viernes, 4 de septiembre de 2015

LA REBELIÓN DE LOS DESECHABLES

“Más que en ningún otro momento de la historia, la humanidad se encuentra ante una encrucijada. Un camino conduce a la desesperación y a una mayor desesperanza. El otro, a la extinción total. Recemos porque se nos conceda la sabiduría para elegir correctamente…”. Woody Allen. Así es, parece que no hay salida, este sistema económico globalizado ha destruido cualquier base de solidaridad humana, cada quien debe rascarse con sus uñas, cualquier fracaso es individual y con ello nuestros políticos, empresarios y dirigentes religiosos se zafan de cualquier responsabilidad o ánimo de arrepentimiento. Lo curioso es que podemos leer desde la misma perspectiva eventos aparentemente desconectados, separados geográficamente pero estrechamente ligados por el contexto histórico. Pasa con las oleadas incontrolables de indocumentados, sin papeles, posibles refugiados que asedian las fronteras europeas y las de nuestros vecinos del norte. Pasa dentro de fronteras que apenas sirven para querer deshacerse de problemas comunes, pero que insistimos en hacer pasar como exclusivos de una región o país en particular. Es lo que sucede con las reformas estructurales que en países como México nos lanzan, no al desarrollo, sino a la devastación humana y de la naturaleza. No, Donald Trump no es un payaso, es el más acabado representante del neoliberalismo galopante que padecemos, ese que carece de cualquier asomo de empatía, de consideración por los demás porque los rebaja a categorías humillantes y humilladas. Lo peor es que tenemos la mata de esa forma de pensamiento y acción pegada a nuestra frontera de más de 3 mil 152 kilómetros, dejándonos el triste papel de contener, por la fuerza legal e ilegal, el asedio de nuestros compatriotas, de los centroamericanos y hasta asiáticos desesperados que ilusoriamente aspiran a una vida mejor. ¿Qué es lo que piensan desde esos guetos favorecidos por una economía que produce diario miles de pobres mientras concentra la ganancia en poquísimos híper ricos? “Innecesarios, indeseables, abandonados… ¿qué lugar les toca? La respuesta más concisa es: fuera de la vista. Primero hay que sacarlos de la calle y de los otros lugares públicos que usamos nosotros, los residentes legítimos del valiente mundo consumista. Si por azar se trata de recién llegados y sus permisos de residencia no están en perfecto orden, podemos deportarlos más allá de nuestras fronteras, expulsándolos físicamente del universo de protecciones legales debidas a quienes gozan de derechos humanos. Si no se encuentra una excusa para deportarlos, se les puede encerrar en cárceles lejanas o en campos de refugiados, casi siempre en lugares semejantes al desierto de Arizona, barcos anclados lejos de las rutas de navegación o prisiones de alta tecnología altamente automatizadas, donde no ven a nadie y donde nadie, ni siquiera un guardiacárcel, los verá de frente y cara a cara con mucha frecuencia […] Los pobres, además de ser desterrados de las calles, también pueden ser desterrados de la comunidad humana reconocible: del mundo de los deberes éticos. Esto se consigue reescribiendo sus historias en el idioma de la perversión y no en el de la privación”. Vida de Consumo. Zygmunt Bauman. FCE 2007. Una tragedia humanitaria que no se detiene, al contrario, cada vez desnuda con mayor crudeza los efectos de una economía inequitativa, sin misericordia ni asomo alguno de justicia. Como advertían ya hace algunos años personajes como José Saramago, tal parece que alguien decidió que un porcentaje significativo de la humanidad es desechable, prescindible, borrable, por eso a nadie le interesa intervenir en las crisis humanitarias como las que fotografía y denuncia magistralmente Sebastiao Salgado en su documental La Sal de la Tierra. «Así es que, cada vez más, los refugiados se encuentran atrapados entre dos fuegos; más exactamente, en una paradoja. Si bien se les expulsa a la fuerza de su país de origen, o se los atemoriza para que huyan, no se les permite la entrada a ningún otro. No cambian de lugar; pierden su lugar en la tierra, son catapultados hacia la nada, a los non-lieux de Augé o las nowherevilles de Garreau, a los Narrenschiffe de Michel Foucault, a la deriva hacia “un lugar sin lugar, que existe por sí mismo, que está cerrado sobre sí y a la vez entregado a la vastedad del océano […] Los refugiados se han convertido en una semblanza caricaturesca de la nueva élite del mundo globalizado, en el epítome de la extraterritorialidad en la que se asientan las raíces de la actual precarité de la condición humana, la principal fuente de temores y angustias de la humanidad actual». La sociedad sitiada, Zygmunt Bauman. Alguien podría preguntar ¿cómo se expulsa o se desplaza a alguien de su propio país o de su propia tierra? La respuesta la tenemos a simple vista: con un modelo económico que favorece la desigualdad, que propicia el bajo desarrollo y el desempleo, que no educa sino adiestra, que produce pobres, que vuelve inseguro el trabajo, que minimiza el ingreso, que limita el acceso a los servicios sociales básicos privatizándolos; que concesiona grandes extensiones de tierra a compañías mineras, madereras y demás desplazando a los pueblos originarios; que permite la destrucción de grandes extensiones de cultivos por la vía de permitir la entrada de semillas transgénicas, que hay que pagar con cada siembra porque no se reproducen por sí solas, destruyendo la biodiversidad nativa; que deja al mejor postor sus fuentes de energía; que tolera la corrupción, el crimen organizado y la violencia como complementos a sus reformas estructurales; que devalúa su moneda y que sólo se fija en el “equilibrio macroeconómico” valiéndole gorro la calidad de vida de sus ciudadanos, que para eso estamos, para exprimirnos y volvernos desechables. Por allí vamos y algunos irresponsablemente lo festejan: “En total, son 13 reformas estructurales, que constituyen una nueva plataforma para el crecimiento y el desarrollo sostenido de nuestro país. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ─la OCDE─, México es el mayor reformador de los últimos dos años, entre las 34 economías que integran ese organismo. Por eso hoy podemos decir, con orgullo, que México se mueve hacia adelante. Juntos, estamos avanzando hacia las grandes metas nacionales que nos trazamos.” Tercer Informe de Gobierno EPN. Pero esos desplazados, esos desechables se están haciendo visibles, pelean por lo único que les queda, su propia vida y la de sus hijos, por un futuro que se les niega, por una humanidad que los excluye y los ignora sin saber, que pronto, de seguir así, casi todos seremos desechables. “Ya no habrá más estatuas de la libertad que prometan cobijar a las masas abandonadas y oprimidas”. La sociedad sitiada. Zygmunt Bauman.