sábado, 15 de octubre de 2016

RAZA CÓSMICA

Joaquín Córdova Rivas “A lo largo de los siglos, América Latina no sólo ha sufrido el despojo del oro y de la plata, del salitre y del caucho, del cobre y del petróleo: También ha sufrido la usurpación de la memoria” Eduardo Galeano. No fue un encuentro cordial entre dos desconocidos, es la brutal historia del colonizador europeo que pretende la desaparición física y cultural del que no es como él. Así comienza la historia de una colonización que necesita disfrazarse de “civilizatoria” para legitimar los abusos, la codicia sin límite, el desperdicio de inmensos recursos, el desprecio de saberes incomprendidos, el temor a los dioses íntimamente ligados a la naturaleza. Le llamamos el “día de la raza”, lo recordamos el 12 de octubre porque en esa fecha de 1492 Cristóbal Colón “descubrió América”. Pero la descubrió para los no americanos, porque aquí ya estaba poblada desde muchos siglos antes, ya había civilizaciones muy desarrolladas, con su propia visión de su relación con el universo y con la naturaleza más próxima. No era una región sin conflictos, grandes imperios indígenas luchaban por extenderse y otros por defenderse, en otros lugares se vivía en acordados equilibrios. No eran tierras vacías de seres humanos, eran ricas en conocimientos ancestrales, de esos que pasan la prueba de los siglos, que se muestran efectivos en la práctica, y que se transmiten por medio de mitos y leyendas llenos de símbolos que hay que saber interpretar. La diversidad cultural de este territorio asombra y atemoriza. No se elige el respeto y el intercambio de saberes diferentes, el recién llegado busca exterminar al nativo y para ello hay que matarlo o colonizarlo, hacer que piense como el europeo, que adopte por la fuerza a su dios, que desprecie su propio conocimiento, que demonice sus dioses, que se sienta inferior. Para colmo trae, ese conquistador, una serie de males desconocidos que le ayudan en su tarea, enfermedades infecciosas aquí desconocidas y para las cuales no hay defensas, la mortalidad de las pandemias es muchas veces mayor que en Europa; más que castigo divino de un dios vengador que se impone sobre los otros, parece la invasión de todos los demonios que se ceban ante una población que no tiene tiempo para reaccionar ante esas enfermedades desconocidas. Al mismo tiempo se dio otra forma de destrucción, el epistemicidio. “… se sabe que el machismo fue traído por los europeos al caribe, y también investigaciones recientes plantean que algunas comunidades nativas tenían consagrado en su cultura el divorcio por iniciativa de la mujer y no consentían que una persona tenía que estar amarrada a otra de por vida. Ellos tenían conciencia de la libertad y la democracia pero esta no dependía de esas estructuras occidentales fundadas en la monogamia, la familia y la propiedad. En esta transmisión cultural cumple un papel importante el mito y la leyenda, como formas de expresión y fuente de conocimiento de los pueblos latinoamericanos que no se pueden cercenar, porque gracias a estos medios se ha podido conservar parte de estas memorias, de la misma manera que lo han hecho con sus historias oficiales los vencedores. Los vencidos tienen sus historias, lo que les ha dado el valor, la fuerza y el coraje para no ser aniquilados y más bien los han perpetuado y esto no los ha dejado morir; sus metáforas, su folclor, sus cuentos, sus leyendas, su música, sus culturas, son metáforas colectivas. Es aquí donde tenemos el gran desafío de buscar las historias secretas de los invisibles, y sobre todo la de las mujeres (que han cumplido sólo un papel decorativo, salvo las compañeras abnegadas de los próceres: ¡detrás de todo gran hombre hay una mujer¡) la de las mujeres indígenas, la de las mujeres afrodescendientes, la de las mujeres campesinas, entre otras”. Eduardo Galeano. Curioso, como alternativa al actual caos provocado por el derrumbe de un sistema económico depredador, inequitativo e injusto, surge la propuesta de las “epistemologías del sur”. La recuperación de esos saberes que han logrado resistir a la destrucción primero, y al intento de volverlas invisibles después. Partiendo de tres premisas que son, según Boaventura de Souza Santos: “La comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo y por eso la transformación del mundo puede también ocurrir por vías, modos, métodos, impensables para Occidente […] Que la diversidad del mundo es infinita, Existen diferentes maneras de pensar, de sentir —de sentir pensando, de pensar sintiendo—, de actuar; diferentes relaciones entre seres humanos —diferentes formas de relación entre humanos y no humanos, con la naturaleza, o lo que llamamos naturaleza; diferentes concepciones del tiempo, diferentes formas de mirar el pasado, el presente y el futuro; diferentes formas de organizar la vida colectiva y la provisión de bienes, de recursos, desde un punto de vista económico. […] Que esta gran diversidad del mundo, que puede ser y debe ser activada, así como transformada teórica y prácticamente de muchas maneras plurales, no puede ser monopolizada por una teoría general. No existe una teoría general que pueda cubrir adecuadamente todas estas diversidades infinitas del mundo.” Epistemologías del Sur. Introducción. Ya no tiene sentido vituperar a Cristóbal Colón o a Hernán Cortés como símbolos de ese encontronazo, mejor centrarse en recuperar esos conocimientos que no han podido ser negados o destruidos, actualizarlos, utilizarlos para salir de las sucesivas crisis de un sistema social y económico que nos regresa a la verdadera barbarie y que sólo puede reciclarse para repetirse de forma más cruda e inhumana. Allí están las “epistemologías del sur”, el “Bien Vivir”, como propuestas vivas y listas para complementarse con otras que busquen fines semejantes: la vida que merece ser vivida, en equilibrio con el universo, con una diversidad aceptada y gestionada pacíficamente, en equidad de derechos y obligaciones, sin consumirnos inútilmente en alcanzar una felicidad basada en el consumismo absurdo y destructor.