sábado, 20 de mayo de 2017

HACER LLOVER EN EL DESIERTO

Joaquín Córdova Rivas Hay generaciones que acarician sus utopías, que sienten que las tienen al alcance de la mano y se empeñan en vivir de acuerdo con las mismas, hay otras que simplemente renuncian a sus sueños y se van al carajo. Nuestra llamada “generación del 68” ha sido la última de las primeras que mencionamos, al menos algunos de sus dirigentes más conocidos lo fueron por ser congruentes, por hacer y decir lo que pensaban y deseaban para ellos y para todos, por eso conviene recordar —que, como decía Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón— que el 5 de abril de hace veinte años, moría, a los 68 años de edad, el ingeniero Heberto Castillo Martínez, inventor, dirigente magisterial universitario, catedrático de la UNAM, creador, junto con personajes destacados como Carlos Fuentes, Luis Villoro, Octavio Paz, Demetrio Vallejo, Eduardo Valle “el Búho” y otros dirigentes del movimiento estudiantil del 68, el Partido Mexicano de los Trabajadores. Algunos persistieron toda su vida en tratar de organizar una fuerza política que se opusiera a las trapacerías del PRI y del sistema de complicidades que le dan origen y razón de ser. Heberto lo hizo desde la academia, a nivel de calle —durmiendo en el piso de plazas o centrales de autobuses cuando no había todavía simpatizantes que cedieran un espacio en algún cuarto o aula de escuela—, con su participación como articulista en diversos medios de comunicación, en el Congreso desde la tribuna o la comisión de ciencia y tecnología que se fundara por su insistencia, o como integrante de la Comisión de Concordia y Pacificación que se integrara para conocer y proponer sobre la rebelión zapatista de 1994. Inventó la tridilosa: «Su objetivo era utilizar la menor cantidad de material posible para la construcción de losas. Al conjuntar un racionado diseño de construcción con estructuras tridimensionales de acero y concreto, ahorró un aproximado de 66% de material que se utilizaba para rellenar las losas. Sólo recubrió de cemento la zona de tensión y la capa superior de las losas obteniendo la misma resistencia, pero más barata y ligera.» «La tridilosa sirve no sólo para hacer techos y puentes ultralivianos, sino también muelles flotantes y hasta pangas, como las 40 que navegan desde hace años en Campeche. En Nicaragua, Heberto Castillo construyó un puente por el que pasan camiones y que, sin embargo, puede ser levantado por dos hombres, uno a cada extremo.» «La invención fue utilizada en más de 200 puentes en México, en el World Trade Center del Distrito Federal, la Torre Chapultepec, Centro Médico Siglo XXI, Plaza Cuauhtémoc, Plaza Tabasco 2000, Hotel Morelia Misión y en el edificio Biosfera 2 (Arizona, EE. UU.). En México hay casi un millón de metros cuadrados construidos con el invento de Heberto Castillo, según datos del Colegio de Ingenieros Arquitectos del Estado de Hidalgo.» http://conacytprensa.mx/index.php/anecdotas-cientificas/473-heberto-castillo-martinez-la-tridilosa-y-un-camion-de-50-toneladas La muerte lo sorprendió imaginando y trabajando por un país diferente, así se opuso con argumentos técnicos a la falsa separación entre petroquímica básica y secundaria, introducida mañosamente en la constitución para permitir las privatizaciones y el debilitamiento de PEMEX, a la vez que exhibía a su corrupta dirigencia sindical: «el debate sobre cuáles productos deben ser considerados petroquímicos básicos y cuáles secundarios, es un debate falso. La decisión “técnica” depende del criterio político-económico del presidente de la República en turno. Es natural, entonces, que en una era de gobiernos privatizados o neoliberales, no haya productos básicos y se llegue al absurdo de considerar petroquímicos a las materias primas. Es equivalente a considerar como muebles a los árboles y como edificios al acero, el cemento, la arena y la grava. El debate que no dieron los diputados y que debe darse en el Senado y en el país es si la privatización de 49 de las plantas petroquímicas existentes y de 100 en las que pueden establecerse en el futuro lastiman o no la soberanía nacional.» http://web.archive.org/web/20160730062447/http://heberto.org/Contenido/PDF/Petroquimica%20y%20soberania.pdf Sostenía que el petróleo no debía utilizarse como combustible, sino como base para su transformación en una gran cantidad de productos que ahora utilizamos y de los que también dependemos del exterior. Las plantas petroquímicas no solo producen gasolinas, con los sucesivos avances tecnológicos los derivados de ese petróleo están presentes en casi cualquier cosa que consumimos cotidianamente y que son base de otras industrias, toda esa capacidad la hemos entregado a cambio de prebendas que han servido para corromper o crear otros monopolios ligados a nuestra casta política y empresarial: «De la Madrid presidente y Carlos Salinas secretario de Programación y Presupuesto implementaron una política de entrega de las empresas de la nación a la iniciativa privada. Entiéndase, de entrega, no de venta. Por ello se hicieron las operaciones tan sucias como las que afloran en estos días. Carlos Salinas entró a la Presidencia a saco, a fuerza, porque tenía que terminar la obra emprendida en el sexenio de Miguel de la Madrid. La venta de las empresas de la nación se dio de la manera más sucia que imaginarse pueda el más pillo de los negociantes. Por ello las enormes fortunas que amasaron los hermanos Salinas, todos ellos, y sus amigos cercanos, a quienes habrá que investigar fiscalmente...» La última vez que Heberto Castillo estuvo en Querétaro, tuvo que suspender abruptamente una conferencia de prensa y posponer un encuentro con simpatizantes; en la comisión de ciencia y tecnología del Senado, del que formaba parte, estaba por decidirse, en su ausencia, el minúsculo financiamiento para conocer y llevar a cabo algunos experimentos en territorio nacional para lograr lo que todavía para imposible: hacer llover en el desierto. Sabiendo ahora que la mayoría de nuestro territorio nacional está en crisis hídrica, entercarse en el tema hubiera sido más que refrescante. Muchos soñadores incorruptibles de esa generación ya no están entre nosotros, no se vale olvidarlos, porque representan esa realidad que se nos escapa a través de la brutalidad y estupidez cotidiana, demostraron que es posible cambiar sin traicionarse, sin olvidar los principios, sin vender la conciencia a cualquiera que la quiera comprar o acallar. Esos ejemplos hacen falta.

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