viernes, 27 de febrero de 2015

“El cínico afirma que no depende de nadie. Hace lo que quiere para satisfacer sus necesidades y contempla impasible la repugnancia que provoca […] Lo que piensen de nosotros nos tiene absolutamente sin cuidado nos dice, de muchas maneras, la clase política que actúa, en esto, con una sola voluntad de burla. Sus recatos no son los nuestros, nos dicen al encubrirse. Los actores políticos se sorprenden de la indignación que provocan, pero están seguros de que el enfado es un reflejo pasajero que se desvanecerá muy pronto. Protegidos por las reglas, seguros por un régimen que los consiente, cobijados por una prensa que cuestiona poco creen que es innecesaria, incluso, la apariencia del decoro.” El camino del cínico, Jesús Silva-Herzog Márquez. Reforma 23 de febrero 2015. Los hechos y las percepciones se están alineando, dentro y fuera, pésele a quien le pese. Lo dice nuestra exigua prensa independiente y crítica, lo dicen los poquísimos sindicatos que han sobrevivido al destructor tsunami neoliberal, lo dicen las organizaciones no gubernamentales que se han mantenido al margen del moche gubernamental, lo dicen los padres de los normalistas de Ayotzinapa, lo dicen quienes hartos del robo continuado y de las permanentes campañas de desprestigio toman carreteras y aeropuertos, lo dicen los ciudadanos comunes y corrientes que ven cómo se desmantela su presente y futuro. Lo dicen The Guardian y el New York Times, PEN International y Greenpeace, Human Rights Watch y Amnistía Internacional, también personajes repulsivos como Donald Trump y otros respetables como el actual Papa católico, hasta analistas poco dados a la estridencia, comedidos y prudentes como el propio Silva-Herzog. Pero nuestra clase cínica ―perdón política― no quiere entender porque no le importa. Y eso incluye a las cúpulas empresariales que se han convertido en importantes trasnacionales por el despojo descarado al ciudadano que no tiene manera de defenderse, ni legalmente porque la legalidad está torcida y en su contra. A Denise Maerker nadie la puede tachar de atrevida, de oposicionista, de pertenecer a cualquier grupo desestabilizador como dice el que cobra como presidente, es más, trabaja para TELEVISA y es una de sus comentaristas estelares y aun así deslizó la posibilidad: una persona bien informada sobre las negociaciones que se están llevando a cabo entre partidos, legisladores y gobierno en torno al tema del sistema nacional anticorrupción, me contó que uno de los temas recurrentes en las conversaciones ("abordado de manera sutil, pero inequívoca") es como evitar que este nuevo sistema termine sentándolos a todos en el banquillo de los acusados. Sí estarían dispuestos, según esta fuente, a avanzar en el tema porque son conscientes del costo que está teniendo sobre su capacidad de gobernar y la credibilidad del sistema en su conjunto, pero siempre y cuando no se sientan directamente amenazados. No dijo más, pero me quedó claro que en la medida en que "se consigan tranquilizar al respecto", es que estarán dispuestos a ir más a fondo en la construcción de un sistema que audite, controle y sancione la forma en que manejan los recursos públicos. ¿Amnistía para los políticos corruptos? Denise Maerker. El Universal 24 de febrero 2015. Parece un mensaje soterrado, una especie de chantaje, algo así como “les damos una ley anticorrupción pero no nos podrán hacer nada, ni ahora ni nunca”, eso implica tener una especie de confianza en que el entramado institucional armado por los cínicos será a prueba de ellos mismos, y eso no se los creo. Incluso Silva-Herzog lo tiene bien claro: “el cinismo es la filosofía de la desvergüenza. El ideal es actuar públicamente sin el estorbo del honor. Hacer lo condenable sin remordimiento alguno; hacerlo pública y reiteradamente, sin asomo de rubor.” Más muestras están en el bloqueo sistemático a los posibles acuerdos del consejo general del INE para establecer reglas sobre el uso de los dineros públicos en las campañas, algo que es hasta risiblemente lógico en cualquier democracia, aquí no se puede hacer porque no les da la gana. Tampoco pueden controlar a la delincuencia, organizada o no, porque se benefician de ella. Ya no podemos seguir pensando lo mismo ni dejarnos manipular de forma tan inocente, lo que está ocurriendo en algunos estados del país, señaladamente Guerrero, Oaxaca y Chiapas, aunque hay otros focos en diferentes lugares, es una insurrección cívica, que puede haber comenzado con el rechazo a una absurda y estúpida reforma educativa alineada a los intereses empresariales, pero que ya ha permeado a los diferentes temas sociales, cuestionando todas las instituciones de esta pertinaz plutocracia. Pero todavía, al parecer el cinismo político se hereda o se asume como una de las ventajas de tener padres o padrinos cínicos. El Mirreynato del que da cuenta Ricardo Raphael en su libro con ese nombre, exhibe a los que les gusta ser exhibidos hasta en su gloriosa estupidez: “El mirrey no pertenece a una tribu urbana más: se pretende la tribu elegida, la que se coloca por encima de todas las demás. Su estética y sus placeres, su ostentación a la hora de gastar, su exhibicionismo y su narcisismo suelen tener consecuencias. Es un personaje que intenta volar sobre lo que percibe como un pantano, y en el intento por no manchar su plumaje despoja al otro de su dignidad”. Antes eran los Juniors o los fresas, ahora son los que se sienten con derecho a disfrutar de la riqueza familiar fácil, obtenida con las muchas formas de corromperse, ya los hemos visto, hasta creen que pueden librarse de la ley de la gravedad. “Cuando interactúa en el espacio público, el ser humano se enfrenta a tres tipos distintos de restricciones: Las que su propia conciencia impone, las que la sociedad instruye y las que el Estado obliga. Cabe afirmar que en el presente mexicano esos tres límites se han erosionado […] las instituciones que organizan el poder en el Mirreynato son instrumento privilegiado del más fuerte, se han convertido en el arma arrojadiza que lanzan unos para agredir a los otros; los órganos responsables de la seguridad, la procuración y la administración de la justicia son la «plaza» ―el territorio en disputa― entre los poderes fácticos legales e ilegales, la pistola con que se disparan las facciones que quieren para sí el monopolio extraviado de la fuerza”. Al momento de escribir este texto comienza a fluir la información de los resultados de las confrontaciones entre grupos sociales y las llamadas fuerzas de seguridad, principalmente federales en Acapulco, ya hay al menos otra víctima mortal, el profesor jubilado Claudio Castillo Peña. Algunos dirán que se lo merece, yo no.