sábado, 21 de marzo de 2015

ALTA PRESIÓN

Un país agraviado, cuyos ciudadanos sienten que sólo sirven como carne de cañón para que los ricos se vuelvan más ricos y todos los demás más pobres, produce un grado de crispación social en el que casi nadie confía en sus autoridades, sean políticas, económicas, religiosas o judiciales. Todo sirve para elevar el sospechosismo, que si la imposición del señor Medina Mora en la Suprema Corte de Justicia, que si el despido de Carmen Aristegui y todo su equipo de colaboradores y analistas, que si las acusaciones en España contra el señor Fraga, operador político de Peña Nieto, que si las investigaciones sobre conflictos de interés que revela la prensa extranjera –New York Times, Le Monde, The Guardian, entre otros–, que el cinismo del Partido Verde que hace el trabajo sucio preelectoral del PRI, que las complicidades del INE y del Tribunal Electoral, que si el incremento incontrolado y sin justificación de productos de consumo básico, que si la intervención del Banco de México vendiendo dólares para que los tiburones financieros se los lleven al extranjero, que si la imposición de una “reforma educativa” que ha tenido pésimos resultados y que es empujada por organismos de abierto interés empresarial –Mexicanos Primero y todos sus hijitos con diferentes nombres pero con el mismo apellido–, que si las oportunas capturas de narcos sin que se toquen sus fortunas y cuentas bancarias, y lo que se acumula minuto a minuto. El modelo de la olla exprés es insuficiente pero sirve por su simpleza, se acumula la presión y no hay válvulas que permitan se libere de una manera que no resulte peligrosa. Parece que todo anuncia la explosión y que todos creemos estar lo suficientemente alejados como para no terminar afectados o al menos embarrados. Falsa ilusión, estamos metidos en el mismo cuarto y a nadie se le ocurre bajar el fuego. No hay figura pública que intente tomar el riesgo de proponer algo que resulte conveniente para todos, quizá porque tal cosa no existe, quizá porque los intereses están tan encontrados que no se ve manera de conciliarlos. Y entonces se gana o pierde terreno por la puritita fuerza, y como todas las fuerzas están deslegitimadas y no hay a cuál irle, sólo queda esperar que el proceso electoral sirva como catarsis y todo se apacigüe como por arte de magia. Pero ¿si eso no sucede? Se nos olvidan, o se nos quiere inducir la amnesia social sobre temas que son evidentes: “El hombre es habitado por una muchedumbre de voces, por una población de otros que es uno, lo que equivale a decir que el hombre en su esencia es un ente social. Al nacer, este hombre es arrojado a un mundo que no es un mundo natural, es un mundo humanizado al que sólo se accede por la vida social. Un hombre aislado no es capaz de pronunciar siquiera la palabra más elemental. Esta criatura aprende sus palabras de otros –vivos y muertos–, aprende a ver el mundo a través del prisma cultural y del lenguaje, su yo se construye en relación con otros y a partir de la historia de la sociedad que lo alberga. Para que un hombre sea capaz de proferir su propia palabra, primero es necesario que repita lo que otros han dicho antes que él, necesita alimentarse de la tradición, de la cultura establecida. Más tarde es posible que pueda olvidar todo lo que así aprendió y dar lugar a que se escuche una voz nueva en su interior. La historia de la sociedad en la que se nace y la historia evolutiva de la especie resuenan en todo individuo; cuando éste habla no es él quien se expresa, son las voces de muchos otros las que se manifiestan.” Manuel Martínez Morales. Olvidar para aprender, en http://www.jornada.unam.mx/2015/03/15/sem-manuel.html Tiene razón Manuel Martínez y lo dice de una manera bella y amable, pero sus ideas y lenguaje contrastan con la ruda realidad que otros quieren imponer, por citar sólo un ejemplo: “Bas a baler verga aki esta tu direcion pinche maestrita de kinta”. La primera de las amenazas que le llegó vía Twitter a la antropóloga mexicana Rossana Reguillo Cruz, el pasado 26 de febrero, decía así. Faltas de ortografía incluidas. “Vas a llorar sangre”, rezaba la siguiente de las amenazas. El origen era la cuenta @Dona_Guess, que fue dada de baja tras ser denunciada por varios usuarios de la red social. Rossana Reguillo es bien conocida en todo el mundo por sus estudios sobre violencia y juventud, y también por haber acuñado el término “narcomáquina” para hablar sobre su país: sobre un poder que “hace morir” y genera una economía de muerte. Revista Ñ del 5 de marzo del 2015, “Crece el miedo en el mundo académico”. Ya lo habíamos preguntado en un texto anterior: ¿Cómo hacer para que los que “viven” de la corrupción, de la impunidad, del crimen y la violencia, se olviden de eso y se conviertan en ciudadanos solidarios y responsables? ¿Hay manera? Si tiene algo de cierto en lo que plantea Manuel Martínez pareciera que hay asomo de solución: “El olvido o la negación de este hecho tan transparente –que el hombre es esencialmente un ser social– contribuye a fortalecer la ilusión de que cada individuo es un ente autónomo y autosuficiente, un Robinson Crusoe en stand by, a quien la sociedad solamente sirve de medio para la realización de sus fines.” El siguiente paso sería cuestionar este orden social existente, que produce y perpetúa corrupciones, desigualdades sociales, impunidades, crimen y violencia; y voltearlo como calcetín. Uno de los primeros pasos sería dejar de autoagredirnos, desquitar nuestros miedos y frustraciones con los más cercanos sólo sirve para incrementar los agravios y dejamos fuera de la mira social a los verdaderos beneficiarios de este desorden social. No descargar nuestra furia con nuestras mujeres y niños, tampoco con nuestros ancianos y minorías de cualquier tipo. Que los maestros no se desquiten con los estudiantes porque no obtienen los resultados que una reforma ciega y autoritaria les exigen, que no nos agredamos en los hogares, en las calles y en las redes sociales. Que provoquemos otro orden social que beneficie a las mayorías. Se dice fácil, los caminos son diversos, pero lo primero es darnos cuenta que como vivimos no es lo deseable y que puede tener solución.