domingo, 15 de abril de 2018

DE LO COTIDIANO

Joaquín Córdova Rivas Un 18 de marzo con gasolineras mal disfrazadas, apenas les mal pegaron unas calcomanías de colores diferentes al que tenían en las bombas surtidoras, en los copetes de los techos de lámina, vistieron a sus empleados de colores chillones, más parecen payasos sin gracia y, el milagro, subieron el precio del litro de la gasolina. Apenas en el siglo pasado el país se angustiaba, pero sabía necesario el nacionalizar la industria petrolera ante el saqueo de las nacientes trasnacionales, que, insatisfechas de sus enormes ganancias, se encargaban de reprimir a la población cercana a sus instalaciones y dar salarios miserables, sin derechos laborales, a sus obreros. Ahora, tontos que somos, festejamos lo contrario. Nuestros corruptos gobernantes ignoraron lo mas elemental: el petróleo produce riqueza donde se consume, no donde se extrae, por eso incrementar las exportaciones para tener dólares fáciles y baratos nunca fue una buena idea, porque a final de cuentas, los productos elaborados (transformados) con ese petróleo, los teníamos que comprar más caros, endeudándonos hasta la ignominia. Y también pasaron por alto, que el petróleo es la base para producir miles de productos necesarios en el desarrollo tecnológico que despuntaba y ahora nos tiene tan sometidos. La gasolinera que queda más cercana a la ruta que me lleva a mi trabajo porta ahora un símbolo marino, la gasolina es más cara que la de las otras que mantienen los colores de la franquicia de PEMEX, porque, según enseñan a repetir a sus empleados, está “aditivada”, es decir, se supone que tiene un aditivo que antes se vendía aparte y que ahora, sin preguntarle al consumidor si lo quiere o necesita, se “incorpora” a la misma gasolina que venden todos los demás. Al cuestionar a la empleada de turno si dicha “aditividad” mejoraba la combustión y disminuía la contaminación, dijo que no; si se pasaba con mayor facilidad la verificación vehicular, la respuesta también fue negativa; al parecer, en caso de que en realidad le “aditiven” algo, cosa que a los consumidores no nos consta, solo sirve para encarecer lo que ya está caro. Y luego dicen que producir y vender gasolina no es negocio. Pues siempre, no. A los empleados y trabajadores de los poderes del estado no les llegó el aumento salarial que serviría para compensar, en algo, la pérdida del poder adquisitivo por la inflación, que a ver si para la primera quincena de abril, mientras hay que seguir jineteando lo que se pueda. Y la cúpula sindical, buscando eternizarse, aunque cambien algunos nombres, ya les gustó la buena vida. Ya se había señalado antes, las obras públicas ya no se hacen para prevenir o resolver problemas, tampoco para mejorar la calidad de vida de la población que las paga con los impuestos, son para hacer negocio, aunque no sirvan para nada o resulten peor que lo que pretendían resolver. Los semáforos no son “inteligentes” si quienes los programan no lo son, las ciclovías no funcionan si no están acompañadas de un transporte público eficiente y económico (y no otro negocio que hay que “rescatar” con los impuestos), tampoco si no se resuelve la “necesidad” del auto particular para llegar a tiempo al trabajo o la escuela. No van a servir mientras el objetivo sea turistear a la vera del canal de aguas negras más adornado del mundo (río Querétaro le dicen). Hablando de esto último, ya son varias las fugas de mierda —literalmente—, que desembocan al dichoso río nada más en el tramo en que se encuentra el Plantel 7 del COBAQ en La Cañada, tengo fotografías, y el hedor es insoportable, mientras, al gobernador se le ocurre gastar otros 160 millones para, ahora sí, prevenir inundaciones por el rumbo de Santa María Magdalena pero ¿porqué no poner orden en la CEA para impedir los vertederos del drenaje sanitario desde El Marqués para acá? Vergüenza debería dar que un pueblito de Guanajuato, de 160 mil habitantes —San Miguel Allende—, tenga una vida cultural y artística mucho mayor que la de todos los “pueblos mágicos” queretanos juntos, pero es que a nuestros gobernantes no les interesa la cultura, no leen ni sus misales, solo están a la caza de lo que sea para convertirlo en negocio. La reforma educativa sigue su retorcido curso, parece que están esperando las vacaciones de verano para dar a conocer los resultados de la evaluación para la permanencia docente del ciclo 2017-2018 realizado en noviembre pasado. En lo que eso pasa, viene la de PISA y a la SEP se le ocurrió inscribir a los profesores, sin avisarles, en un curso llamado PruébaT, impartido por la Fundación Carlos Slim, pero diseñado como video juego. Como no soy afecto a dichos divertimentos, no entiendo para qué me sirve tener 18 cristales, 421 monedas, una máscara de madera, una hoja de oro y una de plata, una llave maestra dorada y otra plateada, una pócima del entendimiento, dos mapas, un cetro, una flauta, un anillo, unos lentes y un libro de magia. ¡Alguien que me explique por favor! Bueno, navegando por el sitio, que sigo sin comprender, parece que el curso para preparar a los estudiantes para resolver PISA es para profesores de varios países de Latinoamérica ¿Cuánto estará cobrando la fundación Carlos Slim por impartirlo o por qué tiene interés en que los profesores trabajemos para ella y adiestremos a los estudiantes para resolver dicha evaluación? Y luego dicen que no hay privatización de la enseñanza pública si hasta nos dicen qué tenemos que hacer en el aula y por el mismo sueldo.

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