sábado, 7 de mayo de 2016

LA PAZ QUERETANA

En algo coincidimos con el titular del poder ejecutivo estatal, lo sucedido el primero de mayo en la capital queretana fue histórico. Pero las coincidencias terminan allí, en lo demás hay diferencias de percepción. ¿A quién se le ocurrió que no habría inconformidad con el madruguete respecto de los nuevos lineamientos para la jubilación de los trabajadores al servicio de los poderes del Estado? ¿Quién, en su sano juicio, esperaba que le agradecieran que se incrementara la edad y los años de antigüedad para jubilarse, cuando nunca apareció en su plataforma electoral, ni tampoco hubo diálogo, ni convencimiento, ni acuerdo sobre ello? ¿Cómo esperar cooperación, comprensión o resignación cuando se ventila un faltante de mil millones de pesos o un gobierno prácticamente en quiebra sin que existan denuncias, averiguaciones, ni responsables de ese tamaño? ¿A poco creen que nadie nota que, con todo y la supuesta reforma educativa, ese sector se llenó de amigos, ahijados y recomendados de funcionarios presentes y pasados, sin conocimientos del tema, sin apegarse a los lineamientos de la misma y desplazando a quienes tienen experiencia y capacidad? Ya no hay mirones de palo, hay trabajadores inconformes con lo que les están haciendo injustamente, tratándolos como simples objetos de los que se puede disponer a discreción. Nuestra dictadura perfecta se está desmoronando por la falta de inteligencia y pericia de una clase política que sólo se mira el mugroso ombligo. Apenas alcanza a funcionar y sostenerse cuando se respeta la división de controles. Por ejemplo, el presidente de la república y algunos integrantes de su gabinete controlan a los gobernadores, diputados federales y senadores concentrando los ingresos fiscales y repartiéndolos a contentillo. Los gobernadores y presidentes municipales, a cambio de una tajada del mismo, se comprometen a controlar políticamente su territorio —incluyendo a los otros dos poderes que son designados con la descarada injerencia del ejecutivo, y que sólo fingen independencia—, de esa manera se crea una sincronía que les permite dar la ilusión de que sólo existe ese camino y quien disienta será catalogado como subversivo, revoltoso, anarquista, alborotador, instigador contra el sacrosanto orden institucional y el bien común. Por eso no se vale que se diga que los gobernadores no tienen la culpa de la disque reforma educativa, pues son parte importante de la maquinaria política que la tiene que implementar, además de su pertenencia a un partido político que la impulsó y aprobó, o cuando ellos mismos eran parte de esas instancias decisorias y las votaron hasta sin leerlas. El gobernador de un estado se convierte en el representante político más importante en su demarcación, debe tener el pulso de las inconformidades y el diagnóstico de las desigualdades, compartirlo con las autoridades federales y, entre todos, trabajar por resolverlas. Pero si entre ellos no se comunican, o falta oficio para hacer diagnósticos certeros, aunque públicamente digan las barbaridades que suelen decir, esa sincronía no aparece por ningún lado y los conflictos les estallan en la cara. Uno de los muchos errores fue la inasistencia del presidente municipal de la capital, para que se responsabilizara de sus metidas de pata y se viera obligado a convencer o a rectificar. La versión oficial es increíble porque nadie se la cree, eso de inventar que los inconformes eran de otros lugares, o que eran unos poquitos “enmascarados”, o que fueron instigados por los mismos de siempre —léase Gerónimo Sánchez o Pablo González, o los dirigentes magisteriales de la región serrana— es parte de ese imaginario que busca descargar culpas por un pésimo manejo político. Tampoco es posible que se sigan creyendo que la gerontocracia sindical oficial sigue teniendo la capacidad de control que nadie tiene ya. La paz queretana no se rompió el primero de mayo, viene desgarrándose desde años atrás, pero las válvulas para controlar el enojo y la indignación —“mal humor” le llama el otro que no entiende—, ya no funcionan, y una clase política incompetente buscará descargar su ineficacia inventando enemigos públicos para no encarar las consecuencias de su mala práctica cotidiana. La tentación autoritaria está en el anzuelo que se apresuran a morder. A menos que aparezca alguien que sepa poner orden en el desbarajuste que armaron, que no se crea nada de lo que están diciendo, que resista la tentación de creer que los medios de comunicación son el espejo mágico que les repite que son los más hermosos e infalibles, y que sepa de trabajo político fino, el primer año de las administraciones locales serán parte del desastre nacional. Allí sí hay sincronía. Lo peor que pueden hacer es ignorar las inconformidades que provocaron. Tienen que tomar en cuenta el desacuerdo respecto del incremento en la edad y años de servicio de los trabajadores al servicio de los poderes del estado, tienen que dialogar y reportar de forma fidedigna el problema de los profesores cesados de educación básica y media superior, el franco rechazo a la disque reforma educativa, la injusticia en la privatización del servicio de limpia del municipio de Querétaro y de los que se apresuran a seguir su mal ejemplo, la inconformidad de los policías, el incremento cotidiano en la inseguridad, el maltrato a organizaciones sociales que denuncian violencia de género o desaparición de personas. Tienen que dejar de pensar en el gobierno como un botín para saquear impunemente y lugar para poner a sus cuates aunque no sepan hacer nada. En fin, hay mucho por repensar y por hacer. Olvidarse que la paz queretana se basa en la falsa unanimidad o en una ciudadanía cobarde y temerosa. Aun así, pésele a quien le pese, se está haciendo historia.