viernes, 4 de abril de 2014

CON LA CABEZA EN LOS PIES

Dos acontecimientos se roban la agenda informativa, uno que hasta trasciende las fronteras porque el tema así lo exige, lástima que tenga que ver con Querétaro, con su realidad y con las contrastantes declaraciones huecas de funcionarios públicos de todos los niveles de gobierno; con la pobreza de sus habitantes, con el descuido y falta de desarrollo de la cabecera de uno de los municipios con mayor futuro en el desarrollo industrial del estado y del país. Importa que al segundo en importancia de una organización criminal lo hayan “neutralizado” ─como en el lenguaje técnico se denomina a la muerte─, pero quedan muchas preguntas sin responder porque hemos renunciado a hacerlas. “México es el origen de todo. El mundo en el que ahora respiramos es China, es la India, pero es también México. Quien no conoce México no puede entender cómo funciona hoy la riqueza de este planeta. Quien ignora a México no entenderá nunca el destino de las democracias transfiguradas por los flujos del narcotráfico. Quien ignora a México no encuentra el camino que distingue el olor del dinero, no sabe cómo el olor del dinero criminal puede convertirse en un olor ganador que poco tiene que ver con el tufo de muerte barbarie corrupción. Para entender la coca hay que entender a México.” Roberto Saviano CeroCeroCero. Curioso que celebremos el centenario de Octavio Paz, ese intelectual y poeta fuera de clasificación que se empeñó en tratar de entender este país hasta donde la alcanzó el aliento, poniéndonos un muro de silencio para no entender el estado que guarda en la actualidad. Que sean otras miradas las que descubran ese México escondido detrás de las miles de notas intrascendentes, sin relación entre sí, como un caleidoscopio que no encuentra su simetría porque está roto por dentro y nos empeñamos en mantener nuestra pupila pegada a su extremo ciego y descompuesto. Pero hablamos de dos temas, el segundo es más doméstico y complementa al anterior, porque no se puede llegar a esos extremos de criminalidad, de crueldad, de indiferencia por el sufrimiento humano sin antes pasar por un sistema educativo que ha servido como incubadora de la corrupción e impunidad. Y no nos referimos solo a las escuelas, sino a todo lo que nos rodea y nos educa, a las familias, a las instituciones públicas y privadas, a las iglesias, a los todo poderosos medios masivos de comunicación. Pero la escuela, ahora sí en singular, podría ser el germen de una educación alternativa que evitara los efectos nocivos que esas instituciones contrahechas provocan en nuestros niños y jóvenes, porque ahora hay que “salvarlos” hasta de esas sacrosantas influencias, que en lugar de protegerlos los inducen a la frustración, a la desesperanza, a la incertidumbre sobre algo tan básico como su futuro inmediato, y esos ingredientes solos ─imaginémoslos combinados─ producen respuestas violentas. Es fácil hacer leña del árbol caído. Tirios y troyanos están utilizando los resultados del censo escolar para demeritar, aún más, la labor de los profesores que se rifan el físico y la mente frente a un grupo numeroso de niños y jóvenes que no encuentran algo y alguien en quien creer, que llegan a su escuela mal nutridos, mal queridos, mal apoyados y mal tratados. Ya sabemos que según el citado censo en nuestro subsistema de educación básica hay casi 26 millones de alumnos que tratan de ser atendidos por menos de un millón de profesores con plaza; que existen casi 262 mil “centros educativos”, que el 31 por ciento de los mismos ni siquiera tienen agua y que un porcentaje mayor tampoco tienen drenaje ─no tienen servicios de drenaje el 43.7% de las primarias y el 42.7% de las secundarias─; que los alumnos del 15% de las escuelas no tienen una silla para sentarse, o una mesa para descansar los brazos, el libro, los cuadernos; que apenas el 6 por ciento tienen acceso a internet. También nos enteramos que hay más de 32 mil maestros que tienen más de 60 años con el desgaste físico y psicológico que eso implica y que no se jubilan por muchas causas que parece a nadie interesan. Pero nos fijamos en que 39 mil profesores no se encontraron en la escuela donde los papeles que tenían los censores en ese momento decían que tenían que estar, ignorando la enorme cantidad de movimientos diarios que hay entre una escuela a otra, de una región a otra. Se nos olvida que un sistema dinámico no puede conocerse a detalle con una fotografía tomada por un aficionado que ni siquiera lo conoce. Resulta más confiable comparar nómina contra entrega física del pago, sea en efectivo, con cheque o depósito a tarjeta de débito. Por supuesto que debe haber “aviadores” quienes cobran sin trabajar y que allí están metidos líderes sindicales, presidentes municipales y gobernadores. Claro que hay un exceso de “comisionados sindicales” que hacen el trabajo político de su antidemocrática dirigencia y del partido que los cobija, pero las autoridades no toman la decisión de cerrar esas lacras porque se sirven de ellos para conservar su poder. Según el censo en Querétaro existen 4,055 “centros de trabajo”, 450,255 alumnos en educación básica ─la mitad en primaria─ atendidos por 30,348 personas de los cuales 21,115 son maestros. El análisis del resto de los datos quedará para después. Definitivamente hay que rescatar nuestras escuelas de décadas de abandono, prestigiar el trabajo docente, ser sensibles a la situación desesperada de nuestros niños y jóvenes, amarrarle las manos al resto de las instituciones que mal educan para restarles influencia o reorientarlas. Lo peor es caminar en sentido contrario argumentando buenas intenciones o la búsqueda de una calidad que se pierde en los laberintos de la desigualdad.