lunes, 3 de octubre de 2016

A LA VISTA DE TODOS

Joaquín Córdova Rivas La mejor manera de esconder algo es dejándolo a la vista. Por muy evidente que parezca lo anterior suele olvidarse, los ladrones experimentados buscan en los escondrijos, en los lugares donde creemos que es difícil encontrar lo que tenemos más apreciado, por su valor monetario o afectivo. Por inseguridad propia ocultamos lo que no queremos compartir, lo que guardamos para el disfrute exclusivo o para un apuro. También se esconde lo que no queremos que los otros sepan, que no se den cuenta del origen de las cosas que los agobian, el saber es poder dicen. Mucho se escribirá sobre lo visto y dicho en el primer debate presidencial en nuestro quisquilloso vecino del norte, yo me quedo en lo que descubrió, por estar a la vista de todos, la señora Clinton, cuando menciona que le quitaron a la iniciativa privada la concesión de las prisiones federales, la razón fue muy simple, a las empresas les interesa el negocio, y entre más presos existan los ingresos mejoran sustancialmente, por lo mismo no les interesa una visión preventiva, una que disminuya el comportamiento criminal, pero sí está en su radar el crear las condiciones para que se aplique un enfoque punitivo, que castigue con prisión hasta la más mínima infracción, es más, no interesa la culpabilidad real de los presuntos delincuentes, entre más se encierren mejor es la ganancia. Eso ocurre con cualquier negocio, por eso debe haber sectores reservados al ejercicio del poder público. Al sistema privado de salud no le interesa prevenir los padecimientos y enfermedades, entre más enfermos mejor para ellos. Al sistema privado de recolección y procesamiento de basura no le interesa que se produzcan menos deshechos, tampoco que la ciudad esté limpia, entre más basura generemos, entre más sucias nuestras calles y colonias mejor es el negocio. La inexistencia fáctica de un transporte público manejado con ese interés, provoca lo que señalaremos a continuación, pero un transporte privado, concesionado, vive del caos vial, de su ineficacia, de sus abusos. Curioso, su éxito no depende de hacer las cosas bien, sino de hacerlas mal. Pero dejémonos de elucubraciones, todos sabemos que la calidad de vida de una ciudad moderna depende de su movilidad, no tiene caso concentrar una gran cantidad de población, de comercios, de escuelas, de industrias, de centros recreativos si no se puede mover de un lugar a otro con facilidad, en un tiempo razonable, sin riesgos innecesarios o con la incertidumbre en la hora de llegada. De pocos años para acá, la calidad de vida, la movilidad, la tranquilidad urbana de la ciudad de Querétaro se ha deteriorado de manera evidente y significativa. Sabemos a que hora salimos de nuestra vivienda, pero no tenemos seguridad alguna de la hora de llegada a nuestro trabajo, a la escuela, al consultorio médico, al cine o a cualquier otro lugar. Todas las horas diurnas son horas pico, no hay gran diferencia los fines de semana. No suele haber manifestaciones o toma de vialidades para protestar por algo, son escasas, no forma parte, todavía, de nuestra cultura. Si existe algún atorón vial ajeno a la falta de infraestructura, a las eternas reparaciones carentes de estudios de ingeniería vial, a la ausencia de agentes públicos que pongan orden en el caos vehicular —sin darnos cuenta los agentes de tránsito son una especie queretana más que se extinguió hace tiempo, aunque siguen existiendo en los presupuestos oficiales y como coartada para que algunos funcionarios que hacen nada sigan cobrando—, es por motivos disque deportivos —la maratonitis— o religiosos. Se me olvidaba, también puede ser que algún presidente municipal decida cerrar la avenida principal de su rancho, perdón, de su cabecera municipal, para la boda de alguno de sus vástagos. Pero a la vista de todos han crecido otros negocios, los mismos transportistas han creado empresas para recoger, en lugares fijos y siguiendo rutas determinadas, a trabajadores de maquiladoras que requieren para contar con el siguiente turno a tiempo. Quizás, pensando mal, algunas de esas compañías de transporte de personal sean outsourcing ligadas a las mismas maquiladoras, para evadir impuestos, para bajarle ceros a las utilidades a repartir entre los trabajadores, para no gastar en incentivos a la puntualidad. Un negocio más que se genera haciendo las cosas mal, porque no tendrían razón de ser si el transporte público normal funcionara como se supone que debe hacerlo. Nuestra ciudad de Querétaro no es víctima de la migración interna, existen otras ciudades a las que llegan más personas de otros lugares y no padecen lo que nosotros. También descubrimos que esa migración no es solo de allá para acá, también es de aquí para allá y que la diferencia es mínima, insuficiente para soportar el caos creciente y la pérdida en la calidad de vida, porque el tiempo malgastado en nuestras colapsadas calles y avenidas no se recupera nunca y con nada. Más bien somos víctimas de un modo rapaz de hacer negocios, donde nuestros representantes populares, del nivel que se quiera, son meros comparsas de esos que incrementan sus fortunas haciendo que las cosas funcionen mal para después vendernos falsas soluciones. No se trata de promover las condiciones necesarias para vivir bien o cada vez mejor, se trata de administrar el caos provocado para sacar tajada, para hincharse las bolsas creando necesidades que no existirían si se hicieran las cosas preservando los intereses de los más, aunque no sea negocio para los menos. Es la fase más depredadora de este sistema económico: si algo funciona bien hay que descomponerlo para hacer negocio.

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