viernes, 24 de enero de 2014

LODOSA REALIDAD

“Se presumirá como defensa legítima, salvo prueba en contrario, el hecho de causar daño a quien por cualquier medio trate de penetrar, sin derecho, al hogar del agente, al de su familia, a sus dependencias, o a los de cualquier persona que tenga la obligación de defender, al sitio donde se encuentren bienes propios o ajenos respecto de los que exista la misma obligación; o bien, lo encuentre en alguno de aquellos lugares en circunstancias tales que revelen la probabilidad de una agresión.” Artículo 15 del Código Penal Federal en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/9.pdf Se vale dudar, sospechar de las supuestas buenas intenciones de unos y otros, pero había que hacer algo y lo tenía que hacer alguien, porque la situación lo amerita, porque ya no se soporta, porque perdemos lo que tenemos de humanos. El riesgo es detenerse por creer que el peligro tiene fronteras, tiene fechas o caducidad nada más porque alguien lo dice o porque hay que cuidar personas que ostentan cargos o representación que no se merecen, o por mantener vigente un entramado institucional rasgado e imposible de remendar. Le tenemos miedo a reconocer que hacen falta cambios profundos si no queremos que el actual estado de cosas empeore, porque puede deteriorarse aún más aunque parezca ─ ¿a quién le parece?─, que ya se tocó fondo. Tenemos que repensar y experimentar nuevas formas de convivencia, rescatar la solidaridad social que tan buenos resultados nos ha dado, y actuar en colectivo. Aplicar y fomentar la tolerancia con quienes quieren encontrar su espacio de paz y felicidad sin afectar negativamente a los otros, recordar que tenemos derecho a una vida privada aunque las redes sociales y las cúpulas religiosas nos dicten lo contrario. Pero hay cosas que deben ser intolerables: callar y mantenerse inactivos ante la injusticia creyendo, falsamente, que nunca resultaremos afectados si fingimos ignorancia; celebrar y considerar como un éxito las ganancias mal habidas, las transas que catapultan a los cínicos esperando que también nos beneficien; tolerar la violencia creyendo que nunca nos va a tocar porque somos suertudos o cuidadosos o buenos. Como lo dice el investigador y fundador de la Universidad de la Tierra Gustavo Esteva: «hemos caído en una forma de lodo social y político. Del mismo modo que el lodo no pertenece al mundo terrestre ni al acuático porque está en los dos, vivimos en un régimen en que resulta imposible distinguir con claridad entre el mundo del crimen y el de las instituciones. Este hecho espeluznante, que seguimos negando, es tan peligrosamente evidente en Michoacán que genera un esfuerzo múltiple y frustráneo de ocultamiento […] Esos empeños producen lo contrario de lo que buscan, porque tiene cada vez mayor fundamento la hipótesis de que se ha vuelto imposible deshacerse de ese lodo. Las instituciones han sido a tal grado contaminadas por la lógica del crimen, cuyo catálogo es interminable, que la única opción efectiva es desmantelarlas, construir otras. Tal es la conclusión a que ha estado llegado un número creciente de personas. Para mucha gente, empero, particularmente en las clases políticas, aceptar esto es más intimidante que el violento enredo actual que no logran entender y mucho menos encauzar y resolver. Por eso rechazan las pruebas de la ¬evidencia.» El espejo michoacano. La Jornada 20 de enero del 2014. Aunque el artículo 15 del Código Penal Federal admite la legítima defensa, más cuando: «se repela una agresión real, actual o inminente, y sin derecho, en protección de bienes jurídicos propios o ajenos, siempre que exista necesidad de la defensa y racionalidad de los medios empleados y no medie provocación dolosa suficiente e inmediata por parte del agredido o de la persona a quien se defiende», no podemos estar a expensas de que cada quién se rasque con sus propias uñas o consiga su AK-47 para defender su integridad física o sus bienes. No se puede vivir continuamente en la excepción porque se convierte en regla, y eso se llama guerra civil. Existen fundamentos teóricos suficientes para ello, como lo demuestra María Cruz Camacho Brindis: «Sin embargo, hay casos excepcionales en que la justicia estatal no puede brindar ninguna protección; En estos casos el sujeto no puede esperar; si no hay nadie que le salve, tendrá que actuar por cuenta propia para salvar bienes que están en peligro de ser lesionados y actuando totalmente en forma legítima. Ya Hegel fundamentó la legitimidad de la defensa privada en la absoluta nulidad de la injusticia: "la agresión injusta es la negación y la defensa, la afirmación del derecho. Por tanto, ésta niega la negación y anula la injusticia, afirma así el derecho."» Legítima defensa, en: http://www.azc.uam.mx/publicaciones/alegatos/pdfs/29/32-12.pdf Afortunadamente la capacidad de indignación sigue presente, nos sigue lastimando ver y saber de injusticias, de los escándalos de nuestras cúpulas gobernantes, empresariales y religiosas; pero más nos indigna que no haya consecuencias, que sigan abusando de un poder que se han robado impunemente y que lo utilicen para ensañarse con los más vulnerables, que a fuerza de costumbre y mala tolerancia, somos casi todos.