sábado, 17 de febrero de 2018

ASÍ ESTAMOS

Joaquín Córdova Rivas Todavía no nos reponemos de una y allí viene la otra. Los malos resultados obtenidos por los estudiantes de tercero de secundaria en el 2017, que conocimos recientemente, más de medio año después de su aplicación, revelan que las cosas no marchan como presume la SEP, ni cuando tenía como titular a Aurelio Nuño. Primero lo primero: «La Secretaría de Educación Pública (SEP), en coordinación con el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y las autoridades educativas de las entidades federativas, en el marco del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (PLANEA), aplicaron la prueba Planea Educación Básica 2017 durante los días 14 y 15 de junio, a 1,096,285 de alumnos de 3er. grado de Secundaria en 33,971 escuelas oficiales y particulares del país. La prueba correspondiente a Planea Educación Básica 3er. grado de Secundaria se aplicó con el propósito de conocer en qué medida los estudiantes logran dominar un conjunto de aprendizajes esenciales al término de la Educación Secundaria, en dos campos de formación: Lenguaje y comunicación y Matemáticas.» http://planea.sep.gob.mx/ba/ Vamos a voltear el análisis y en vez de centrarnos en los niveles bajos (insuficiente y bajo), veamos los que, si los estudiantes aprendieran lo que se supone de acuerdo con planes y programas, serían los esperados (satisfactorio y sobresaliente). De ese casi millón cien mil estudiantes avaluados, apenas el 26.2 por ciento cumplió con lo esperado en Lenguaje y Comunicación, apenitas rebasando la cuarta parte de estudiantes de secundaria con lo suficiente para continuar al siguiente nivel: preparatoria o bachillerato. En Matemáticas apenas el 13.7 por ciento sabe lo que debe de saber. Ya no se hizo alharaca, quizás porque con la centralización educativa producto de las reformas, los estados tienen cada vez menos atribuciones y asumen menos responsabilidades, apenas se dedican a mantener una estructura obsoleta porque allí meten a sus recomendados, con ingresos muy superiores a los de los docentes que sí hacen su chamba. Pero nuestro estado quedó, en un extraño tabulador, en séptimo lugar en Lenguaje y Comunicación —aunque en el “puntaje promedio” sube al cuarto lugar—, y tercero en Matemáticas. Dentro de lo malo, lo menos peor. En el análisis de las variables medidas para encontrar alguna relación con los resultados se encuentra lo obvio: el poder adquisitivo de las familias influye en el desempeño de los muchachos, a mayor poder adquisitivo mejor resultado, y a la inversa: se juntan la ignorancia y la pobreza. También se encuentra relación entre el grado de marginalidad y el puntaje obtenido, aunque aquí entre mayor marginalidad menor aprendizaje. También influyen el tamaño de la localidad donde se encuentren las escuelas, entre más población —y mayores servicios— mejores resultados; entre más urbana sea la localización de la escuela también, amolados los de las escuelas en comunidades rurales, peor si son mayoritariamente indígenas. El grado de desigualdad y descuido es impresionante. Algo que ya se esperaba, pero no deja de sorprender: entre menor es el nivel educativo de los padres, menor es el desempeño escolar de los hijos. Ese “capital cultural” manejado por la sociología expresándose de la manera más cruda, generacional, relación que no se ha logrado romper y misión primordial de la escuela pública. En general, si nuestros adolescentes y niños tienen como actividad principal el estudiar, sus resultados son menos malos, quizás dedicarse por poco tiempo a ayudar en los quehaceres domésticos, o cuidando a algún familiar, o trabajando parcialmente en la actividad remunerativa familiar, los haga valorar el tiempo, hacerse más responsables u organizados, pero cuando esas actividades les consumen más tiempo o esfuerzo, o se les responsabiliza del cuidado permanente de alguien, su rendimiento escolar resulta significativamente afectado. En fin, las correlaciones pueden ser muchas, los datos macro allí están, pero los detalles a nivel comunidad o escuela no son suficientes para que los profesores diagnostiquen con precisión qué pasa en el aula, en cada materia, con cada uno de ellos y su estilo o habilidad para provocar el aprendizaje. http://planea.sep.gob.mx/content/general/docs/2017/RESULTADOS_NACIONALES_PLANEA2017.pdf Nos faltaba mencionar algo de los antecedentes de la reforma educativa, de la que ya deberíamos de estar viendo resultados, ya que: «La educación básica en México, integrada por los niveles de educación preescolar, primaria y secundaria ha experimentado entre 2004 y 2011 una reforma curricular que culminó este último año con el Decreto de Articulación de la Educación Básica. El proceso llevó varios años debido a que se realizó en diferentes momentos en cada nivel educativo: en 2004 se inició en preescolar, en 2006 en secundaria y entre 2009 y 2011 en primaria.» Ya once años tienen las reformas en el nivel secundario, que es nuestro foco de atención, y los resultados están muy lejos de ser los esperados. http://aufop.com/aufop/uploaded_files/articulos/1335398629.pdf Decíamos que no nos reponemos de los resultados de esa evaluación y allí vienen otros. No tardan en darse a conocer los de la evaluación docente de fines del 2017, también está programada la participación en la prueba PISA 2018, del 1 al 4 de mayo en el nivel Medio Superior. Lo bueno, para algunos, es que sus resultados se conocerán hasta después del proceso electoral, pero los pronósticos no son buenos. Así estamos.

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