sábado, 20 de mayo de 2017

CAVERNÍCOLAS

Joaquín Córdova Rivas Mientras en otras latitudes se tiene la certeza de que estamos viviendo un cambio abrupto en las formas de pensar, concentrar y procesar la información, que requieren conceptos diferentes, no construidos, de gobernanza, convivencia, toma de decisiones y educación, nosotros seguimos en las cavernas ideológicas. Según algunos autores, el homo sapiens tiene fecha de caducidad muy próxima, buena parte debido a que los cambios tecnológicos han sido tan rápidos, extendidos y profundos, que la simple adaptación a los mismos producirá una especie humana que pase a otra etapa en su desarrollo. Entendiendo el desarrollo no como un proceso lineal e ineludiblemente exitoso, porque desconocemos cómo y hacia dónde nos llevará en una escala histórica. De manera muy lenta nos estamos dando cuenta que la tecnología de la información y comunicación que utilizamos continuamente, prácticamente sin pausa alguna, almacena información sobre nuestros hábitos, costumbres, gustos, manías y deseos. Vivimos conectados, a través del celular, la computadora —en cualquiera de sus presentaciones—, con el uso de las redes sociales y de aplicaciones que no pueden utilizarse a menos que les demos “permiso” de acceder a toda nuestra información disponible y por generar. Cada que entramos a Facebook, Twitter, Google y sus múltiples tentáculos —correo, clima, mapas, juegos, series de TV, películas, videos, música, información y un extenso etcétera—, Amazon, Mercado Libre o lo que sea; cada que subimos una foto, “compartimos” nuestro gusto por cierta comida, libro, película, lugar —playa, iglesia, monumento, barrio, escuela o lo que sea—, pagamos o usamos un servicio —cine, supermercado, la panadería del barrio, cajero automático, gasolinera, restaurante, caseta de peaje, hotel, boletos para un concierto—estamos entrando en la intrincada red de algoritmos que “nos conocen” mejor que nosotros mismos y que refuerzan nuestras “preferencias” de acuerdo a intereses que desconocemos. Pronto —algunos ya lo hacen—, a través de monitores personalizados atados a nuestras muñecas, con forma de pulseras o relojes, estaremos creando bases de datos sobre nuestro ritmo cardiaco, concentración de azúcar, gasto calórico, temperatura corporal y ambiental, hidratación y todo lo que se nos ocurra. Con cámaras incorporadas a nuestros lentes graduados o protectores contra rayos solares, con el uso involuntario de las incorporadas a los aparatos que cargamos, las instaladas en los autos, las de las calles, enviaremos imágenes de todo lo hacemos y se podrán sincronizar con las reacciones corporales ya enunciadas, así podremos saber qué nos provoca estrés, qué nos alegra, nos entristece, nos excita, nos deprime o nos pone al borde de un ataque cardíaco, o de un coma diabético, o qué nos produce alergia. Ya en un plazo un poco más largo, quizás no tanto como parece, esas bases de datos y algoritmos adaptados a cada uno de nosotros, puedan diagnosticar, con mayor precisión que un médico especialista y en mucho menor tiempo y sin tanto gasto, qué marcha mal en nuestro cuerpo —cerebro incluido— y hasta generar una receta que pueda surtirse en expendedores automáticos con el cobro correspondiente incluido. La concentración de tal cantidad de información y su empleo instantáneo debe ser material de estudio, de otra forma nos agarrará en el primitivo arte de atrapar moscas y creer que lo que nos “sugieren” los aparatos tecnológicos, es una extensión válida de un libre albedrío que hace mucho desapareció para quedar como un tecno fantasma. ¿Cómo encara este reto nuestro “nuevo” modelo educativo?: «Las transformaciones veloces y continuas que experimenta el mundo de hoy tienen su centro en la generación de conocimiento. Si bien en la sociedad actual la transmisión de la información y la producción de nuevos saberes ocurren desde ámbitos diversos, la escuela debe garantizar la organización de dicha información; asegurar que todas las personas tengan la posibilidad de disfrutar de sus beneficios; y crear las condiciones para adquirir las habilidades de pensamiento cruciales en el manejo y procesamiento de información y uso consciente y responsable de las TIC (página 61). De manera particular, la educación enfrenta retos altamente desafiantes con relación a la cantidad de información al alcance, pues ha de garantizar el acceso a ella sin ninguna exclusión; enseñar a discernir lo relevante y pertinente; saber evaluarla, clasificarla, interpretarla y usarla con responsabilidad. Para ello, la escuela debe apoyarse en las herramientas digitales a su alcance; promover que los estudiantes desarrollen habilidades para su aprovechamiento, y que éstas se encausen a la resolución de problemas sociales, lo que implica trabajar en una dimensión ética y social y no únicamente tecnológica o individual (página 63). Otros componentes importantes para acompañar el desarrollo de habilidades del siglo XXI son la conectividad y el acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación incorporadas a los procesos de aprendizaje. Con un enfoque centrado en el aprendizaje de los estudiantes, y con el acompañamiento del docente, las TIC pueden contribuir, al incorporarse gradualmente con pertinencia, a estimular una mayor autonomía en los estudiantes así como a desarrollar competencias para la investigación, la comprensión y el análisis crítico de la información. Al mismo tiempo, las TIC son clave para garantizar la equidad en el acceso a recursos educativos diversos y de calidad» (página 120). http://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/199494/Modelo_Educativo_para_la_Educacio_n_Obligatoria.pdf Pero del dicho al hecho hay mucho trecho. Esas pretensiones de equidad en el uso responsable, de capacitación para utilizar las TIC con todo su potencial, para investigar y conocer de forma creativa y autónoma, se topa con los criterios cavernícolas de directivos y “administradores” de los centros de cómputo de las escuelas, que argumentando el “peligro” de acceder a contenidos no educativos, o la simple posibilidad de “infectar” las pocas computadoras obsoletas que se tienen —en lugar de empeñarse por diseñar estrategias para que eso no suceda—, eligen censurar y bloquear el acceso a los buscadores, plataformas y redes sociales más usuales, dejando a los equipos de cómputo como simples máquinas de escribir, lo peor es que en media superior, COBAQ por ejemplo, a los estudiantes se les cobra una cuota extra por usar esos equipos, que por esos criterios cavernícolas, no sirven para nada.

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