viernes, 19 de septiembre de 2014

30 AÑOS APRENDIENDO

¿Recuerda su adolescencia, su primer enamoramiento, la primera vez que pensó en su futuro laboral o académico? Seguramente todas esas y más cosas importantes pasaron cuando transitaba de la secundaria a la preparatoria, por eso la etapa entre los 14 y los 18 años es importante, angustiante, recordable y hasta disfrutable. Dependerá de su contexto personal y familiar; en primer lugar, saber por qué tomó las decisiones que impactaron su vida hasta la actualidad, pero hay que agregar la situación del país en ese momento, ya que la forma y contenidos de lo que aprendimos tuvo que ver con el modelo educativo de su escuela, con la formación de sus profesores y la solidaridad o indiferencia de sus compañeros. Ahora recuerde o imagine, según sea el caso, que le tocó vivir aunque sea de lejecitos el fatídico y aleccionador octubre del 68. Repase las noticias contradictorias, los juegos verbales de los gobiernos y los principales medios de comunicación ―con sus valientes excepciones― para justificar la brutal represión contra el movimiento estudiantil que se originó, precisamente, en un pleito entre alumnos de las vocacionales 2 y 5 del IPN y la preparatoria Isaac Ochoterena incorporada a la UNAM. No nos metamos en más detalles para no perder el hilo de la historia. Basta saber que tres años después la propia Universidad Nacional, producto de un necesario periodo de reflexión y convocatoria a sus principales directivos y científicos ―los coordinadores de Ciencias y Humanidades de la Universidad, Guillermo Soberón y Rubén Bonifaz Nuño; de los directores de las facultades de Filosofía y Letras, Ciencias, Química y Ciencias Políticas y Sociales, Ricardo Guerra Tejeda, Juan Manuel Lozano, José F. Herrán y Víctor Flores Olea y del director de la Escuela Nacional Preparatoria, Moisés Hurtado G. respectivamente―, el rector Pablo González Casanova elaboró un plan para crear un sistema innovador que se denominó Colegio de Ciencias y Humanidades, aprobado por su Consejo Universitario el 26 de enero de 1971 y echado a andar el 12 de abril del mismo año con tres planteles: Vallejo, Azcapotzalco y Naucalpan. Como era de esperar, el gobierno federal con la presidencia de Luis Echeverría Álvarez, el mismo personaje que tiempo después y no sin dificultades sabríamos que “cocinó” y llevó a la práctica la represión y masacre del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, respondería con su propio modelo, con la justificación, cierta además, de que había que atender la demanda que sobre ese nivel educativo estaba produciendo el egreso masivo de estudiantes de secundaria. Así nace el Colegio de Bachilleres como “un organismo público descentralizado del Estado creado por Decreto Presidencial el 26 de septiembre de 1973. Su objeto es ofrecer estudios de bachillerato a los egresados de la educación secundaria, en las modalidades escolarizada y no escolarizada.” http://www.cbachilleres.edu.mx/cbportal/index.php/component/content/article/278 Pronto este modelo fue adoptado por los gobiernos estatales a quienes les urgía tener su manera propia de enfrentar la demanda y no depender de los planes y programas de sus propias universidades públicas, generalmente más críticas de lo que quisieran, además, se compartiría parte del financiamiento con la federación, lo que evitaba presionar en exceso las exiguas arcas estatales. Tal fue el caso queretano, que a través de la legislatura local instituye la creación del Colegio de Bachilleres del Estado de Querétaro (COBAQ) el 19 de julio de 1984 y que iniciaría su operación en septiembre de ese año, con instalaciones prestadas por la secundaria técnica 14 en Loma Bonita. http://cobaq.edu.mx/notas/2014/nota_71_14.html Dicen que “infancia es destino”, afortunadamente no es el caso aunque sí se guardan algunas características definitorias de su origen. No es lo mismo nacer como alternativa a los modelos educativos tradicionales, con la opinión y debate de expertos, que producto de decretos gubernamentales. No es lo mismo llegar a dirigir un sistema educativo mediante un proceso abierto a la comunidad y con la participación de docentes y estudiantes, que por la gracia del gobernador en turno. Pero los 30 años del COBAQ han servido para ir cambiando, para incrementar significativamente su cobertura hasta llegar a todos los municipios del estado con 60 planteles, más los que se acumulen, y atendiendo a casi 33 mil estudiantes. Los retos siguen siendo los mismos de su fundación, principalmente los expuestos en los dos primeros objetivos: “Propiciar la formación integral del estudiante, ampliando su educación en los campos de la cultura, la ciencia y la técnica; Crear en el alumno una conciencia crítica y constructiva que le permita adoptar una actitud responsable ante la sociedad”. Allí todavía quedamos debiendo porque su normatividad interna sigue siendo autoritaria y se practica lo que el subsecretario de educación media superior Dr. Rodolfo Tuirán, ubica como uno de los componentes principales de la deserción estudiantil: el culto a la norma, más si se usa como pretexto para impedir la creación o promoción de esa conciencia crítica tan necesaria en cualquier ser humano. En fin, hay que celebrar los 30 años del COBAQ asumiendo los retos de la educación del siglo XXI, proponiendo cambios como la Transversalidad del conocimiento, recordando a quienes dieron parte de su vida apostándoles a los muchachos, a su futuro, a sus ilusiones y esperanzas. No hay que ser mal agradecidos, por mi parte reitero lo escrito hace algunos años: “Un apunte final que no se puede dejar pasar, en la memoria histórica del Colegio de Bachilleres (COBAQ) publicada con motivo del 25 aniversario de esa institución educativa, la mezquindad impidió se reconociera la importancia de personajes como Bárbara Leticia Ruiz Barrios, de las fundadoras de ese sistema y de su Plantel 1. Aunque sea por este medio que sepa que muchos valoran lo que otros se empeñan en querer borrar de la historia.” http://bachomania.blogspot.mx/2010/02/un-pasado-para-nuestro-futuro.html