viernes, 18 de julio de 2014

EL SILENCIO

Ni por dónde empezar. El que la autoridad tenga la obligación de rendir cuentas sobre lo que ha hecho y dejado de hacer debiera ser un ejercicio crítico y continuo. Está de moda el exigir que todos sean sujetos de evaluaciones periódicas para saber el nivel de desempeño, todos menos los directivos y gobernantes que pueden seguir haciendo y deshaciendo a su antojo, sin más límite que su ambición y capricho. Siquiera antes se daba un disque mensaje político, con la pretensión de guiar o darle algún orden a las ideas y cifras expuestas, ahora ni eso. Parches, puros parches de información desarticulada, sin jerarquizar, al gusto de los supuestos redactores que hicieron abuso del “copiar y pegar”. No todo tiene que ser malo, no se trata de desacreditar el trabajo de cientos o miles de trabajadores que hacen lo que pueden, y hasta más, con los recursos públicos que les alcanzan a llegar. Vamos, los efectos de gastar 23 mil y medio millones (23, 540, 183,000) de pesos de presupuesto estatal se tienen que ver en alguna parte y eso puede ser bueno. El primer pero surge cuando se sabe que el 83 por ciento de ese presupuesto se debe a “participaciones, aportaciones y transferencias federales”, lo que implica una dependencia hacia el ejecutivo de ese nivel que se antoja poco sana para el desempeño del estado. Hay que quedar bien con el presidente y su gabinete, hay que ser dócil, hay que saber hacerse a un lado y no contrariar, ni con el pensamiento, a quien reparte sin más criterio que sus simpatías o antipatías. Porque el presupuesto federal y estatal que supuestamente revisan y autorizan los congresos correspondientes, pasan sin cambio y con un remedo de discusión, nada más para taparle el ojo al macho y justificar los cuantiosos ingresos propios. Los informes municipales se quedan cortos con respecto al anterior, navegar por el sitio del municipio de Querétaro buscando el segundo informe sólo sirve para encontrar el del anterior munícipe panista, y eso con el buscador de la misma página, del actual apenas un boletín de prensa y el video con duración de una hora con 7 minutos, ¿alguien se lo echará completo? “Una ciudad bonita, la sonrisa de México” ¿Alguien sabe qué es eso? Ni hablar del atorón verbal cuando agradece la presencia del representante de “su partido”, como que ni él está convencido, en fin, la retahíla de menciones a sus invitados gasta un buen de tiempo ¿qué hace allí el vicario de la diócesis? Y sus “amigos” comenzando con quien está más cerca en sus afectos: Diego Fernández de Cevallos. En el Marqués apenas un boletín de prensa, no hay liga, tampoco la posibilidad de descargar el documento, si acaso unos “banners” publicitarios sin contenido alguno. La liga a su supuesta página de Facebook no sirve porque la página no existe. En el de Corregidora ni el texto, ni boletín, ni nada que se le parezca. Si se quiere algo de información hay que recurrir a la cobertura de los medios, más cargados a la página de sociales que a otra cosa. “Así pues, el silencio adquiere auténtico valor comunicativo cuando se presenta como alternativa real al uso de la palabra. Si se elige el silencio en lugar de la comunicación verbal, está quedando reflejada alguna actitud del sujeto ante el entorno y, por tanto, podemos inquirir cuál es esa actitud. Ante quien no quiere cooperar hablándonos, preguntaremos enseguida por qué lo hace: ¿por miedo?, ¿indiferencia?, ¿por ocultar alguna cosa?” Álex Grijelmo, La información del silencio. Cómo se miente contando hechos verdaderos. En el caso de la información que aquí extrañamos o que se desdeña desde quien la emite, corresponde también la indiferencia o el silencio de quien debiera recibirla. ¿Por qué los partidos políticos o las organizaciones sociales del más diverso tipo no exigen el diálogo? ¿Por qué no cuestionan los silencios disfrazados de mala promoción, de datos fuera de contexto, de ceremonias sin sentido? ¿Por qué los ciudadanos respondemos con más silencio? Estamos rodeados de destellos informativos que no logran ofrecer algo de claridad, más bien resaltan las sombras, los vacíos, inducen a la truculencia, esconden más de lo que revelan porque ofuscan la mirada. “La relación entre información y silencio nos conduce de inmediato a la censura, que ha ido adquiriendo con el tiempo diversas formas más refinadas, como la autocensura o como la denominada «espiral del silencio» (o agenda-setting): la exclusión de aquellos asuntos que aborda una sociedad para incluir otros”. Nuestra clase política y nosotros como su contraparte, parece que seguimos guiándonos por lo que estableció Zaleuco de Locros, a quien se ubica en el siglo séptimo antes de Cristo y considerado el primer censor del mundo occidental: “Que nadie hable mal, ni de la ciudad como comunidad, ni de ciudadano alguno en particular, y que los vigilantes de las leyes se encarguen de reprender a quienes infrinjan este precepto, primero amonestándoles, luego imponiéndoles una multa”, citado por Grijelmo. Zaleuco es un fiel reflejo de su época, el optimismo indica que algo hemos avanzado de entonces para acá, a pesar de que seguimos aplicando los linchamientos mediáticos cuando alguien se atreve a cuestionar al poder establecido: “El que proponga a la asamblea una reforma o sustitución de una ley vigente, debe llevar una soga al cuello, preparada para ahorcarle si la propuesta no se aprueba”.