé desde las ideas, en un ambiente pacífico y abierto, y no desde la inconformidad en las calles y plazas por un madruguete impositivo que no resolverá los problemas, más bien nos hará perder otras décadas de desarrollo equitativo e incluyente.