lunes, 3 de octubre de 2016

NIÑOS SECUESTRADOS

Joaquín Córdova Rivas Se roban la paz y la tranquilidad, se roban la posibilidad de transitar sin caos y estrés por nuestras ciudades y carreteras, se roban los presupuestos públicos para atender las necesidades más elementales —educación, salud, recreación, jubilación, trabajo, vivienda, alimentación y ambiente saludables—, se roban el trabajo material e intelectual de quien sea, se roban nuestra vida y nuestro futuro. Podríamos hacer, además, un listado extenso de los muertos y desaparecidos de este sexenio y de los anteriores, pero ahora no se trata de eso. Sí tiene que ver con el secuestro discursivo de nuestros niños y jóvenes, utilizados como pretexto para atentar contra derechos elementales de otros sectores de la población. Ojalá que la preocupación fuera real, que guiara las acciones de los poderes del Estado para asegurar una educación como la que establece el artículo tercero constitucional, en lo fundamental: «I. Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa; II. El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.» Hasta le podemos agregar el “párrafo adicionado” el 26 de febrero del 2013: «El Estado garantizará la calidad en la educación obligatoria de manera que los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la infraestructura educativa y la idoneidad de los docentes y los directivos garanticen el máximo logro de aprendizaje de los educandos.» Sin embargo, nuestras autoridades educativas han abusado del “derecho de los niños a una educación de calidad” para oponerlo a los derechos laborales de los profesores de la educación pública, y digo que han abusado porque el mismo artículo dice que: «Todo individuo tiene derecho a recibir educación. El Estado –Federación, Estados, Distrito Federal y Municipios–, impartirá educación preescolar, primaria, secundaria y media superior. La educación preescolar, primaria y secundaria conforman la educación básica; ésta y la media superior serán obligatorias.» Se habla de todo individuo, no solo de los infantes. Se trata de instalar en la percepción pública, y han tenido éxito en ello, la falsa conclusión de que quien esté contra su reforma educativa está en contra de los niños mexicanos. Han utilizado las emociones en contra de los argumentos, en lugar de hacerlos caminar parejos. Y como las autoridades se han presentado como adalides en la protección de los derechos de los infantes —recordarles sus hipocresías en el trato a las víctimas de la guardería ABC, el trato preferencial e impunidad a ministros religiosos pederastas, las pésimas condiciones de infraestructura en las comunidades más pobres que provocan muertes infantiles, para ellos no cuenta—, cualquier profesor que las cuestione es sospechoso de “infanticidio educativo”. ¿De qué otra forma pueden, colectivamente, los profesores defender sus derechos laborales si no es deteniendo sus actividades y haciendo notar su ausencia? ¿A poco vamos a caer en el engaño de que los indignados padres de familia “recuperen” una escuela y la hagan funcionar sin profesores? Tomarán la puerta de entrada, pero el proceso educativo requiere de un adulto que domine los saberes y la forma de que los otros construyan los propios, como dice la moda pedagógica. La escuela no es el edificio, es la constante interacción entre docentes y estudiantes, que propicie el aprendizaje de ambos en un ambiente de respeto mutuo e influyendo en un contexto mucho más amplio que el escolar. La verdadera intención ha quedado al descubierto: «La evaluación, se ha argumentado con razón, es un medio, no un fin; el modelo educativo (si es que lo que se presentó como tal lo fuera) ocupa el sitio de un fin, de un objetivo: la prefiguración de un proyecto. Usar a mansalva un martillo, adorarlo y aclamarlo como “el” logro fundamental durante varios años para construir quién sabe qué, y luego detener los carros para enunciar y poner a consulta lo que se quiere construir, muestra que nunca la evaluación fue concebida como el corazón de un proceso educativo de cambio, sino como instrumento de reacomodo político y corazón del mecanismo de control del magisterio, vía la amenaza, bajo el supuesto de que el miedo a perder el trabajo produciría, por pura añadidura, harta calidad.» Manuel Gil Antón en http://www.educacionfutura.org/reforma-cardiaca/ Aquí sí citamos las fuentes y las marcamos cuando son de otro autor, no como otros. Por lo pronto, la evaluación docente queda como una caricatura al convertirse en “voluntaria”, esa alternativa no aparece en la reglamentación a menos que alguien quisiera adelantar ese proceso, no retardarlo a voluntad. Nuestros niños y jóvenes han sido discursivamente secuestrados por el rollo oficial, solo las autoridades conocen y protegen sus derechos, ya tenemos un nuevo santo, Santo Nuño de la SEP y su corte celestial de subsecretarios, mientras, que los docentes ardan en los infiernos de la evaluación y amenaza laboral sin fin, y sin incentivos porque no hay recursos o se inventan excusas para no darlos.

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