viernes, 7 de febrero de 2014

ESTRIDENTES

Molestos, llamativos, exagerados y hasta violentos; así son los estridentes. Y así son los llamados de algunas organizaciones para que se reponga la aplicación de la prueba ENLACE en la educación básica con el argumento supremo de “es que no hay otra”, a pesar de que el Instituto Nacional de Evaluación Educativa prefiriera cancelarla por su baja confiabilidad y utilidad. La organización empresarial Mexicanos Primero a la cabeza de la estridencia, detrás los funcionarios públicos que mal diseñaron la prueba, que pervirtieron su uso, que toleraron su mala aplicación y el despilfarro consecuente, como Josefina Vázquez Mota. Hay voces expertas que sí tienen credibilidad en el tema educativo, que han investigado el propio y los supuestamente exitosos, Eduardo Andere escribe: “Por supuesto que debe existir evaluación educativa. Pero, en el mejor de los casos ¡ENLACE debe cambiar! Debe dejar de ser: censal para todo el país; obligatorio como si fuera un culto; de alto impacto como si fuera verdadero; y, sobre todo, obsesivo. Ni en los Estados Unidos de América epítome de la medición y evaluación, existe una prueba censal nacional. Y la resistencia a este tipo de estandarización no sólo es fuerte sino que gana terreno en EEUU y el mundo. México tiene el riesgo de ser anacrónico antes de tiempo, lo cual es un pleonasmo, aún con un INEE y una SEP repletos de expertos. ¡La política mata a los expertos!” (http://www.educacionfutura.org/si-a-la-evaluacion-no-a-enlace/#sthash.DkUPuv3j.dpuf). Macario Schettino también es contundente: “ENLACE es una prueba corrupta, y su uso no ayudaría en nada en el futuro próximo. Por el contrario, sólo está reforzando prácticas que deseamos erradicar lo más pronto posible. El INEE tiene razón al cancelarla, y los grupos que se molestaron por la cancelación tienen que dirigir su justo enojo a promover nuevos instrumentos de medición, pero no a restaurar ése.” (http://www.educacionfutura.org/confusiones-intelectuales/#sthash.NROqigX2.dpuf). Manuel Gil Antón prefiere ser más comparativo: ¿Qué hacer si se tienen elementos de duda, fundados, sobre la calidad de un laboratorio clínico, de tal manera que sus resultados no son confiables?, ¿Es adecuado medir, una y otra vez, la temperatura de un hijo que se siente mal, con un termómetro que arroja datos con cambios inverosímiles de una toma a otra? Lo más inteligente, creo, es evitar ese laboratorio, así como desechar el termómetro de marras. Argumentar que es imprescindible seguir usándolos pues «no tenemos de otra», insistir en que aunque malos han de emplearse, ni modo, en lo que se generan alternativas, no es, de nuevo a mi parecer, conveniente. (http://www.educacionfutura.org/enlace-en-lios/#sthash.UjnpJdh6.dpuf). Los que tenemos un contacto más cercano con las tripas de nuestro sistema educativo, conocimos de cerca muchas de las formas que se ingeniaron para pervertir los resultados; lástima que nuestro sistema político, corrupto y convenenciero, no permite medirlas, denunciarlas y, además, que se corrigieran oportunamente y con consecuencias, quizás porque involucraban hasta a escuelas privadas que buscan cualquier forma de incrementar su “prestigio” y rentabilidad. Eduardo Backoff, consejero del INEE menciona algunas de ellas: “son muchas las formas en que, según la investigación educativa, se puede corromper una prueba. Algunas son muy sutiles y difíciles de percibir, mientras que otras son muy obvias. Entre las sutiles se encuentran: 1) enseñar para la prueba y practicar las respuestas y 2) asegurar que los estudiantes de bajo rendimiento no se presenten a clases el día de la prueba. Entre las formas abiertas de corrupción se encuentran: 1) robar y destruir las pruebas, 2) dar a conocer y distribuir los cuadernillos antes del examen, 3) dictar las respuestas correctas a los alumnos, 4) permitir que los estudiantes se copien y 5) cambiar las respuestas de los estudiantes, una vez que éstos entreguen el examen. (http://www.educacionfutura.org/todo-lo-que-quiso-saber-sobre-enlace-y-nunca-se-le-informo/#sthash.ApCW6eIl.dpuf). Tratar de evaluar las habilidades, actitudes, valores y conocimientos que se adquieren en la escuela no es nada fácil, primero, porque están intensamente relacionados con aprendizajes provenientes de otras fuentes: la familia, los medios de comunicación, las iglesias, los políticos, las empresas, las ciudades y demás. Segundo, porque pretender medir lo que alguien tiene dentro de su cabeza depende de factores que son imposibles de controlar: estado de ánimo, nutrición adecuada, motivación para responder a una evaluación en un momento arbitrario, expectativas, etc. Se dirá que la estadística intenta prever esos factores y por eso se calcula un índice de confiabilidad, pero eso sólo introduce un factor de incertidumbre más, no soluciona los anteriores. Sí, hay que evaluar, pero los cómos, los cuándos y para qué no pueden estar ajenos a las peculiaridades de cada escuela, de cada grupo de estudiantes, de los profesores, de cada asignatura y de su relación con las otras y con el mundo extraescolar, que a final de cuentas es el que cuenta.