viernes, 20 de junio de 2014

PARA VERNOS A LOS OJOS

No podemos hacerlo todo y por eso nos agrupamos colectivamente para resolver nuestras necesidades, desde las más urgentes y vitales, hasta las que tienen que ver con nuestra calidad de vida. Porque una cosa es nada más existir y otra vivir bien, de manera digna, que valga la pena el esfuerzo que ponemos cotidianamente en ello. Vivir en sociedad requiere que tengamos la seguridad de que los otros no abusarán, que harán lo necesario para que a todos nos vaya bien, o menos mal, como se quiera ver. Por eso la confianza es necesaria para tener un tejido social que nos soporte a todos, tener la certeza de que si nos portamos bien, poniendo por delante los intereses colectivos, hará que los demás también lo harán y entonces todos ganamos. Pero una cosa es la teoría y otra la realidad, más en países como el nuestro cuya historia está llena de sinvergüenzas y sinvergüenzadas. No es rollo ni pesimismo mal justificado, el Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México realizado por varias instancias que se dedican a la investigación social, encargado y presentado el 17 de este mes por lo que es hoy el Instituto Nacional Electoral, ofrece un retrato nítido de un tejido social desgarrado por la desconfianza, por el no creer en los otros, quizá ni en uno mismo. «La ciudadanía en México atraviesa por un complejo proceso de construcción que se caracteriza por la desconfianza entre las personas y de éstas hacia la autoridad, especialmente en las instituciones de procuración de justicia; por la desvinculación social en redes que vayan más allá de la familia, los vecinos y algunas asociaciones religiosas y por el desencanto con los resultados que ha tenido la democracia.» Los datos duros son terribles. «A nivel nacional el porcentaje de encuestados que respondió que “si se puede confiar en la mayoría de las personas” fue de casi el 28% por ciento, mientras que poco más del 70% respondió que “no se puede confiar en la mayoría de las personas”. En general, a nivel nacional el nivel de confianza hacia instituciones y organizaciones políticas y sociales no supera la mitad de los encuestados excepto en tres casos: el ejército (62%), los maestros (56%) y las iglesias (55%). Los encuestados confían un poco más en el gobierno federal que en el gobierno de su estado y municipio (36% contra 30%). Por su parte, la confianza en los partidos políticos y los diputados está por debajo del 20%, y la confianza en la autoridad electoral es del 34%.» La confianza se aprende, no es algo que se tiene de nacimiento y tampoco baja del cielo. Se otorga por buena voluntad y se espera que sea correspondida, que se practique. La desconfianza sí se puede inocular, las campañas de desprestigio tienen ese fin, a alguien le conviene que no podamos vernos a los ojos, que no nos reconozcamos en los demás, que nos consideremos posibles o seguros enemigos. Apenas la semana pasada en este semanario examinamos las consecuencias que tienen las campañas que descalifican a instituciones o sectores sociales en quienes necesitamos confiar, porque trabajan para disminuir los enormes desequilibrios de poder. Hay quienes, por cuidar sus intereses personales o de grupo, están interesados en que nos mantengamos dóciles y desunidos para no enfrentar sus crecientes abusos. Quieren que seamos malos ciudadanos aunque digan lo contrario, porque: «Hablar de ciudadanía integral es considerar que el ciudadano de hoy debe acceder armoniosamente a sus derechos cívicos, sociales, económicos y culturales, y que todos ellos conforman un conjunto indivisible y articulado.» Hay otros comportamientos que destruyen ese tejido social que debe abarcarnos a todos, la discriminación es uno de ellos y la percepción que tenemos sobre el tema resulta reveladora. El espejo que nos pone enfrente el INE muestra que el porcentaje de personas que dijeron haber visto que otros son discriminados por su apariencia física es del 75.3; por su clase social el 76.4; por su color de piel el 70.9; por ser mujer el 58.5; por ser indígena el 70.7 La construcción de un marco legal conveniente para unos cuantos o la aplicación selectiva, corrupta y tardada de la justicia también está presente: «La mayoría de los encuestados considera que la ley se respeta poco o nada. Esto resulta preocupante, ya que el cumplimiento de la ley es el indicador más claro de contar con un estado de derecho eficaz. Además, el respeto a la ley también está ligado a la percepción que los ciudadanos tienen del sistema de justicia.» ¿Qué tanto cree usted que se respetan o no las leyes en México? Mucho el 4 por ciento de los encuestados; algo el 29; poco el 37; nada el 29. La desconfianza impide la vida colectiva, que no nos organicemos, por eso nuestros niveles de participación social son pobres y quedamos indefensos: «La forma más común de participar en grupos es por medio de asociaciones religiosas, con un total de 21%de los mexicanos afirmando su pertenecía a ellas, 11% en una forma activa y 10% inactiva. En segundo lugar se ubican las asociaciones de padres de familia, esto se puede explicar porque son un aspecto clave en las actividades de las escuelas. El 6% son miembros activos y 13% ya eran miembros con anterioridad, sumando una tasa total del 19%. Las organizaciones deportivas están posicionadas en el tercer lugar, con una tasa de participación total de 15%, con 6% activos y 9% inactivos. Los partidos políticos ocupan el cuarto lugar, con 3% de los mexicanos indicando su membresía activa en ellos y nueve su pertenencia previa, con una tasa total de 12%. La membresía en sindicatos tiene casi 4% de los encuestados como miembros activos y casi 8% de miembros inactivos, ocupa el quinto lugar con 11% en total.» Hay muchos datos más, todos interesantes y que se pueden consultar en: http://www.ine.mx/archivos2/portal/DECEYEC/EducacionCivica/informePais/