viernes, 21 de marzo de 2014

CUESTIONAR LA POBREZA

La comparación es obligada pero casi nadie la quiere hacer. Una simple suma, el cruzar los datos de fuentes diferentes pero equivalentes puesto que se está sumando lo mismo: el simple ingreso de unos cuantos contra el vergonzoso ingreso de otros muchos. El resultado alcanzó para ser la nota principal en La Jornada de este 19 de marzo ¿por qué en el resto de los medios de comunicación no lo fue? Vamos a la fuente original aunque esté en inglés, total los números no entienden de idiomas. Pidámosle a la computadora que abra el sitio http://www.forbes.com/billionaires/#tab:overall_country:Mexico y sumemos las fortunas representadas “principalmente por el valor de sus empresas en los mercados accionarios” de los diez mexicanos más ricos. Si la computadora no miente y no tiene por qué hacerlo, la suma de sus fortunas es de 132.9 en miles de millones de dólares. Si consideramos las cifras oficiales y hacemos la comparación pertinente resulta que: “15.7 millones de hogares tienen un ingreso anual que equivale a menos de dos terceras partes (57.2 por ciento) de la fortuna de los diez mexicanos más acaudalados.” La Jornada. Que suertudos dirían algunos, es el destino podrían decir otros, pero como decía el mexicano Heberto Castillo, los ricos no tienen dólares machos y dólares hembras como para juntarlos en sus bóvedas y ponerlos a reproducirse; ese dinero se traslada de los bolsillos de muchos para caer en los de muy pocos. ¿Cómo se logra eso? Con un sistema económico que favorece la concentración de la riqueza por un lado, mientras que socializa la pobreza por el otro. Ejemplos hay muchos. Si se grava con impuestos a los contribuyentes cautivos que son los trabajadores y empleados que cobran por nómina y se permite que las grandes empresas puedan deducir, o simplemente evadir el pago de los impuestos que les corresponden; o cuando ese dinero ineludiblemente recolectado del trabajo de los más se usa para “rescatar” las empresas de esos ganones, haciendo deuda pública lo que es deuda privada ─el caso descarado del FOBAPROA-IPAB─; o teniendo salarios muy bajos con una productividad media o alta; o pagando en exceso servicios y productos que además son de mala calidad, como la telefonía, el acceso a internet, los refrescos y la comida chatarra, el crédito bancario y comercial, nuestras disque modernas autopistas que nunca terminan de repararse, el exceso de precio del pan y sus derivados, la destrucción de grandes extensiones de tierra para sacar minerales a cambio de un pago miserable por hectárea, el espantoso y caro transporte público, el ineficiente sistema de salud, la carencia de prestaciones laborales, el discriminador sistema educativo y mejor le paramos antes de caer en la desesperanza. A cambio de esas desigualdades nos quieren conformar con políticas sociales diseñadas no para detener y revertir la pobreza, sino para incrementarla. En otras latitudes planetarias causan asombro nuestros programas gubernamentales de “apoyo” al campo, a los más jodidos, a los ancianos, a las madres solteras, las becas estudiantiles y ahora el seguro a los desempleados. Pero ese asombro no es por la cuantía ya que están muy pichicateadas, o su cobertura geográfica que atiende más a criterios electorales que de verdadera necesidad, mucho menos a su contradictorio impacto ─según la OCDE “En México el gasto social es equivalente a 7.4 por ciento del producto interno bruto (PIB), el más bajo del bloque. El promedio para todos los países que pertenecen a ese organismo es 21.9 por ciento del PIB. El más alto es el Francia, que equivale a 32.8 por ciento de su producto”─; sino a que su diseño no toca, para nada, los intereses y privilegios de esos que concentran la riqueza que producimos entre todos, al contrario, los refuerzan, porque esos “apoyos” terminan también en los bolsillos de los más ricos, ya que no hay donde más se puedan ir. Allí está la transa del seguro de desempleo, limitado a un miserable salario mínimo mensual y además financiado con los propios recursos de los trabajadores a través de su subcuenta de vivienda que cada trabajador tiene en el IMSS o ISSSTE, que además está integrada al bajo salario que cada uno recibe y equivale al 5 por ciento del mismo. Otra vez, se buscó no afectar los intereses de los empresarios, no tocar el presupuesto destinado a programas sociales, que como ya vimos es el más bajo de todos los países que integran la OCDE, y sacar una “prestación” a costa de las pocas e insuficientes que ya tienen los mismos trabajadores. Recuerde el “programa social” que más le guste o del que sea beneficiario, dele una revisadita comparándolo con las cifras y argumentos aquí presentados, juzgue si corresponden a lo que se dice en su, esa sí, excesiva propaganda. Escribe Roberto Saviano en su libro CeroCeroCero, que la delincuencia organizada encontró que la democracia es un sistema político donde todos tienen un precio; entonces, y aquí ya nos separamos de ese autor, nuestro precio está determinado por el miedo a perder lo poquito que tenemos de esas “ayudas” sociales, a ser un paria más que ni siquiera aparece en alguna lista de “beneficiarios” de las limosnas oficiales. Habría que agregar que entre más pobres somos, como país, más barato es el precio que se paga por nuestro voto. Mientras, esos 10 mil millonarios y los que les siguen seguirán creyendo que pueden vivir con la seguridad de seguir disfrutando de sus privilegios, pero las personas, hasta las más miserables, tienen un límite y no son infinitamente maleables, que no se nos olvide, a todos.