viernes, 28 de febrero de 2014

CHAPUCERÍAS

El tema es obligado, por la importancia de las actividades delincuenciales que se le acreditan, por el blindaje de impunidad que requiere, por la tentación de aceptar dinero en una economía en estancamiento y crisis permanente, por la simple y cochina búsqueda inescrupulosa de poder. Joaquín Guzmán Loera, alias el Chapo Guzmán, logró ser la cabeza visible de un emporio económico y empresarial difícil de cuantificar, aunque Forbes lo calcule en más de mil 200 millones de dólares, se cree que con presencia en más de 50 países y ramificado en múltiples empresas y actividades económicas. Porque hoy, hasta la política es una cuestión de compra y venta. Las investigaciones serias, aunque divergentes en aspectos puntuales, permiten asomarnos a lo que apenas alcanzamos a atisbar de un imperio construido con la participación, complicidad, complacencia y silencio de muchos actores importantes, allí están los libros de Anabel Hernández Los señores del narco, de José Reveles El cártel incómodo, y de Héctor de Mauleón Marca de sangre. Sin restar méritos, el primero es el más comentado por la profundidad lograda en la búsqueda de esos datos y nombres que algunos pretenden ocultar. Por lo que se sabe, el narcotráfico como negocio multinacional y controlado por grupos poderosos no existió en México hasta el gobierno de Miguel de la Madrid, antes existía una especie de connivencia ─que según el diccionario es: Disimulo o tolerancia en el superior acerca de las transgresiones que cometen sus subordinados contra las reglas o las leyes bajo las cuales viven─ y convivencia con quienes se encargaban de pasar los cargamentos de droga por territorio nacional con destino a nuestro ansioso y pacheco vecino del norte. El acuerdo incluía el respectivo “impuesto”, que no anduvieran armados y la condición de que los narcóticos no se vendieran aquí. Pero el neoliberalismo tenía pensada otra cosa. Según los testimonios recogidos por Anabel Hernández, el gobierno norteamericano de Ronald Reagan, con toda la perversidad de la que fue capaz y con la paranoia desatada por el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua, decide entrarle al negocio para que parte importante de las ganancias se utilizaran para financiar la contrarrevolución en nuestro vecino centroamericano. La consecuencia fue obvia, el tráfico de estupefacientes creció como nunca antes y los grupos delincuenciales mexicanos adquirieron el poder que ahora, en muchos países, estamos padeciendo. Otro analista que vale la pena traer a cuento es Edgardo Buscaglia autor del libro Vacíos de poder en México, quien lleva años alertando sobre las consecuencias de permitir y hacerse cómplices de los grandes capos de la droga. En la entrevista más reciente con que contamos al momento de escribir este texto, a pregunta expresa sobre la importancia de la detención del Chapo aclara que «para no resultar cínicos, hay que señalar que el objetivo de una detención de esta naturaleza es bajar la frecuencia con que se cometen delitos económicos. En este sentido, podemos dejar de lado los homicidios, no porque carezcan de importancia, sino porque no pueden ser un adecuado indicador del poder de un cártel del crimen organizado. La red de Sinaloa comete menos homicidios que otras menos poderosas porque tiene un claro poder arraigado en su zona, de suerte que pueden prescindir más fácilmente de medidas tan violentas. Así, pues, no se trata simplemente de que bajen los índices de crímenes violentos, sino de dar un golpe fuerte al sistema de delitos económicos que estos grupos mantienen, y que son, por supuesto, el principal motivo por el que cometen atrocidades de cualquier otra clase […] la detención del Chapo es inconsecuente, pues no se traduce en un golpe para el cártel en ningún sentido. La experiencia internacional enseña que cuando la detención de líderes criminales no se traduce en desmantelamientos patrimoniales, el sistema al que pertenece sigue expandiendo sus fronteras. Esto lo explicó muy bien “el Mayo” Zambada cuando fue entrevistado por Julio Scherer en 2010. Él dijo “a mí me pueden matar justo ahora. Tenemos mecanismos de remplazo”. En efecto, se trata de redes sumamente organizadas, con franquicias en más de 50 países. Así, no se les daña capturando a un miembro de su directorio, por más importante que sea, de la misma manera que un banco internacional no se vendría abajo por la detención de uno de sus grandes ejecutivos […] La opción de la extradición podría ser más rápida para aplicar justicia, pero representa un escenario muy triste, pues termina siendo una válvula de escape para los vacíos de estado. En el fondo, no sería una negociación entre gobiernos para ver cuál está en condiciones de juzgar más adecuadamente al criminal, sino un dispositivo para que México siga prescindiendo cómodamente de una estructura adecuada de justicia.» http://www.sopitas.com/site/293851-la-captura-del-chapo-no-se-traduce-en-un-golpe-para-el-cartel-entrevista-con-edgardo-buscaglia/ En el fondo, detrás de la incapacidad del estado mexicano, quedarían sin tocar las estructuras que han permitido la expansión de la delincuencia organizada a grados que amenazan la existencia ordenada y democrática del mismo. Cada vez son más las voces que denuncian y aseguran que vivimos ya en un narco estado por los índices de impunidad y corrupción que están a la vista de todos. No queda más que presionar para que la detención, que amenaza en convertirse en una telenovela más de cansados y repetitivos capítulos donde todos sabemos el final aunque finjamos no hacerlo, tenga un desenlace sorpresivo, ajeno a los guiones diseñados desde un poder ─político y empresarial─ anquilosado e inútil para los ciudadanos comunes y corrientes.