viernes, 22 de septiembre de 2017

A LOS HÉROES

Joaquín Córdova Rivas Somos las historias que contamos, con las que nos sentimos identificados con los demás, las que nos unen porque simpatizamos con quienes las protagonizan, porque odiamos a quienes se nos oponen. Existe una narrativa oficial, creada desde el poder que a los héroes y villanos los pone en blanco y negro, sin matices, como condenados a padecer en un inframundo descolorido. Es la historia de mármol, de los héroes que pueblan las glorietas, las avenidas, las escuelas abandonadas a su suerte en los lugares más inaccesibles y miserables, los de los nombres de las calles que se repiten a lo largo y ancho del territorio, las figuras en poses imposibles e impasibles de nuestros billetes y monedas. Nada hay de malo en recordar a “los héroes que nos dieron patria y libertad”, siempre y cuando no se olvide que representan mucho más de lo que fueron individualmente, que la remembranza alcance los cientos o miles que estuvieron junto con ellos, que le digamos a nuestros jóvenes y niños que además de personas de carne y hueso representan valores que consideramos vale la pena practicar: la Independencia, la Libertad y autodeterminación, la idea de una Patria que nos diferencie, sin separarnos absolutamente, de aquellas que nos precedieron. Pero nuestra historia, como parte importante de nuestro presente, no puede permanecer inmutable. No se trata de entrarle al revisionismo, de esculcar bajo sus faldas, entre sus sábanas o en las cantinas, los héroes ya cumplieron con su reto histórico y lograron deshacerse de sus miedos y pensar, proponer y pelear por algo en que creían, no solo para ellos, principalmente para un colectivo que necesitaba el motivo para aglutinarse alrededor de alguien que simbolizara las necesidades de cambio. Sí se trata de actualizar nuestros héroes, reconocernos en personajes que enfrentaron las injusticias de nuestro tiempo más reciente, identificarnos con quienes han dado más que su vida luchando contra la corrupción y la impunidad, con quienes representan la lucha por los derechos humanos, los que simbolizan y defienden a la diversidad social, a la pluralidad ideológica, a la tolerancia como forma de convivencia, a quienes rechazan y señalan la discriminación, a quienes desvelan los engaños y desnudan a los falsos profetas, a quienes se resisten a ser las víctimas de siempre y buscan a sus desaparecidos, a quienes piden justicia por sus ejecutados o levantados, a quienes exigen seguridad y se resisten a la delincuencia, a quienes denuncian públicamente a los omisos y cobardes. Entonces nos sobran héroes. Lo que no es necesariamente bueno porque indica que hay mucho que requiere corregirse de manera urgente, porque señala que no estamos cumpliendo como sociedad para protegernos entre nosotros y estamos a la merced de una autoridad omisa o cómplice. Porque lo heroico de muchos corresponde a la cobardía, indiferencia, victimización, falta de solidaridad de miles o millones, que pretenden pasar, inútilmente, desapercibidos para que “no me pase nada malo”. Esperar que otros hagan lo que muchos no hacemos, que pocos se sacrifiquen por los que no nos esforzamos, que algunos se jueguen la vida por principios que todos compartimos pero que casi nadie sigue hasta sus últimas consecuencias. No hay héroes anónimos. Es una contradicción. Sí existen las mayorías que hablan con sus acciones cotidianas, que enaltecen la humanidad sin querer ni buscar votos o reconocimientos, que dan esperanza porque son como nosotros, igualitos pero congruentes, decididos, incorruptibles, honestos. Que nos inspiran a ser todos mejores por el simple gusto de serlo, porque así vivimos mejor y podemos soñar sin remordimientos. Necesitamos héroes, pero que sean poquitos porque no sean tan necesarios, porque nos encargamos y cuidamos de los otros. Porque no haya tantas víctimas por salvar ni tanto corrupto por exhibir y castigar. ¡Que vivan los héroes! Que vivamos todos sin tener que necesitarlos tanto.

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