viernes, 28 de noviembre de 2014

Caifanes por Ayotzinapa, Antes de que nos olviden

OTRA VEZ, PERDER GANANDO

Parece una estrategia suicida o quizás sean los resultados del desprecio, pero hay quien se atraganta con el aparente aplastamiento del otro. En política se llama perder ganando. En lenguaje simple se dice que la mejor forma de mostrarle a alguien que no tiene la razón es dejarlo que se salga con la suya. Que pruebe los resultados de sus despropósitos, de sus abusos, de su cinismo. Que el presente y el futuro se junten y se les escapen de entre las manos. Pero basta de juegos de palabras. En apenas el segundo año del sexenio federal, los efectos de la negociación cupular con dirigencias partidistas instaladas en el pragmatismo y la venta al mejor postor muestran sus efectos. Las reformas alcanzadas en lo que va de la administración actual, tan “modernizadoras”, tan “neoliberales”, tan en contra de los intereses de las mayorías, no logran despegar, y una de sus causas es la cláusula de la tolerancia a la corrupción; al menos en otros países logran disimular por algún tiempo y, cuando son descubiertos, existen mecanismos institucionales que intentan barrer la suciedad debajo de la alfombra después de darse una balconeada en los medios de comunicación. Nada que cambie en lo inmediato el curso de las cosas, pero suficiente para evidenciar la opacidad y la perversidad de lo hecho. Pero aquí no hay contrapesos, todos están metidos hasta el copete en las prácticas corruptas de siempre y algunas nuevas que se han ido refinando. La cancelación de la licitación del tren de alta velocidad México-Querétaro y la llamada casa blanca es apenas una muestra mínima y tímida de lo que ocurre en cualquier dependencia pública y en diversas empresas de las grandotototas. Lo que más lastimó fue la conjunción de esa corrupción con el ataque inmisericorde a la población indefensa, ese que lleva muchos años perpetrándose y que hizo crisis el 26 de septiembre pasado, dejando al descubierto que “toda la fuerza del Estado” está volcada en contra de sus ciudadanos. Cada día que pasa es más doloroso que el anterior, porque sabemos de más víctimas, más abusos, más injusticias, más incongruencias. Hasta para “poner orden” y castigar a los vándalos se ven intencionalmente desacertados, perversos, con la furia propia de quienes son exhibidos en toda su desvergüenza ante propios y extraños. Y ahora que la sociedad civil tomó la iniciativa ―allí están los politécnicos rechazando su incorporación a un Sistema Nacional de Bachillerato que persigue que los docentes sean simples administradores de un plan de estudios caduco, saturado, cuya única congruencia es la aspiración a formar mano de obra barata y dócil; algunas organizaciones magisteriales denunciando la pérdida de derechos laborales y que se le culpe del desastre educativo; las madres y los padres de los “desaparecidos” que no cejan en su empeño por encontrarlos y castigar a los responsables por comisión y por omisión; y todas esas pequeñas y cotidianas batallas de millones de ciudadanos para evitar caer en la vorágine corruptora que insiste en imponerse; los pocos pero valientes medios de comunicación que todavía hacen trabajo de investigación y dan a conocer lo que encuentran―, la clase política intenta arrebatar esa iniciativa con el mensaje presidencial, que al momento de redactar este texto todavía no ocurre, proponiendo, seguramente, medidas cosméticas que sirvan para desmovilizar y regresar todo a un equilibrio aparente que siga normalizando la violencia y la impunidad. Falta saber si les alcanzará el tiempo para desenredar los hilos del poder antes de que estalle el siguiente escándalo. Otros que se salieron con la suya y no saben qué hacer son los “chuchos” perredistas. Ya se deshicieron de Cuauhtémoc Cárdenas, pero dan la impresión de que fue algo que no tenían calculado. Sin embargo su descrédito viene de sus prácticas cotidianas a lo largo de décadas anteriores al PRD, hay que recordar que sus genes vienen de quien fuera su padre político: “Para sus compañeros de andanzas, (Rafael Aguilar) Talamantes era un héroe cuando en 1971 salió de la cárcel y se incorporó al Comité Nacional de Auscultación y Coordinación, grupo dirigido por Heberto Castillo al que abandonó en 1973 para crear, con generoso patrocinio de Luis Echeverría, el Partido Socialista de los Trabajadores, negocio que explotó minuciosamente hasta secarle las ubres a la vaquita. El giro mercantil del PST era la venta de protección al PRI, la que cobraba en efectivo y con las curules que le arrojaba el Presidente en turno. La mercancía que ofrecía el PST era presentarse como partido de izquierda para quitarle votos al Partido Comunista, al Partido Mexicano de los Trabajadores y luego al Partido Socialista Unificado de México y al Partido Mexicano Socialista, resultado de la fusión de varias agrupaciones marxistas. El PST fue una generosa vaquita que Talamantes y socios ordeñaron hasta dejarla exhausta. Fue así como en 1987 la res se travistió en Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, del que también fue el líder y hasta diputado. En ese año lo abandonaron algunos de sus compinches, que enojados por no poder pronunciar la sigla del PFCRN —le decían PFerrocarril— se fueron a refugiar con el conglomerado que se convertiría en el PRD, partido en el que hoy despachan como gerentes, administradores, oficiales mayores, tesoreros y otros cargos en los que está el parné, la mosca, la pachocha”. Humberto Musacchio, Talamantes: la resurrección de un cadáver, http://www.m-x.com.mx/xml/pdf/249/38.pdf Su franquicia política estuvo siempre detrás del pretexto del cardenismo, primero en el partido del frente cardenista de reconstrucción nacional, después achicado a partido cardenista, ahora que el hijo del general los abandona no les hace falta mayor definición ideológica, de hecho nunca la han tenido, su izquierdismo es el mero pretexto para “cotizar” sus votos en las legislaturas locales y federal, en las regidurías y en donde haga falta. Así siguen a así seguirán, hasta que su membresía se canse. Ni modo, hay quienes ganando pierden.