sábado, 27 de septiembre de 2014

NI DESARROLLO, NI ÉTICA

Cumbre climática en la ONU. Espacio ideal para que los políticos se avienten discursos lucidores, reciban premios y reconocimientos de organizaciones que nadie conoce ni se sabe quién patrocina, toda la parafernalia necesaria para fingir que algo se hace haciendo nada. En las calles de Nueva York, sede de esa organización, más de 350 mil personas manifestando su exigencia porque se cambie el modelo desarrollista que nos está llevando al cambio climático acelerado en aras de un consumismo individualista sin ética ni solidaridad. En otras ciudades del planeta ocurren eventos semejantes de manera casi simultánea. Ejemplos sobran, veamos el más actual. La empresa tecnológica Apple lanza a la venta su más reciente equipo, con un sistema operativo supuestamente novedoso y los consumidores se lanzan a hacer largas filas para adquirirlo, al grado que se venden 10 millones de equipos en solo una semana, rompiendo con los pronósticos de la misma empresa. Pero la demanda no se debe a que los equipos anteriores ya no sirvan o dejaran de cumplir con su cometido, es el simple afán de querer distinguirse de los demás, comprando lo mismo que los demás. ¿Suena ilógico? Lo es. Nadie se detiene a pensar en las condiciones de trabajo de quienes armaron el aparatejo tan disputado, tal parece que aparecieron en las tiendas, ya metidos en su cajita, por generación espontánea. Pero no. La empresa subcontratada para producir los iPhone de Apple se encuentra en la ciudad China de Longhua, se llama Foxconn y fue motivo de un escándalo internacional por las malas condiciones de trabajo a que somete a sus trabajadores, a grado tal que desde 2010 registra una tasa de suicidios preocupante atribuida a las extenuantes jornadas de trabajo “un promedio de 12 horas por día recibiendo salarios denigrantes”, los mismos estudios revelan que una conducta extrema como el suicidio son “causados en su mayoría por la intensa explotación laboral y el aislamiento a que son sometidos” esos trabajadores (Genoveva Roldán Dávila coordinadora, La globalización del subdesarrollo en el mundo del trabajo. UNAM 2013). Por cierto. La hipótesis de la autora citada Genoveva Roldán, parece comprobarse con los datos disponibles de organizaciones internacionales como las mismas ONU, CEPAL, OIT, PNUD, y demás: a partir de la crisis económica del 2008, desaparece la ilusión de los países subdesarrollados de llegar al supuesto desarrollo, ahora los llamados países desarrollados están aplicando políticas económicas que llevan a hacer más precario el trabajo asalariado, esto es, bajar drásticamente hasta casi desaparecer la estabilidad laboral, los salarios dignos y suficientes, las pensiones y jubilaciones, el derecho a la vivienda, a la salud, a la diversión y esparcimiento, a las vacaciones, a jornadas laborales limitadas. Es decir, se está globalizando el subdesarrollo. Pero eso no lo queremos ver, seguimos en la absurda creencia de que el camino inevitable es el progreso sin detenernos a reflexionar en que estamos devastando irresponsablemente a la naturaleza, de la cual formamos parte y sin la cual no podemos vivir. Lo dijo acertadamente Ban Ki-moon “no podemos negociar con la naturaleza”. La crisis planetaria no apareció de la noche a la mañana, tiene siglos incubándose y forma parte de un sistema de pensamiento ampliamente extendido. El dominio y explotación de la naturaleza sin más límite que la ambición de unos cuantos tiene hasta bases filosóficas y religiosas apoyadas por un modelo “científico” de hacer las cosas. Pero eso habrá que abordarlo en otros textos. Por lo pronto pongámosle números a la crisis, además de los que hemos visto semanas atrás en estas mismas páginas y que se pueden encontrar en www.magazinedequeretaro.com.mx Desde hace más de treinta años estamos en la moda del capitalismo más salvaje que se ha visto en la historia de esta corriente económica, ese que algunos identifican mañosamente como neoliberal y que se esconde detrás de un falso respeto a las libertades individuales, para romper con el tejido social y atentar contra los derechos y seguridades de las mayorías. ¿Cómo podemos hablar de progreso, de justicia, de equidad en un planeta donde 85 personas tienen tanta riqueza como la mitad más pobre del mundo? A lo mejor conviene no saber que esa tendencia internacional de identificar reformas con movimiento, que se incrementó del 2008 a la fecha, ha dado como resultado la destrucción del Estado de Bienestar social sin que haya habido el crecimiento económico prometido. Los datos allí están, antes de los procesos reformistas recientes la tasa de crecimiento mundial era del 5.4 por ciento anual, a partir de la profundización de las reformas iniciadas con el “reaganomics” en los Estados Unidos y el “thatcherismo” en Inglaterra, con sus correspondientes imitadores en el resto de los países, como el salinismo en México, ese porcentaje bajó al 3.8 y sigue en picada, a pesar de los rescates bancarios y de los grandes corporativos financieros con recursos públicos que se convirtieron en deuda que todos tenemos que pagar, menos los beneficiados que no llegan ni al 1 por ciento de la población mundial. Como región a Latinoamérica tampoco le ha ido bien, hay que recordar que el salinismo y su afán reformista “coincide” con los últimos treinta años en que esta región no ha tenido crecimiento económico. Cifras recopiladas por la Dra. Genoveva Roldán y presentadas en su ponencia en el marco del Simposio Transdisciplinar del nivel Medios Superior, organizado por el Colegio de Bachilleres del Estado de Querétaro los días 22 y 23 de septiembre de este 2014. Estamos en una época definitoria para el futuro de la humanidad y no es exageración o ganas de adornarse, ya se anunciaba desde hace algunos años: existe la necesidad extrema de cambiar el modelo económico y los irracionales patrones de consumo. Hay que recuperar los valores negados por el colonialismo de todo tipo, ese que no se detiene a pensar en las formas modernas de esclavitud y explotación de amplias franjas de la población para satisfacer la ambición desmedida de unos cuantos; allí están los casos de las empresas mineras o petroleras a las que no les importa contaminar ríos y tierras, los gobernantes que construyen presas privadas o que privatizan las ya construidas para construir fraccionamientos “exclusivos” y excluyentes, a costa del abasto de poblaciones enteras, que utilizan la fuerza para detener a campesinos e indígenas que se atraviesan en sus planes, y lo mismo se repite, diario, miles de veces en todo el planeta.