viernes, 16 de mayo de 2014

EL LADO LUMINOSO DE LA LUNA

Las palabras no fluyen, los sentimientos encontrados piden la ayuda de la experiencia y el tiempo para hallar la mejor forma de expresarse, la pedagogía mexicana es rica en ambas cosas, quizás Pablo Latapí Sarre, desde el lugar donde se encuentre, nos pueda dar una manita: “Creo que ser maestro tiene, como la Luna, su cara luminosa y su cara oscura. […] El lado oscuro de la luna lo conoces bien. Es el bajo sueldo y, más a fondo, lo que ese sueldo significa: el poco reconocimiento social hacia el maestro. Esto duele; lo percibes todos los días y te acompaña como mala sombra; a veces alguien te ve de arriba a abajo; mucha gente no valora ni lo que estudiaste ni lo que haces. El lado oscuro son también los escasos recursos con que cuentas para realizar tu tarea y la poca atención que les mereces a las autoridades. Fuera del libro de texto y el gis, casi no cuentas con nada; estás librado a tu imaginación.” Pablo Latapí Sarre http://www.escatep.ipn.mx/Documents/ClubLectura/Frente%20al%20espejo/CARTA%20A%20UN%20MAESTRO.pdf Nada ha cambiado dentro del aula, lo escrito en Carta a un maestro por Latapí se aplica casi en cualquier periodo histórico de nuestro país y en todo nivel educativo. De un tiempo para acá, los maestros somos señalados por los políticos y los medios de comunicación como los únicos culpables del desastre educativo, tal señalamiento no es inocente, quieren distraer la atención de su propia responsabilidad, de sus complicidades, de sus transas, de la cooptación corrupta de las dirigencias sindicales. “Júntale a todo lo anterior la pobreza de los alumnos que les dificulta tanto aprender; la testarudez, indisciplina y rebeldía de algunos muchachos en el aula; la ignorancia, a veces, de los padres de familia que no saben estimularlos ni corregirlos, y la maledicencia, que nunca falta, en la comunidad. Para ganarte la atención de los chicos tienes que competir con la "tele", los videos y los cantantes de moda, en batallas que están perdidas de antemano; y, como colofón, se te culpa no solo de que los alumnos no aprendan, sino de todos los males del sistema educativo. Decididamente, el lado oscuro es más bien negro, de tantas dificultades y problemas que tiene la profesión.” Las escuelas no son guarderías y los maestros no somos cuidadores, de más está decir que los niños y jóvenes tampoco son mercancías que se depositan en un lugar que parece seguro y de donde no se deben mover. La corrupción, impunidad y desigualdad han convertido los espacios educativos en, casi, el único lugar donde se puede dar una convivencia armónica y no violenta, a pesar de los escándalos de acoso escolar y las contadas denuncias de mal trato. Las escuelas son, todavía, espacios donde la convivencia, el aprendizaje y esparcimiento están libres del consumo de drogas legales o ilegales; donde se intenta, a pesar de la masificación, conocer y apreciar a los alumnos por lo que son y lo que pueden ser, sin fanatismos ni discriminaciones; o al menos eso se intenta. Pero no somos mártires ni masoquistas, encontramos satisfacciones en lo más humano que tenemos como especie, otra vez la voz de Latapí: “¿Qué pondremos en el lado luminoso? […] recuerdo siempre tres cosas que me parecen hermosas y hoy añoro. La primera es la experiencia de "ver aprender"; suena curioso decirlo así pero no hallo otra manera. […] El momento en que las letras se convierten en palabras y éstas en pensamientos es como un chispazo que estremece al niño y al adulto por igual; en ese momento el niño sonríe y su sonrisa es expresión de triunfo, gozo de descubrimiento y juego ganado; en el adulto es emoción que le desconcierta, comprobación de que "no era tan difícil" y extraña sensación de descubrir que el pensamiento está escondido en los garabatos del papel. […] Ver aprender, presenciarlo, más como testigo que como actor, es la satisfacción fundamental de quien enseña. Lo malo está en que a veces nos concentramos tanto en enseñar, que acabamos contemplando cómo enseñamos en vez de disfrutar el milagro continuo de los que aprenden. Ver aprender es ver crecer y madurar a los niños y jóvenes, comprobar que adquieren capacidades que no tenían, que hablan mejor, que juzgan por sí mismos y que van saliendo adelante. […] Ser maestro o maestra es ser invitado, en ciertos momentos privilegiados, a entrar al alma de un chico o una chica y ayudarle a encontrarse, a afirmar paulatinamente su carácter, a descubrir sus emociones, quizás a superar sus temores y angustias. Y para muchos alumnos el maestro o la maestra son los únicos apoyos con que cuentan. […] Tus alumnos te obligan a estar enterado de cuanto pasa; te bombardean con preguntas; te ponen en órbita; de todo tienes que saber; acaban enseñándote más que tú a ellos. Esto es bonito: ser maestro es seguir creciendo. […] Si en el balance final las luces son más poderosas que las sombras, no lo sé. Es cosa de vocación, de inclinación interior, de proyecto de vida. O quizá de amor. Y digo la palabra sin ruborizarme porque creo que la profesión de maestro emparenta con la paternidad y ésta o es amor o no es nada. […] Si tienes vocación de maestro, concluyo, creo que tú también opinarás, sin grandilocuencias ni idealizaciones, que la Luna es, decididamente, luminosa y bella.”