sábado, 8 de octubre de 2016

ERAN SOLDADOS

ERAN SOLDADOS Joaquín Córdova Rivas Seguramente estaban cansados, mal dormidos, mal comidos, acalorados debajo del pesado uniforme y los chalecos antibalas. Apretados en 2 transportes a pesar de que eran —según las versiones periodísticas— 17, de los cuales 5 murieron en el ataque al que fueron sometidos, 10 más quedaron heridos, algunos de gravedad por lo que las cifras pueden cambiar. Al parecer llevaban varias horas de camino, custodiando una ambulancia con un dirigente del crimen organizado herido en un enfrentamiento previo. Eran soldados. Para bien o para mal, el ejército es el último dique armado —el otro, despreciado, es el arte y la cultura— que contiene, en algo, una guerra declarada sin tener la necesaria preparación y estrategia por parte de las instituciones supuestamente encargadas de la seguridad nacional. Una seguridad nacional que ya no custodia las fronteras precaviendo alguna invasión externa, sino que está volcada hacia dentro, en un escenario más parecido a una guerra civil que está desmembrando una geografía que había neutralizado y resuelto las fuerzas centrífugas de otras épocas. Pero no basta lamentarse, alguien cometió más de un error al no prever y calcular la reacción violenta y con mayor capacidad de fuego de los “enfermos, bestias y criminales”, como los llamó el secretario de defensa. No se mueven más de sesenta agresores en una veintena de camionetas sin que nadie se dé cuenta. No se venden armas de alto poder y lanzagranadas sin que nadie se entere. No se coordina un ataque de esta magnitud sin hacer uso de radiofrecuencias y aparatos de comunicación. Alguien no hizo su tarea y dejó a 17 soldados en una situación de vulnerabilidad inadmisible. En Sinaloa sobran tropas, transportes blindados, presencia de inteligencia civil y militar, policías federales, quizás hasta helicópteros artillados, pero no aparecieron cuando se necesitaban. Falta ver ahora la reacción de las fuerzas de seguridad, falta saber a quién culpan por las muertes y lesiones de militares que también son ciudadanos, que cumplen con lo que se les ordena, que tienen familias que dependen de ellos; hay que estar pendientes de que no ocurran otros incidentes similares o más graves, sería el colmo. Muertos y heridos que se acumulan a las cifras negras de víctimas en un país desgarrado por la violencia que se incrementa sin poder detenerla ni ocultarla. Nos ahogamos en corrupción e impunidad, en riquezas mal habidas, en descarados saqueos a los recursos públicos y privados. Caemos, dando tumbos, en un abismo que parece no tener fondo. Mientras, el que cobra como presidente se pasea en su avión de lujo, que no tiene ni Obama, corriendo detrás de este para pedirle disculpas por la tontería de servirle de tapete al impresentable Donald Trump, en plena campaña electoral de nuestro vecino del norte. En plena ruleta gringa jugamos a perder. Y nuestro apanicado gobernador del Banco de México declarando lo que todos sufrimos y puede empeorar, un modelo económico que depende en exceso de los caprichos del capital especulativo, de una deuda externa que crece minuto a minuto y que no se ve que se invierta en obra pública, y sí sospechamos que sea para engordar las cuentas bancarias en paraísos fiscales o en propiedades de todo tipo. Que no nos sorprenda que ciudadanos globales con un peso específico significativo, como el “ruckero” Roger Waters, opine y critique ácidamente a nuestra casta política y sea aclamado por cientos de miles en el Zócalo y el Foro Sol. Otros ciudadanos, menos conocidos pero igualmente importantes, toman las calles para protestar por feminicidios, por asesinatos absurdos porque la ganancia ni siquiera es cuantiosa, nos estamos matando por migajas. Ambiente propicio para que los sociópatas pierdan cualquier freno y hagan de las suyas, y entonces todos se revuelven y las mezclas resultan cada vez más bestiales. La violencia se trasmina, la incapacidad institucional y sus abusos los convertimos en problema personal, nos corroe el coraje y la impotencia, quizás como consecuencia crece la violencia intrafamiliar, el alcoholismo y otras adicciones, el embarazo adolescente, la obesidad por ansiedad, llegamos a los golpes por un lugar donde estacionar nuestro auto, peleamos los milímetros de las atestadas vialidades, a nuestros niños y jóvenes los abandona un sistema educativo ineficiente con profesores rebasados por las circunstancias, incrementa el vandalismo urbano. Y nosotros peleando por quitarle derechos a sectores de la población que no creen en los mismos dogmas, en lugar de convocar a la tolerancia, solidaridad y paz. Hasta provoca envidia que alguien tenga control sobre su muerte. Luis González de Alba optó por morir en una fecha que seguramente le era significativa, un 2 de octubre. Siempre crítico aunque fuera políticamente incorrecto, siempre curioso e inquisitivo, cuestionó a la biología, a la cultura oficial o no, a la izquierda o a lo que se hace llamar así. Quedan sus libros, sus artículos, su rebeldía, Hay que leerlo y cuestionarlo.

lunes, 3 de octubre de 2016

A LA VISTA DE TODOS

Joaquín Córdova Rivas La mejor manera de esconder algo es dejándolo a la vista. Por muy evidente que parezca lo anterior suele olvidarse, los ladrones experimentados buscan en los escondrijos, en los lugares donde creemos que es difícil encontrar lo que tenemos más apreciado, por su valor monetario o afectivo. Por inseguridad propia ocultamos lo que no queremos compartir, lo que guardamos para el disfrute exclusivo o para un apuro. También se esconde lo que no queremos que los otros sepan, que no se den cuenta del origen de las cosas que los agobian, el saber es poder dicen. Mucho se escribirá sobre lo visto y dicho en el primer debate presidencial en nuestro quisquilloso vecino del norte, yo me quedo en lo que descubrió, por estar a la vista de todos, la señora Clinton, cuando menciona que le quitaron a la iniciativa privada la concesión de las prisiones federales, la razón fue muy simple, a las empresas les interesa el negocio, y entre más presos existan los ingresos mejoran sustancialmente, por lo mismo no les interesa una visión preventiva, una que disminuya el comportamiento criminal, pero sí está en su radar el crear las condiciones para que se aplique un enfoque punitivo, que castigue con prisión hasta la más mínima infracción, es más, no interesa la culpabilidad real de los presuntos delincuentes, entre más se encierren mejor es la ganancia. Eso ocurre con cualquier negocio, por eso debe haber sectores reservados al ejercicio del poder público. Al sistema privado de salud no le interesa prevenir los padecimientos y enfermedades, entre más enfermos mejor para ellos. Al sistema privado de recolección y procesamiento de basura no le interesa que se produzcan menos deshechos, tampoco que la ciudad esté limpia, entre más basura generemos, entre más sucias nuestras calles y colonias mejor es el negocio. La inexistencia fáctica de un transporte público manejado con ese interés, provoca lo que señalaremos a continuación, pero un transporte privado, concesionado, vive del caos vial, de su ineficacia, de sus abusos. Curioso, su éxito no depende de hacer las cosas bien, sino de hacerlas mal. Pero dejémonos de elucubraciones, todos sabemos que la calidad de vida de una ciudad moderna depende de su movilidad, no tiene caso concentrar una gran cantidad de población, de comercios, de escuelas, de industrias, de centros recreativos si no se puede mover de un lugar a otro con facilidad, en un tiempo razonable, sin riesgos innecesarios o con la incertidumbre en la hora de llegada. De pocos años para acá, la calidad de vida, la movilidad, la tranquilidad urbana de la ciudad de Querétaro se ha deteriorado de manera evidente y significativa. Sabemos a que hora salimos de nuestra vivienda, pero no tenemos seguridad alguna de la hora de llegada a nuestro trabajo, a la escuela, al consultorio médico, al cine o a cualquier otro lugar. Todas las horas diurnas son horas pico, no hay gran diferencia los fines de semana. No suele haber manifestaciones o toma de vialidades para protestar por algo, son escasas, no forma parte, todavía, de nuestra cultura. Si existe algún atorón vial ajeno a la falta de infraestructura, a las eternas reparaciones carentes de estudios de ingeniería vial, a la ausencia de agentes públicos que pongan orden en el caos vehicular —sin darnos cuenta los agentes de tránsito son una especie queretana más que se extinguió hace tiempo, aunque siguen existiendo en los presupuestos oficiales y como coartada para que algunos funcionarios que hacen nada sigan cobrando—, es por motivos disque deportivos —la maratonitis— o religiosos. Se me olvidaba, también puede ser que algún presidente municipal decida cerrar la avenida principal de su rancho, perdón, de su cabecera municipal, para la boda de alguno de sus vástagos. Pero a la vista de todos han crecido otros negocios, los mismos transportistas han creado empresas para recoger, en lugares fijos y siguiendo rutas determinadas, a trabajadores de maquiladoras que requieren para contar con el siguiente turno a tiempo. Quizás, pensando mal, algunas de esas compañías de transporte de personal sean outsourcing ligadas a las mismas maquiladoras, para evadir impuestos, para bajarle ceros a las utilidades a repartir entre los trabajadores, para no gastar en incentivos a la puntualidad. Un negocio más que se genera haciendo las cosas mal, porque no tendrían razón de ser si el transporte público normal funcionara como se supone que debe hacerlo. Nuestra ciudad de Querétaro no es víctima de la migración interna, existen otras ciudades a las que llegan más personas de otros lugares y no padecen lo que nosotros. También descubrimos que esa migración no es solo de allá para acá, también es de aquí para allá y que la diferencia es mínima, insuficiente para soportar el caos creciente y la pérdida en la calidad de vida, porque el tiempo malgastado en nuestras colapsadas calles y avenidas no se recupera nunca y con nada. Más bien somos víctimas de un modo rapaz de hacer negocios, donde nuestros representantes populares, del nivel que se quiera, son meros comparsas de esos que incrementan sus fortunas haciendo que las cosas funcionen mal para después vendernos falsas soluciones. No se trata de promover las condiciones necesarias para vivir bien o cada vez mejor, se trata de administrar el caos provocado para sacar tajada, para hincharse las bolsas creando necesidades que no existirían si se hicieran las cosas preservando los intereses de los más, aunque no sea negocio para los menos. Es la fase más depredadora de este sistema económico: si algo funciona bien hay que descomponerlo para hacer negocio.

DOBLE NACIONALIDAD

Joaquín Córdova Rivas Sabemos que tenemos caducidad, la razón nos dice que vamos a perecer individualmente y como especie, que el planeta, como lo dejemos de devastado y maltratado, nos trascenderá; pero la esperanza por lograr la permanencia, en un delicado equilibrio con el resto de las especies y el universo conocido, nos lleva a imaginar utopías. Queremos seguir creyendo que es posible vivir plenamente siendo cada día mejores seres humanos. Esta utopía, que creemos realizable aunque suene a paradoja, tiene lugar y fecha de nacimiento, fue en el convento portugués de Arrábida el 6 de noviembre de 1994, también tiene nombre: Carta de la Transdisciplinariedad, no tiene padre ni madre porque igual que muchas familias no es tradicional ni “natural”, sí tiene muchos adoptantes, los iniciales y los que se van sumando de manera consciente, gozosa y solidaria. Para los fines de este texto no la reproduciremos completa, además se puede consultar en múltiples fuentes, aquí está una: http://www.filosofia.org/cod/c1994tra.htm De sus 15 artículos nos centraremos en el siguiente: “Artículo 8. La dignidad del ser humano es también de orden cósmico y planetario. La operación del ser humano sobre la Tierra es una de las etapas de la historia del universo. El reconocimiento de la Tierra como patria es uno de los imperativos de la transdisciplinariedad. Todo ser humano tiene derecho a una nacionalidad, pero, a título de habitante de la Tierra, él es al mismo tiempo un ser transnacional. El reconocimiento por el derecho internacional de la doble pertenencia –a una nación y a la Tierra– constituye uno de los objetivos de la investigación transdisciplinaria.” El drama creciente de los exiliados políticos, de los migrantes por motivos económicos —trabajo y salario dignos—, por hambre, por los múltiples conflictos bélicos, por la inseguridad cotidiana, por huir de la violencia —familiar, por los fundamentalismos religiosos, por la discriminación racial o de género—, por tener acceso a una educación emancipadora, no colonializada; o simplemente por buscar un mejor nivel y calidad de vida para los últimos años de la vida, es cada vez mayor y pone en entredicho los múltiples discursos con las escasas realidades. El embate de la ultraderecha contra los anhelos democráticos, contra los derechos humanos ganados a lo largo de las últimas décadas, no es menor. El discurso maniqueo, incongruente, ignorante, poco humano de quien mejor representa ese polo político, el señor Donald Trump, gana adeptos entre quienes ¿piensan?, que los recursos materiales y humanos del planeta deben quedar resguardados y disfrutados por ellos y nadie más. El conocimiento, el crecimiento económico responsable y equitativo, la diversidad, la tolerancia, la solidaridad y quienes pensamos diferente les estorbamos. Consiguieron su falso enemigo común: los otros. Vamos a un caso cercano, más digno que el vergonzante jugado por el que cobra como presidente de este atribulado país: “La campaña de odio promovida por el candidato estadounidense Donald Trump pone no sólo en riesgo el futuro y la vida de millones de mexicanos que habitan en los Estados Unidos de América, y cuyo único crimen fue huir de la miseria y la falta de oportunidades en busca de una vida segura y digna, sino también el futuro de una relación respetuosa entre nuestros países”. “(…) San Miguel de Allende ha sido, es y seguirá siendo una tierra abierta al mundo, que recibe con el abrazo sincero a millones de personas independientemente de su origen, credo, raza, ideología, orientación y lengua. San Miguel es una tierra orgullosa de su diversidad, pluralidad e inclusión. San Miguel es una muestra de que el respeto al derecho ajeno puede ser una realidad”. Este gesto, simbólico y significativo, aunque ese municipio no tenga manera de evitar que dicho personaje se presente en esas tierras cuando se le antoje, sucedió el 16 de septiembre pasado, “durante la Sesión Número XXVIII Ordinaria, celebrada en el Salón de Cabildos del Palacio Municipal se presentó y aprobó la iniciativa […] de declarar al candidato por la presidencia estadounidense, Donald John Trump como una persona non grata ni bienvenida en el territorio sanmiguelense.” https://www.sanmigueldeallende.gob.mx/?p=2465 Me dicen que, en la capital de ese municipio, que apenas rebasa los 140 mil habitantes, viven 18 mil 400 norteamericanos, al menos 4 mil canadienses y una cantidad similar provenientes de otros países. Me dicen que, a diferencia de los mexicanos, esos norteamericanos, mayoritariamente jubilados, tienen la cultura de la donación, que no se guardan el dinero para ellos solos, sino que participan en fundaciones, promueven bibliotecas y museos, dedican algo de sus ingresos a promover actividades culturales y educativas. Me dicen que, a pesar de venir del país que se presenta como adalid del libre comercio y del libre tránsito financiero, no se les permite sacar el dinero de sus jubilaciones y que tienen que hacer algunas maromas bancarias para hacerlo llegar a su actual lugar de residencia, huyendo de los climas extremosos y del estrés citadino de sus lugares de origen. Me dicen que, en caso de ganar el señor Trump las elecciones de nuestro vecino del norte, el desarrollo de lugares como San Miguel de Allende sería severamente afectado, porque endurecería las condiciones para que esos extranjeros jubilados pudieran seguir viviendo, donando e invirtiendo. Curioso que al llegar la etapa final de su vida, algunos descubran que valores tan antiguos como la hospitalidad, la convivencia, el intercambio cultural son deseables y disfrutables. Que nos vuelven más humanos y nos otorgan esa doble nacionalidad, al planeta y al terruño que nos vio nacer.

HACEN FALTA HOMBRES BUENOS

Joaquín Córdova Rivas Los derechos son de todos o no son de nadie. Como pocas veces en la historia de esta sufrida humanidad se han logrado reconocer derechos que antes no se tenían, lo que demuestra que las luchas sociales no han sido en vano. Pero siempre hay algunos que se creen superiores y con prerrogativas que los demás no deben tener, los privilegiados sienten que lo son cuando el resto queda marginado. ¿Cómo argumentar con quien renuncia a los argumentos? ¿Cómo razonar con quien renuncia a la razón? Entre más falsa es una verdad más inamovible se vuelve, porque depende de la fe ciega, de la abdicación del propio criterio, de la derrota de cualquier tipo de duda. Y si algo nos vuelve humanos es dudar. Hombres Buenos es una novela de Arturo Pérez Reverte, aunque esté plagada de datos históricos es un intento de acercarse para reflexionar, es la recreación de la aventura por conseguir los 28 volúmenes de una obra prohibida por la iglesia católica, aunque en el acta correspondiente se haya tenido que escribir: «Reunido en su sede de la Casa del Tesoro y obtenidos los necesarios permisos del Rey Nuestro Señor y de la Autoridad Eclesiástica, el Pleno de la Real Academia Española aprueba por mayoría designar entre los señores académicos a dos hombres buenos que, provistos de los correspondientes viáticos para transporte y subsistencia, viajen a París para adquirir la obra completa conocida como Enciclopédie, ou dictionnarie raisonné des sciences, des arts et des métiers, y la traigan a la Academia para que, en su biblioteca, quede en disposición de libre consulta y lectura para los miembros de número de esta institución.» En el relato queda claro que invocar el permiso de la “autoridad eclesiástica” es, en este caso, un forzado formulismo; en realidad fue de las pocas ocasiones en que el rey Carlos III pudo imponer su autoridad civil frente a otro poder, religioso, celoso de conservar sus cuantiosos privilegios. El silencio no es una opción, el creer que solo la comunidad LGBTI debe defender la vigencia del artículo cuarto de nuestra Constitución es una falsa salida. Los derechos adquieren plena vigencia cuando abarcan hasta a las minorías, y todos, sin excepción, formamos parte de alguna. «El desafío al Estado laico se agudiza. El alto clero sustenta que el matrimonio entre personas del mismo sexo contraviene al dogma. Las iglesias tienen derecho a definir sus propias verdades pero no a auspiciar de manera pública y sistemática prejuicios discriminatorios. Es del dominio público que la jerarquía eclesiástica católica ha promovido el rechazo social de los derechos humanos de la población LGBTI. Incitar a la discriminación no es ejercer el derecho de expresión ni el de libertad religiosa. En tiempos que ya parecían superados el alto clero repudió el ordenamiento constitucional mexicano. Las constituciones de 1857 y de 1917 fueron declaradas nulas por el papado. Ahora la jerarquía eclesiástica auspicia el desconocimiento de los derechos que la Constitución otorga en materia de libertad sexual y de no discriminación.» Diego Valadés, Estado Laico en peligro. Reforma 13 de septiembre del 2016. Según la polémica va decantándose, queda claro que la indiferencia no puede ser la respuesta al intento de una parte de la sociedad por negarle derechos a otra. Estamos viendo un debate envenenado, en lugar de convocar a la solidaridad para defender todos los derechos de todos, algunos quieren ejercer derechos negándoselos a los demás. Incluso Carlos Loret de Mola pone sobre la mesa el papel de la supuesta objetividad y equilibrio del periodismo en el tratamiento de este tema, en su columna de El Universal del 13 de septiembre del 2016 titulada “Lo que perturbó mi fin de semana”, con la llamada: “El que se está dando ahora no es un debate como cualquier otro. Estamos frente a la propuesta de retirar derechos a un sector específico de la población”, acierta, al igual que muchos otros, en que se trata de negar derechos que ya están reconocidos en la Constitución, que ya fueron revisados por la Suprema Corte de Justicia y que estamos, en realidad, frente a un intento embozado e hipócrita de políticos y empresarios, junto con los infaltables dirigentes religiosos, de impedir el avance en la garantía y disfrute de derechos humanos. Celebramos un proceso histórico independentista sin traer a la memoria la coyuntura que lo hizo posible. España estaba invadida por las tropas francesas de Napoleón III, su flota, otrora dominante en buena parte del mundo, señaladamente la actual América Latina, exceptuando Brasil y algunas islas, estaba destruida y el flujo de cuantiosos recursos provenientes de sus colonias estaba bloqueado. Aun así, el pueblo español insistía en resistir y seguir legislando, las llamadas Cortes de Cádiz avanzaban en la posibilidad de separar al Estado de la Iglesia, quitarle parte de sus innumerables privilegios, eso no convenía a la jerarquía eclesial colonial, acostumbrada a los abusos cotidianos sobre una población y territorios sometidos a una explotación brutal. Como sea, la resistencia ante movimientos emancipadores que se desarrollaron en el subcontinente de 1810 en adelante, no contó con la participación de una jerarquía que esperaba continuar ejerciendo un poder que presumían celestial, pero que en la realidad era inmisericordemente terrenal. «Las ideas y las prácticas diversas anteceden a las leyes que las reconocen. La diversificación social y moral se va internalizando paulatinamente en las conciencias de la ciudadanía. La diversidad que desata fobias en sectores que anhelan la uniformidad valorativa difícilmente puede ser desarraigada, a menos que se recurra a la violencia y la persecución sistemáticas. Incluso así, las conductas fieramente perseguidas permanecen y se reproducen, como ha quedado demostrado en regímenes totalitarios o controladores de las conductas públicas y privadas de sus ciudadanos. Para ser acompañados en su operación de apedreamiento simbólico, la élite clerical católica, y temporales compañeros de ruta, construyen cuidadosamente una imagen monstruosa de sus enemigos. Los presentan como depredadores de familias unidas y felices, causantes de la debacle moral y ruina del país. Así acallan su conciencia, que ha permanecido muda ante los abusos continuos consumados en terrenos de la institución eclesiástica que pretende ser juez de todos y juzgada por nadie.» La piedra y la mano. Carlos Martínez García. La Jornada 14 de septiembre del 2016. En fin, hacen falta “hombres buenos” para encarrilar la discusión, no podemos quedarnos callados frente a quienes enarbolan la intolerancia para retroceder en derechos humanos que no son concesiones graciosas de unos cuantos “poderosos piadosos”, sino verdaderas conquistas sociales que han costado vidas y atrocidades cotidianas. Es por todos, hasta por los que insisten en negar a los demás.

LO HEMOS PERDIDO

Joaquín Córdova Rivas Detrás de cada decisión suponemos que hay información que la sustente, que le dé sentido, que suponga alguna ventaja hacer algo o dejar de hacerlo, pero cuando los dislates se suceden uno tras otro se vale dudar. De tiempo atrás se han externado preocupaciones por la salud física o mental de los más variopintos gobernantes. Por mencionar algunos de los recientes, allí están las reuniones deliberativas con los órganos encargados de la seguridad nacional de nuestro vecino del norte en las que Ronald Reagan —su entonces Presidente—, se quedaba dormido. La cara de pasmo —por decirlo decentemente—, de George Bush Jr., durante el ataque a las torres gemelas del World Trade Center. La evidente indecisión y pésimo manejo de la crisis producto del terremoto de 1985 de Miguel De la Madrid. Los crímenes de figuras políticas importantes durante el salinato combinado con el exacerbado egocentrismo del titular del ejecutivo de esa época. Ni para qué detenerse en la presunta dipsomanía de otro o en la necesidad de píldoras de la felicidad de su antecesor. De lo que no cabe duda es que la concentración de poder puede enfermar o volver loco casi a cualquiera. Bueno, a algunos se les aparece su mentor en forma de pajarito y hasta platican con él. La falta de una lógica política que parezca darle algo de coherencia a las decisiones importantes del poder ejecutivo federal actual, que se la pasa rebotando de un error al siguiente sin atinar en casi nada, ha hecho que se revivan las sospechas respecto de la forma en que se procesa la información que llega al primer círculo presidencial; porque en un país presidencialista, si se equivoca el preciso, los demás lo siguen en sus errores, los refuerzan y hasta los presentan como grandes avances, como iniciativas audaces, como el accionar necesario de un estadista incomprendido pero que será salvado por la historia. O en el colmo de la perversidad parece que no dudan en empinarlo para jugar al futurismo personal, sin importarles llevarse al país entre sus mugrosas pezuñas. La percepción de que algo grave pasa no es nueva, en algo atinó el diario inglés The Economist cuando subtitula una de sus columnas más influyentes, refiriéndose al presidente mexicano «A president who doesn’t get that he doesn’t get it», traducido como “El presidente que no entiende que él no entiende”, aunque en el cuerpo de la nota se refiere también al conjunto de sus más cercanos colaboradores, cercados por la corrupción y los conflictos de interés. http://www.economist.com/news/americas/21640397-president-who-doesnt-get-he-doesnt-get-it-mexican-morass De forma coincidente y desde los extremos ideológicos, primero, Carlos Marín, director de Milenio diario, se pone excepcionalmente crítico con la figura presidencial en una entrevista que ya se volvió viral; segundo, dos de los colaboradores de la revista Proceso, Ernesto Villanueva y Jenaro Villamil —el 5 y 6 de septiembre de este año—, expresan sus dudas e hipótesis sobre la influencia que pudiera tener un proceso de enfermedad en las decisiones presidenciales. De las pocas opiniones que parecen encontrar alguna lógica —torcida y truculenta, porque estarían apostando al peor escenario en las elecciones presidenciales norteamericanas—, en la bochornosa invitación a Donald Trump y su trato como jefe de Estado, es la de Jorge Alcocer el 6 de septiembre en el diario Reforma. Parece un llamado temporal a la cordura, pero la renuncia del todopoderoso secretario de hacienda, el señor Videgaray, pudiera marcar un giro significativo en la percepción peñanietista, a menos que sea un episodio más de esa realidad paralela que sólo ellos entienden. Peor si resulta que se practica el deporte favorito de un priísmo acrítico y vergonzosamente incondicional a su jefe máximo y el exsecretario “cae para arriba”. Sin necesidad de llegar a tanto, sí existe la percepción de que se toman decisiones cruciales sin apego a una realidad que muchos padecemos y que nuestra clase política no quiere ver, o que quizás “no entienden que no entienden”. A fines del siglo pasado, en plena aventura espacial, la agencia norteamericana encargada de los viajes espaciales, de poner en órbita a los satélites de comunicaciones, de llegar a la luna, popularizó una frase cuando alguno de sus artilugios fallaba y se perdía, incontrolado, en las inmensidades del universo: lo hemos perdido. Así parece estar nuestro presidente, desconectado de la realidad, fuera de órbita, sin comunicación con tierra.

NIÑOS SECUESTRADOS

Joaquín Córdova Rivas Se roban la paz y la tranquilidad, se roban la posibilidad de transitar sin caos y estrés por nuestras ciudades y carreteras, se roban los presupuestos públicos para atender las necesidades más elementales —educación, salud, recreación, jubilación, trabajo, vivienda, alimentación y ambiente saludables—, se roban el trabajo material e intelectual de quien sea, se roban nuestra vida y nuestro futuro. Podríamos hacer, además, un listado extenso de los muertos y desaparecidos de este sexenio y de los anteriores, pero ahora no se trata de eso. Sí tiene que ver con el secuestro discursivo de nuestros niños y jóvenes, utilizados como pretexto para atentar contra derechos elementales de otros sectores de la población. Ojalá que la preocupación fuera real, que guiara las acciones de los poderes del Estado para asegurar una educación como la que establece el artículo tercero constitucional, en lo fundamental: «I. Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa; II. El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.» Hasta le podemos agregar el “párrafo adicionado” el 26 de febrero del 2013: «El Estado garantizará la calidad en la educación obligatoria de manera que los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la infraestructura educativa y la idoneidad de los docentes y los directivos garanticen el máximo logro de aprendizaje de los educandos.» Sin embargo, nuestras autoridades educativas han abusado del “derecho de los niños a una educación de calidad” para oponerlo a los derechos laborales de los profesores de la educación pública, y digo que han abusado porque el mismo artículo dice que: «Todo individuo tiene derecho a recibir educación. El Estado –Federación, Estados, Distrito Federal y Municipios–, impartirá educación preescolar, primaria, secundaria y media superior. La educación preescolar, primaria y secundaria conforman la educación básica; ésta y la media superior serán obligatorias.» Se habla de todo individuo, no solo de los infantes. Se trata de instalar en la percepción pública, y han tenido éxito en ello, la falsa conclusión de que quien esté contra su reforma educativa está en contra de los niños mexicanos. Han utilizado las emociones en contra de los argumentos, en lugar de hacerlos caminar parejos. Y como las autoridades se han presentado como adalides en la protección de los derechos de los infantes —recordarles sus hipocresías en el trato a las víctimas de la guardería ABC, el trato preferencial e impunidad a ministros religiosos pederastas, las pésimas condiciones de infraestructura en las comunidades más pobres que provocan muertes infantiles, para ellos no cuenta—, cualquier profesor que las cuestione es sospechoso de “infanticidio educativo”. ¿De qué otra forma pueden, colectivamente, los profesores defender sus derechos laborales si no es deteniendo sus actividades y haciendo notar su ausencia? ¿A poco vamos a caer en el engaño de que los indignados padres de familia “recuperen” una escuela y la hagan funcionar sin profesores? Tomarán la puerta de entrada, pero el proceso educativo requiere de un adulto que domine los saberes y la forma de que los otros construyan los propios, como dice la moda pedagógica. La escuela no es el edificio, es la constante interacción entre docentes y estudiantes, que propicie el aprendizaje de ambos en un ambiente de respeto mutuo e influyendo en un contexto mucho más amplio que el escolar. La verdadera intención ha quedado al descubierto: «La evaluación, se ha argumentado con razón, es un medio, no un fin; el modelo educativo (si es que lo que se presentó como tal lo fuera) ocupa el sitio de un fin, de un objetivo: la prefiguración de un proyecto. Usar a mansalva un martillo, adorarlo y aclamarlo como “el” logro fundamental durante varios años para construir quién sabe qué, y luego detener los carros para enunciar y poner a consulta lo que se quiere construir, muestra que nunca la evaluación fue concebida como el corazón de un proceso educativo de cambio, sino como instrumento de reacomodo político y corazón del mecanismo de control del magisterio, vía la amenaza, bajo el supuesto de que el miedo a perder el trabajo produciría, por pura añadidura, harta calidad.» Manuel Gil Antón en http://www.educacionfutura.org/reforma-cardiaca/ Aquí sí citamos las fuentes y las marcamos cuando son de otro autor, no como otros. Por lo pronto, la evaluación docente queda como una caricatura al convertirse en “voluntaria”, esa alternativa no aparece en la reglamentación a menos que alguien quisiera adelantar ese proceso, no retardarlo a voluntad. Nuestros niños y jóvenes han sido discursivamente secuestrados por el rollo oficial, solo las autoridades conocen y protegen sus derechos, ya tenemos un nuevo santo, Santo Nuño de la SEP y su corte celestial de subsecretarios, mientras, que los docentes ardan en los infiernos de la evaluación y amenaza laboral sin fin, y sin incentivos porque no hay recursos o se inventan excusas para no darlos.