viernes, 27 de marzo de 2015

PEQUEÑAS REBELIONES

Desde que terminaron con las grandes organizaciones gremiales ‒ vía la represión, el corporativismo, la cooptación, la corrupción, las chicanadas legales‒, articular un movimiento ciudadano que exprese con cierta fuerza las crecientes inconformidades parece tarea imposible. A pesar de todo allí están los intentos de los indígenas del EZLN, de Javier Sicilia, los anteriores de las marchas por la paz, la de los padres de los niños de la guardería ABC, la de los padres de los normalistas de Ayotzinapa, las de las muertas de Juárez y un largo etcétera casi en cada región del país violentada por la criminalidad organizada en sus diferentes niveles. Si acaso quedan organizaciones regionales satanizadas por los medios de comunicación, como la CNTE y sus expresiones particulares como la CETEG, que han aprendido bien la lección de tiempos pasados y presentan dos frentes, uno abiertamente confrontador, de reacción inmediata, encargado de presionar tomando la vía pública, bloqueando aeropuertos, con capacidad para enfrentarse a las fuerzas públicas y de esa manera llamar la atención y presionar para lograr lo que se atora en la desgastante negociación con enviados gubernamentales que no deciden nada. Y, por el otro, el del trabajo de base, el generador de propuestas, el de llevarlas a cabo y probarlas. Hay que recordar que en numerosas escuelas de Guerrero y quizá de Oaxaca, Michoacán y Chiapas, se ponen a prueba libros de texto generados por sus pedagogos y profesores con amplia experiencia que consideran su contexto social e histórico específico. Se supondría, en una democracia funcional y con una corrupción contenida por el riesgo de ser conocida y castigada, que los partidos políticos tendrían como tarea principal aglutinar opiniones y voluntades, darle salida a los problemas e inconformidades, diferenciarse claramente de los otros partidos en términos de cómo interpretar una realidad compleja y hacer propuestas de largo aliento, vamos, construir y darle soporte teórico a una propuesta de proyecto de país y avanzar en el mismo. Se supone que para eso sirve la ideología ‒definida como el conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político” según el diccionario www.rae.es‒. Pero nuestros partidos y políticos están más entretenidos en parecerse entre sí, en ser igual de corruptos, en taparse las transas unos a los otros, en ser indiferentes a las demandas ciudadanas, en ser los sirvientes de las cúpulas empresariales y religiosas. Pero el que no exista esa organización nacional que concentre y busque darle solución a las demandas e inconformidades, que las articule y tenga la fuerza necesaria para denunciar y resolver a la vez que construye y presenta un proyecto de país incluyente y equitativo, hace que las mismas se expresen de manera abrupta y sin relación unas con otras. Esas pequeñas rebeliones, que se están generalizando sin que los medios de comunicación alcancen a dar cuenta de todas, pretenden ser interpretadas como una reacción del narco a los “triunfos” de las fuerzas federales en su guerra contra la delincuencia. Pero eso no es cierto. Lo que estamos enfrentando es la creciente inconformidad de trabajadores agrícolas ‒los oaxacalifornianos del Valle de San Quintín que pudieron bloquear 120 kilómetros de carreteras durante 26 horas, por mencionar un ejemplo reciente‒; de trabajadores de la educación media superior contra la reforma educativa y el sistema nacional de bachillerato en todo el país, incluyendo Querétaro; de los profesores de educación básica ante los pésimos resultados de la reforma educativa apoyada por las organizaciones empresariales encabezadas por TELEVISA, por la vía de Mexicanos Primero y sus derivaciones; por el despojo de tierras provocados por los grandes proyectos acuíferos, o por empresas privadas de generación de energía solar o eólica; por el ecocidio y la explotación bárbara de las empresas mineras; por las innumerables corrupciones cotidianas como los litros incompletos que despachan las gasolineras, o los injustificados incrementos a los alimentos de primera necesidad, o las atemorizantes extorsiones telefónicas, o las desapariciones de mujeres o menores de edad hasta en los pueblos más apartados; o los secuestros de cualquier ciudadano que tenga un ingreso fijo, como el de la maestra de Pedro Escobedo y el posterior asesinato de su hijo cuando intentaba pagar el rescate de 80 mil pesos, según los medios de comunicación locales. Pero basta de ejemplos, a lo que queremos llegar es que esas pequeñas rebeliones, al estar desarticuladas entre sí, no podrán ser sofocadas una por una porque son demasiadas y con causas muy variadas. La excesiva pulverización de la protesta ciudadana impide que llegándole al precio a un dirigente todo se neutralice, su horizontalidad funciona en contra de la corrupción. No sabemos si la falta de intentos por aglutinarlas aprovechando un enemigo común ‒el proyecto neoliberal, los partidos políticos, las elecciones locales y federales, el presidente de la república, la pobreza y el desempleo crecientes, la reforma educativa‒, sea por falta de representatividad de los propios actores políticos o porque le están apostando a que los beneficiarios de siempre de la corrupción y la delincuencia no puedan controlar la explosividad social, y comiencen a caer cuando cualquiera se decida a hacer justicia por cuenta propia, como ya se hace en algunas comunidades y barrios. A muchos extraña que López Obrador no se haya colocado como paladín de todos esos movimientos, quizá por apostar tercamente en procesos electorales amañados, o porque no sabe cómo hacerlo. Pero Cuauhtémoc Cárdenas quiere aprovechar la oportunidad dado que fue desplazado, con toda su dinastía, de cualquier candidatura. El mismo motivo que lo llevó, hace 27 años, a formar el Frente Democrático Nacional que se agotó en la elección de 1988 y terminó de ahogarse en el PRD. Las inconformidades son graves y generalizadas, falta saber si se irán agrupando en movimientos cada vez mayores con expresión política propia, como PODEMOS en España o SYRIZA en Grecia, o alguna organización con características más propias, más al contexto mexicano, que trascienda el proceso electoral y el sexenio que ya urge que se termine.