viernes, 29 de noviembre de 2013

LA ESPERANZA EDUCATIVA

En todo hay modas, más ahora que los medios de comunicación masiva popularizan lo que sea sin jerarquización ni análisis alguno. El tema viene a cuento porque a la pobre de Paloma Noyola, la mañosamente llamada “Steve Jobs mexicana” por la revista Wired, la usaron para hacer un escándalo que poco o nada la benefició. Esa niña de un barrio de pepenadores de Matamoros que logró tener excelentes puntajes en la prueba ENLACE, fue tomada como ejemplo de un modelo “pedagógico”, así entre comillas, que se presupone exitoso y novedoso. En nuestra no tan lejana niñez, todos los adultos sabían que si ponían a nuestro alcance algún juguete o aparato de cualquier tipo, lo primero que se nos ocurría era experimentar y después destriparlo para encontrar cómo funcionaba. Esa curiosidad “destructiva” se consideraba de lo más normal, incluso era y es una tontería dejar a un niño solo con un animalito que no puede defenderse o aguantar las urgencias investigativas de cualquier cachorro humano. Me consta. En una ocasión tuve que dejar mi mascota, un pato de 15 días de nacido, a cargo de mis hermanos menores, su curiosidad, de mis hermanos no del pato, apenas aguantó para que en un descuido de los adultos cercanos lo “echaran a volar” desde la azotea de la casa familiar, ni qué decir que el pobre palmípedo no soportó el trancazo del aterrizaje. Bueno, pues esa curiosidad aplicada al manejo de una computadora sencilla es objeto de homenajes, como si fuera un gran descubrimiento. Y es que cuenta el profesor de primaria del grupo donde estaba Paloma, que ante la carencia casi absoluta de recursos materiales y didácticos de la escuela donde laboraba, se le ocurrió investigar en internet y encontró el método del nuevo gurú de la educación, el doctor e investigador Sugata Mitra, quien basa toda su investigación en una declaración que él mismo resume así: “Hay lugares en la Tierra, en cualquier país, donde, por diferentes razones, no se pueden construir buenas escuelas y los buenos maestros no pueden o no quieren ir…” Y en lugar de preguntarse el porqué de tal situación y cómo hacer para revertirla, la da por un hecho ineludible y comienza, en 1999 su experimento llamado “Hoyo en la pared” (Hole in the wall), básicamente se trató de incrustar una computadora en una pared, me imagino que por aquello de que se la fueran a robar, en un barrio pobre de Nueva Delhi y observar lo que hacían los niños. Para variar, lo que hicieron los infantes, fue ponerse a manipularla y “aprender” lo que estaba a su alcance. Pero ese gran descubrimiento no lo es tanto, la curiosidad infantil no fue provocada por el doctor Mitra, sino por la presencia de un objeto que les llamó la atención. Volvamos al caso del maestro de nuestra Paloma mexicana, quien en tres ocasiones presentó el examen de ingreso a la carrera magisterial y en ninguna logró entrar, si le aplicaran la nueva precarización laboral disfrazada de reforma, lo corren. También lo hubieran hecho si su supervisor de primarias le cae no respetando el modelo pedagógico que establecen los planes oficiales. Pero vamos a otros casos más extremos, ya no nos fijemos en el “aprendizaje” que lograron mis precoces hermanos sobre la maduración física, la resistencia corporal y la aerodinámica de mi pato. Vamos con un niño que se desarrolla en condiciones de nula o mala guía por parte de los irresponsables y convenencieros adultos que lo rodean, es el “Ponchis” que aprende a ejecutar a quien le mandan y obligan, que también aprende a destazar los cuerpos de las víctimas propias y ajenas. Quizás algún temerario se atrevería a afirmar que lo que tuvo al alcance no fueron juguetes inofensivos para los demás, o alguna desprevenida mascota para experimentar, pero sí tuvo acceso a armas, a drogas, a dinero fácil con todo lo que el mismo consigue, y aprendió a usarlas. El doctor Mitra tiene varias afirmaciones célebres, cortitas, porque en un mundo globalizado hay que aprender a expresarse en menos de 140 caracteres y, de preferencia, en inglés, así que abusando del conocimiento de los lectores encontramos, por ejemplo: “Education is a self-organizing system, where learning is an emergent phenomenon.” Mejor regresemos al español porque se acaba el espacio, comparemos lo anterior con una visión radicalmente diferente: “De hecho, buena parte de nuestros conocimientos más elementales los adquirimos de esa forma, a base de frotarnos grata o dolorosamente con las realidades del mundo que nos rodea. Pero si no tuviésemos otro modo de aprendizaje, aunque quizá lográramos sobrevivir físicamente todavía nos iba a faltar lo que de específicamente humanizador tiene el proceso educativo. Porque lo propio del hombre no es tanto el mero aprender como el aprender de otros hombres, ser enseñado por ellos. Nuestro maestro no es el mundo, las cosas, los sucesos naturales, ni siquiera ese conjunto de técnicas y rituales que llamamos «cultura» sino la vinculación intersubjetiva con otras conciencias […] Por decirlo de una vez: el hecho de enseñar a nuestros semejantes y aprender de nuestros semejantes es más importante para el establecimiento de nuestra humanidad que cualquiera de los conocimientos concretos que así se perpetúan y transmiten. De las cosas podemos aprender efectos o modos de funcionamiento, tal como el chimpancé despierto ‒tras diversos tanteos‒ atina a empalmar dos cañas para alcanzar el racimo de plátanos que pende del techo; pero del comercio intersubjetivo con los semejantes aprendemos significados. […] Y por «significado» no hay que entender una cualidad misteriosa de las cosas en sí mismas, sino la forma mental que les damos los humanos para relacionarnos unos con otros por medio de ellas” Fernando Savater, El valor de educar. Si de preferencias se trata, nos inclinamos por la visión del filósofo español, más completa, más intencionada, más exigente y esperanzadora.