viernes, 9 de enero de 2015

¿Qué pasará?

El recuento de los daños será generoso, cada quién y cada medio de comunicación tendrá su manera, más o menos completa, de revisar lo pasado en estos 365 días. Medida caprichosa pero que de algo sirve para no borrar todo del disco duro y aprender de la experiencia. Nos quedamos con San Agustín y su forma de ver el tiempo: “El presente de las cosas idas es la memoria. El de las cosas presentes es la percepción o la visión. Y el presente de las cosas futuras la espera.” Entre la espera y la esperanza hay alguna diferencia, la primera parece ser pasiva, que llegue lo que sea porque algo habrá de llegar; la segunda es más activa, quiere moldear eso que vendrá, prepararlo y prepararse para recibirlo, es más, hasta se desea. Por lo pronto y aunque el tiempo sea líquido y fluya a velocidades diferentes, esperamos que los siguientes 365 días sean escasos en calamidades y llenos de gratificaciones, pero no hay que perder de vista que hasta nuestro tiempo es una construcción colectiva, que nuestra felicidad depende de la de los demás. ¿En qué fundar la esperanza? La buena voluntad ayuda pero nunca es suficiente. Es más, la pura buena voluntad sin una visión solidaria y sin acciones reales que la cumplan puede ser muy peligrosa, porque enmascara los problemas, los eterniza, hace que parezca que no tienen solución. La construcción colectiva de la esperanza apuesta por la educación de las nuevas generaciones, no porque las anteriores ya no tengan remedio, sino porque su influencia temporal está más limitada, en una sociedad “normal” los viejos mueren antes que los jóvenes, aunque en una sociedad caracterizada por su inhumanidad y salvajismo hasta eso está en duda, México es un fiel reflejo de lo anterior. Mientras en nuestro país la reforma educativa no tiene, a propósito, ni pies ni cabeza y hasta los cargos principales en la Secretaría de Educación Pública sean para los leales al presidente, aunque no tengan la menor idea sobre el tema, en otras latitudes aprovechan el paso del tiempo para provocar que pasen cosas. ¿Cuál es la importancia real de la escuela? Se pregunta, entre otros, el argentino y blogonovelero Hernán Casciari ―La escuela es valiosa por todas las cosas negativas que tiene―: “Su importancia no es educativa, es social. Yo no me apoyo en el sistema escolar para que mi hija sea más inteligente, me apoyo para que sea sociable. La inteligencia y la sensibilidad intentamos dársela en casa. No confiamos en un sistema de competitividad donde tranquilamente te puede tocar una maestra que se separó del marido y está loca […] Yo confío en que vaya al patio en el recreo y haga lío, que se encuentre con otros, que cuenten historias, que hablen del último programa de televisión que vieron, que sean amigos, que se enamore de un nene, que tenga todos esos traumas de amor preadolescente. Pero qué me importa que se sepa todos los reyes de España o cómo se llaman todas las batallas de no sé qué. Eso no interesa.” El filósofo y catedrático Rafael Narbona recuerda y dice lo que muchos no queremos recordar porque decirlo es políticamente incorrecto: “Simplemente, odiaba la escuela. Cuando años más tarde, me convertí en profesor de filosofía, descubrí que mi odio no había desaparecido y que la escuela sólo era una estructura opresiva concebida para matar el espíritu. Algunos se preguntarán por qué he ejercido la enseñanza durante dos décadas. Podría responder con cinismo, alegando que necesitaba el dinero, pero no sería sincero. Me gustaba el contacto con los jóvenes y disfrutaba enseñando. Eso sí, hice todo lo posible por desviarme de las consignas de la Administración, evitando los exámenes y propiciando los debates, la lectura y el inconformismo. No sé si conseguí gran cosa, pero al menos experimenté la sensación de actuar como un piloto de combate que decide arrojar sus bombas sobre el Estado mayor que le ha enviado a masacrar a la población civil […] La mayoría de los profesores no son conscientes de su verdadera función social o no les molesta. De hecho, algunos están encantados con haber sido investidos con la condición de autoridad pública, convirtiéndose en colegas de los energúmenos que apalean con la misma saña a indignados, antisistema o agitadores de la marea verde. Las voces críticas son minoritarias y suelen acallarse mediante represalias de la Administración o cuadros de acoso laboral, a veces promovidos por sus propios compañeros. En los últimos tres años, la caza de brujas se ha incrementado hasta niveles insospechados, con expedientes, cambios de destino o intimidaciones verbales. http://reevo.org/externo/reflexion-porque-odio-la-escuela/ Darío Mizrahi en entrevista para la agencia Infobae ―10 de agosto del 2014―, lo resume así: “La explicación de los docentes es que los alumnos no quieren estudiar, que las familias se están desintegrando y que los niños están desadaptados. Pero los jóvenes lo ven diferente. Dicen que lo que les enseñan los maestros no es interesante, que es aburrido. Entonces los intereses de los actores están enfrentados, […] No va a haber una escuela del futuro con una única forma, sino que habrá múltiples maneras de llegar al final del camino, que puede ser la universidad. Muchos caminos: escuelas como las de ahora, otras mucho más abiertas, a distancia, familiares. Siempre garantizando el derecho de todo ciudadano a educarse.” Trabajar en un cambio radical de nuestras instituciones educativas podría ser una buena esperanza, ojalá dejaran de ser esas fábricas de aburrimiento, de niños y adolescentes frustrados, de proyectos de vida truncados, de conciencias asesinadas. Mientras eso pasa, se construyen espacios extraescolares desde las más diferentes instancias, por ejemplo el colectivo Nuestra Labia que busca: «descolonizar» el conocimiento que durante siglos ha sido controlado por Europa/Occidente con el argumento de que su conocimiento es «universal» mientras los demás conocimientos del mundo no valen nada, lo que ha producido un verdadero «epistemicidio», según pensadores como el sociólogo portugués Boaventura Sousa Santos. Terminemos con una reflexión de ese grupo de 80 hip hoperos en palabras de Hugo Jara: ¿Tú te has puesto a pensar, qué pasaría?… ¿Qué pasaría si tu realidad cambiara?, ¿Qué pasaría si antes de juzgar, conocieras o, si en vez de juzgar, respetaras?, ¿Qué pasaría si lo más valioso que poseyeras fuera tu dignidad?… ¿Qué pasaría si no le tuviéramos miedo al futuro?, ¿Qué pasaría si en lugar de pelear, nos uniéramos en contra de los que nos están manejando?, ¿Qué pasaría si nuestro futuro fuera como nosotros soñamos y no como ellos quieren hacerlo?, ¿Crees que valdría la pena luchar y saber? ¿Qué pasaría? http://subversiones.org/archivos/28850